Temporada 1965-1966 del Liceo
En
la temporada 1965-1966 el Gran Teatro del
Liceo tuvo
el privilegio de ver el debut de dos tenores importantísimos, uno que empezaba
y otro con una larga y espectacular carrera detrás.Por un lado el de un desconocido Plácido
Domingo cantando el Anselmo de la òpera de José Pablo Moncayo , La Mulata de Córdoba con la Compañía de la Ópera Nacional de México. Estas funciones tuvieron lugar el 1, 4
y 6 de enero de 1966. Un mes
antes había debutado con 52 años, Richard
Tucker cantando el Riccardo de Un ballo in maschera de Giuseppe
Verdi .
Lucia di Lammermoor estrenó la temporada con la soprano Gianna
D’Angelo . En
la escena de la locura, falló ostensiblemente. Ella lo atribuyó al hecho de que en el
acto anterior, se había bisado el sexteto, lo que le había producido cansancio. Se produjeron algunas protestas que no
se le pusieron bien a la diva, que creía merecer benevolencia, dado su
historial precedente en la casa, y por ser éste tan sólo su primer error. Por una vez, el señor Pàmias no la
sustituyó en las siguientes funciones. Pero
la de Ángelo decidió no volver más al Liceo. De
hecho, tuvo que retirarse tres años más tarde, con sólo 40 años. Volvería veinte años despues, en 1985,
como miembro del jurado de aquella edición del concurso Viñas.
El 13 de enero el Liceo se hundió con la interpretación de Montserrat Caballé en Il
trovatore . Fue
uno de los momentos más importantes de toda la historia del Liceo.
TABLON TEMPORADA 1965-1966
Temporada
1965-1966 del Liceo
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Ópera
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Compositor
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Director musical
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Director de escena
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Papeles principales
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Producción
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Fechas
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9 de noviembre
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11 de noviembre
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20 de noviembre
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20 de noviembre
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23 de noviembre
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4 al 12 de diciembre
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Staatstheater de Maguncia
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11 de diciembre
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Real Ópera Flamenca de Amberes
Amberes |
14 de diciembre
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Teatros Líricos Nacionales Franceses
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21 de diciembre
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Teatros Líricos Nacionales Franceses
|
21 de diciembre
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Teatros Líricos Nacionales Franceses
|
21 de diciembre
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Teatro da Trindade de Lisboa
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23 de diciembre
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Teatro de Brno
|
28 de diciembre al 6 de enero
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Ópera Nacional de México
|
1 al 8 de enero
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Ópera Nacional de México
|
1 al 8 de enero
|
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Ópera Nacional de México
|
1 al 8 de enero
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Compañía de Braunschweig
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9 al 15 de enero
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13 de enero
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20 de enero
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22 de enero
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26 de enero
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LUCIA DI LAMMERMOOR (Donizetti) Inauguración
temporada 1965-66 Director Gianfranco Rivoli, con Gianna D´ Ángelo, Jaime
Aragall, Manuel Ausensi P. Van Blit, Gino
Calo
El
tiempo vuela, ya estamos a comienzo de empezar la nueva temporada, y ya me encuentro casado, ya he dejado la casa
particular donde estaba viviendo estos años pasados, y ahora estoy en un
verdadero hogar. A nivel musical sigue todo como estaba anteriormente, tengo la
misma libertad para asistir a mis queridas funciones de óperas y mi trabajo va
muy bien. El tablón de la temporada 1965-66, como podréis apreciar es muy
significativo, buenas óperas y buenos repartos de cantantes. En esta temporada
fue cuando conocí a mi admirado señor Smith. Con este señor hice una muy buena
amistad, precisamente en esta función inaugural del Liceo de Barcelona. Por
mediación de mi amigo Pepe, el me facilitaba el abono de la temporada, siempre
me sacaba la misma entrada, es decir 5º piso, primera fila o segunda fila en la parte del centro, unos años estaba en la
parte izquierda, mirando el escenario y otro veces en la parte derecha. Cuando
necesitaba, alguna entrada fuera de mi abono, llamaba a Pepe o a Jordi, y
siempre me localizaban alguna entrada, os puedo decir que nunca tuve ningún problema
de entradas.
Bueno,
el conocer al señor Smith, fue muy sencillo pero contando con la fortuna. Os explico, este año el abono que
tenia, era en el 5º piso, en la parte izquierda y como os he dicho en la
segunda fila. Coincidió que el asiento de mi parte derecha, la ocupaba el señor
Smith, un aficionado a la ópera de procedencia de los Estados Unidos, era un
señor muy alto, con el pelo muy blanco, bastante delgado y muy deteriorado en
el aspecto físico (ya me dijo que sus bronquios estaban muy mal). Hicimos una
buena amistad, me estuvo contando, con un castellano bastante aceptable,
(estuvo casado con una valenciana) que estuvo trabajando en el teatro
Metropolitan de New York de tramoyista, empezó a trabajar en el año 1910, cuando el tenia veinte años,
y su fecha de nacimiento fue en 1890. Se Jubilo en el año 1960, al poco tiempo
de jubilarse, se fueron a vivir a
Gerona, a casa de una hermana de su mujer, al poco tiempo falleció su esposa. Hacía
dos años que se había quedado viudo y al quedarse solo, dejo la ciudad de Gerona, y se fue a Barcelona para estar cerca
del Liceo, pues deseaba asistir a las
funciones de ópera. Aquí en Barcelona se alquilo un piso cerca de La puerta del
Ángel. Siempre iba acompañado de una persona que le cuidaba, e iba al teatro
con el (por cierto no le gustaba la ópera, y sé que para este acompañante era
un suplicio el ver una representación de ópera, cosa que me confesó el mismo
acompañante). Mi amistad con el señor Smith fue muy corta pero muy fructífera,
pude sacarle relatos vividos personalmente en aquellos tiempos cuando trabajaba
en el Metropolitan. Concerté con el señor Smith, varias entrevistas, para que me
explicara cómo eran las voces de los Caruso, Lauritz Melchior, Beniamino Gigli, Ramon Vinay, Titta Ruffo,
Ricardo Straciari, Nelli Melba, Lucrecia Bori etcétera. Por cierto me comentó
que tenia amistad con esta cantante valenciana, pues era una cantante muy
abierta y simpática, y al saber que la
esposa del Señor Smith, era de Valencia un día
le hizo llevarla a su camerino
para conocerla. Por él supe la variación
que había entre las voces de Caruso y Gigli. El me decía, que Caruso poseía una
voz muy personal pero algo abaritonada, y que sus agudos le costaba darlos y si
los daba era porque empleaba el falsete, o impostaba la voz
. Me comentaba del tenor Enrico Caruso, que en su camerino,
(el señor Smith lo conocía porque siempre le estaba arreglando los caballetes
donde el pintaba) hacia trabajar mucho sus agudos y era muy escrupuloso con su
voz, recuerda que cantando una noche <Il Trovatore>, estuvo ensayando el
do de pecho de la célebre “Pira”, durante
el descanso del segundo acto. Los amigos le decían que no era obligación de dar
el do de pecho, pues el maestro Verdi no lo tenía puesto en la partitura, pero
él estaba obcecado en dar el agudo. ¡¡ Y
vaya si lo dio!! Sobre Beniamino Gigli, decía que era una voz muy distinta a
Caruso. Beniamino Gigli, me in sitia el señor Smith, que el tenor cantaba en falsete todas la
notas, (impostar su voz) tuvo un sector de público del “Met” un poco reacio a
su voz pero cuando le oían, su voz, tan melosa, sus notas tan ligadas y la
melodía que sacaba se deshacían en aplausos. Amigos esto que os he puesto está
escrito literalmente de mis anotaciones que tengo de las entrevistas que le
hice al señor Smith. En otras ocasione os comentare mas detalles de las voces
que vio el señor Smith
Sobre
la función de Lucia di Lammermoor, fue otra noche apoteósica. En reglas generales
el conjunto estuvo soberbio, con un Aragall inconmensurable y G. D´Angelo (la
vi un poco apagada) haciendo brillar su voz y su belleza escénica. Manuel
Ausensi con su voz tan personal y exhibiendo su dicción, que pocos cantantes lo
consiguen.
Las
grabaciones que os pongo, podemos decir que es más o menos lo que yo escuche en
aquella temporada
Este
dúo no lo he podido encontrar con Gianna D´´Angelo, pero si cantando con Sonja Poot.
AUDIO - Lucia- Gianna D´Angelo – “Escena de la locura “
También van acompañadas de
las crónicas de bien oídas estas versiones, os propongo una grabación de antaño para que de esa forma podamos comparar esas voces de aquellos años. La versión que os pongo es una grabación (1929) efectuada por la Compañia Gramofon con la orquesta y coro del Teatro Scala de Milan. Dirige la orquesta Lorenzo Molajoli con los interpretes y personajes: Mercedes Capsir (Lucia), Enzo de Muro Lomato (Edgardo), Salvatore Baccaloni (Raimondo), Emilio Venturini (Aturo), Ida Mannarini (Alisa).
CRÓNICA DE LA VANGUARDIA
AYER NOCHE EN EL GRAN TEATRO DEL
LICEO
Vistosa
y celebrada inauguración de la temporada de ópera con «Lucia de Lammermoor»
La
apertura del Liceo ha sido siempre un acontecimiento de invariable carácter y
ambiente al que sería difícil hacer referencia prescindiendo de las eternamente
repetidas frases hechas. Al acto inaugural de esta temporada deberíamos aplicárselas
por enésima vez porque sólo hace unas horas en el Teatro todo ha transcurrido
como es habitual, con un público numerosamente que colmó totalmente el aforo con
un clima de expectación en la sala durante el espectáculo y de fiesta en los
pasillos, el «foyer» y el bar en el transcurso de los intermedios.
Sin
embargo, la inauguración de ayer correspondió más exactamente a todos los
tópicos que la de otras muchas temporadas anteriores, porque el lleno del
teatro fue auténtico y absoluto, agotándose las localidades días antes de la
representación y el ambiente de curiosidad era claramente perceptible y se
manifestó durante la representación con manifestaciones de agrado ostensibles.
Al
margen de considerar la equidad la justificación de este entusiasmo, debemos
señalar que revela un paulatino cambio en la mentalidad del público liceísta. Aparte de los inveterados aficionados
asiduos al cuarto y quinto piso, siempre exigentes con los cantantes y bulliciosos
al manifestar sus opiniones, hay que
aceptar que la platea y los palcos fueron siempre (o al menos a partir de la
crisis de la ópera italiana) ocupados por una mayoría bastante indiferente por
el espectáculo del escenario y mucho más atenta por el qué la función diera
lugar al encenderse las luces de la sala durante los mal llamados «descansos» o
intermedios.
Ahora,
tenemos la sensación de que algo ha cambiado. Ayer se notó una participación y
una correspondencia notables entre los aciertos de la representación o los
logros de los cantantes y la reacción de unos aplausos prodigados desde todos
los rincones, desde todo el ámbito de la sala sin regateos ni afectaciones. Los
liceístas van ahora a su teatro principalmente por lo que van a ver y oír en el
palco escénico y, cómo acabamos de comprobar, no sólo admiten sino que se
sienten felices ante una ópera tan rancia e irrisoria como la de Donizetti, la
fantasmal «Lucía de Lammermoor». ¿Qué admiran en ella? Seguramente lo que tiene
de símbolo de un género teatral que a pesar de sus fórmulas repetidas, sus
tópicos, sus convencionalismos y sus hipérboles pseudodramáticas tiene la bastante agilidad —frágil agilidad—
para resistir, si no un análisis, al menos los cambios que se han sucedido en
la sensibilidad de los espectadores en él transcurso de más de un siglo de
evolución escénica y musical.
«Lucía»
representa sólo un fantasma, espurio acaso, del romanticismo melodramático,
pero no deja de ser un curioso ejemplo de perfección en su género. Nada falta
ni sobra en esta entelequia: amor, ternura, celos, intriga, lances de honor,
traición, locura, angustia, desesperación y muerte motivan sendos, recitativos,
arias, dúos y concertantes de una estupenda irrealidad, aunque de un melodioso
tan mórbido y trasnochado como sugestivo. ¿Que algunas episodios, los coros,
por ejemplo, son de una superfluidad ridícula? cierto, pero es indudable
también que en otros momentos —en la cava tina, el sexteto, la escena de la
locura o el final de la melodía se impone y proporciona a los cantantes
posibilidades de exhibir sus facultades, circunstancia que el auditorio siempre
agradecerá.
Esta
es otra verdad: el público acudió ayer hasta llenar el Liceo también para escuchar
cómo cantaban «Lucía» las primeras figuras del reparto. La obra tuvo por
protagonista últimamente, en 1962, a la gran Joan Sutherland. Anteriormente, en
dos temporadas sucesivas (1958-59) la primera figura fue encarnada por Gianna D’Angelo
y Manuel Ausensi interpretó el papel de lord Ashton. También Jaime Aragall en
las representaciones de 1959 intervino (¿fue su debut én él Liceo?) en el
circunstancial papel —nada fácil por otra parte— de lord Arturo. Al popular
tenor barcelonés le fue confiado ahora el «rol» principal de slr Edgardo. Con
estos tres elementos, más el bajo holandés Peter Van del Bilt, que se
presentaba en nuestro escenario, transcurrió la función de la anoche, en la que
participaron también muy acertadamente
Juan Lloverás y discretamente Pilar Torres, todos bajó la dirección musical del
maestro Gianfranco Rivoli y escénica del regista Frans Boeriage.
El
mismo comentario que dedicamos a Gianna D’Angelo cuando cantó por primera ves
«Lucia» en el Liceo, podríamos repetirla ahora. La bellísima soprano es una
artista adecuada para la partitura de Donizetti. Su voz es muy ágil, de un
preciosismo casi metálico en los agudos y con una capacidad para los píanos y
los filados del sonido cautivadora. Sabe, además, someterse a todas las piruetas
melódicas que son la sal de buena parte de su particela. En su actuación de
ayer, Gianna D’Angelo estuvo a ratos muy bien, en otros un poco coaccionada,
tal vez por la responsabilidad de su cometido y por la expectación con que era
seguida su actuación. Dijo muy bien la cavatina del primer acto y en la tan,
esperada escena de la locara aplicó un florido virtuosismo vocal faltándole
únicamente un poco más de realismo en la dicción. Esto, unido a una levísima
vacilación en la fermata y a una tendencia a cortar los finales de las frases,
hizo que consiguiera aplausos muy cariñosos pero no desbordantes.
En
«Lucia» el tenor tiene una parte comprometida, sobre todo en el acto del
contrato matrimonial y en el de la muerte con que termina la obra y que proporciona al
protagonista masculino una especie de revancha y la posibilidad de hacerse con
las postreras ovaciones de la noche. Jaime Aragall fue escuchado en un silencio
electrizado y después promovió una explosión de aplausos y de voces
entusiastas. Cantó verdaderamente bien, con aplomo, buen gusto y sentido
expresivo. Seguimos pero pensando que su voz, clarísima y segura, de timbre con
unos agudos brillantes y rotundos no tiene el suficiente volumen ni aquella
temperatura cálidamente dramática que exige una interpretación ideal del
personaje vehemente de Edgardo. Con todo, y a pesar de que la escena más
difícil para él es la final del último acto, fue en definitiva la que resolvió
mejor, con mayor temple y fogosidad, valiéndole la ovación más espontánea de la
noche.
La
reaparición de Manuel Ausensi en el papel de lord Asthon fue justamente
celebrada. Ausensi es el gran barítono de siempre, experto, infalible, con su
técnica el típico estilo italiano y su voz perfecta de registro,
inteligentemente dominada.
El
bajo Peter Van der Bilt hizo con máximo acierto su papel de Bidelbent. No tiene
lo que llamamos una gran voz, pera su timbre es noble y su dicción muy musical
y correcta.
Señalamos
finalmente la mejora sensible en el carácter y calidad de los decorados, la justeza
en las intervenciones del coro y la homogeneidad de la orquesta dirigida por
Gianfranco Boerlage. De estos últimos aspectos, así como del «ballet»,
hablaremos con más atención al
referirnos a las próximas funciones, pero avanzamos que tanto el coro como el
conjunto sinfónico parecen excelentemente preparados para la labor de esta
temporada. XAVIER MONTSALVATGE
GUISEPPE VERDI
AIDA (Verdi) 11noviembre 1965
Director Octavio Ziino, con Charles Graig, Marcella de Osma, Adrina Lazarini,
Dino Dondi, Peter Van Blit, Gino Calo.
Con
sinceridad, puedo deciros que fue una Aida de “campanillas” con un cuarteto que
sabía lo que hacía y cada rol lo realizaron admirable mente. El barítono Dino
Dondi saco su empuje e hizo un Amonarso de categoría, el tenor Charles Graig,
era la primera vez que lo veía actuar, me dejo una grata impresión, con unos
agudos fáciles y tranquilos para el espectador. La soprano Marcela de Osma, ya la vi actuar en la
temporada pasada y me resultó una soprano de una gran voz y mucho empuje, muy
parecida a Renata Tebaldi, y para el
final os pongo la que fue para mí la ganadora de este sensacional cuarteto, la
mezzosoprano Adriana Lazzarini, con una voz de mezzosoprano, nada estridente y
con una interpretación vocal fuera de lo común. En la grabación podéis oírla y
notareis su calidad y destreza. De esta función no he podido encontrar nada del
barítono Dino Dondi y la soprano Maria de Osma.
AUDIO AIDA Charles Craig . Celeste Aida
AUDIO - Aida- Lazzarini – Limarilli- “L´aborrita rivale “
AUDIO - Aida – Adriana Lazzarini – “Ohime, morir mi sento”
Oiremos
el dúo de “Pur ti rivengo, el mi dolce Aida” con la soprano Marie Colier y el
tenor Charles Graig y seguidamente, el final de Aida, con los mismos cantantes.
AUDIO - Aida – M. Collier-
C. Graig – “Pur ti riveggio, mi dolce Aida “
Como
sabéis tengo por norma de poneros una grabación, bien en audio o en vídeo de
una ópera. Hoy he elegido la ópera Aida,
de una grabación de Gramofon del año 1928 con la orquesta y coro del Teatro Scala de Milan y estando dirigida por Lorenzo Molajoli, con un
elenco espectacular en aquellos años, cantantes que hoy en día para los jóvenes
son desconocidos pero para los que tenemos unos cuantos años, eran voces de una gran categoría, lo que hoy
ya no se estila, poned atención y
comprenderéis lo que os cuento no son sueños, son realidades. Estos son los interpretes y personajes : Giannina Arangi- Lombardi (Aida),Aroldo Lindi (Radamés), Maria Capuana (Amneris), Armando Borgioli (Amonarso), Tancredi Pasero (Ramfis), Salvatore Baccaloni (Il Rey de Egipto) yGiuseppe Nessi (Un mensajero). La grabación tiene el sonido muy aceptable para los tiempos en que se grabó
AUDIO AIDA 1928-Molajoli-Arangi- Capuana- Lindi.Borgioli-Pasero
CRÓNICA DE LA VAGUARDIA
CRONICA
DE LA VANGUARDIA - <AIDA> Verdi. 12 noviembre 1965. Director Octavio
Ziino, con Charle Graig, Dino Dindo, Marcella de Osma, Adriana Lazzarini, Peter
Van Blit, Gino Calo
Una
buena «Aída», con la presentación de Charles Graig
«Esto
es otra cosa...» reflexionábamos ayer viendo «Aída» cuando aún parecía latente
en el ámbito fiel del Liceo, el eco de los trinos y los lamentos de la Lucía de
Donizetti. Es cierto que 36 años separan el estreno de «Lucía de Lamermoor» de
la primera representación en El Cairo de «Aida» (1871) pero desde el punto de
vista escénico, no nos parece más joven y vigoroso el drama de la imaginaria hija
del rey de Etiopía, que el de capa y espada que se supone desarrollado en el castillo escocés de Ravenswood. Y no
obstante, a pesar de que «Aida» es un cuadro de circunstancias de un dramatismo
tan elemental. Y perfectamente arbitrario, notamos que penetra en él la fibra
de un genio musical. «Aida» no es un «Otello» ni menos un «Falstaff», obras
posteriores de Verdi y resumen de su gran personalidad de operista, pero es ya
una notable superación de las debilidades y decadencias por las que se deslizó
el teatro italiano en la segunda mitad del siglo pasado.
Pese
a las trompeterías, a los desplantes faraónicos y a la egiptología de cartón y de
papel (ininflamable), «Aida» está sostenida por una partitura de una garra lírica
y de una fuerza ambiental que le ha permitido continuar siendo, casi un siglo
después de su estreno, uno de los puntales más sólidos de los teatros de ópera
de todo el mundo. Seis años después de su primera representación en la
inauguración del teatro de la capital egipcia y en La Scala de Milán (1871), ascendió
al escenario del Liceo donde ha reaparecido con el beneplácito general con una
periodizad que no creo otra ópera haya adelantado.
Bienvenida,
pues, la suntuosa «Aida» de esta temporada que acaba de dar lugar a la
presentación del tenor inglés Charles Craig, avalado por sus éxitos como una de
las figuras más destacadas del Covent Garden londinense.
La
categoría de Charles Craig hemos comprobado que corresponde a su brillante prestigio.
Sin duda es un g r a n cantante, muy
completo, de una depurada escuela y con un vibrante temperamento expresivo, su
voz es posible que algunos la consideren poco penetrante, al menos para una
sala como el Liceo, pero es extraordinariamente clara, vigorosa y de un
estupendo temple. Interpretó el personaje de Radamés infaliblemente como
cantante y actor, calculando todos los efectos, matizando, entregándose sobre
todo en el dúo del acto tercero sin abandonarse y con una inteligencia de
artista que se nota está en pleno dominio de sus facultades. Ya en
«Celeste
Aida» del primer acto consiguió que los aplausos subrayaran su intervención.
Después del dúo aludido antes fue ovacionado y promovió incluso algunos
sinceros bravos que no venían de la claque.
Esta
«Aida» ha tenido la virtud de no acusar ningún desequilibrio, lo que, es decir
mucho después de afirmar las excelencias del protagonista masculino, quien fue
acompañado por artistas todos conocidos de los liceístas. Marcella de Osma
encarnó el papel de esclava con grandes arrestos vocales, lo mismo que Adriana
Lazzarini en el papel de Amneris. El único reparo que podría ponerse a ambas
artistas es que violentan un tanto los agudos como en un deseo de colmar con su
voz el ámbito de la sala pero, con toda, sus posibilidades son extraordinarias
y maravilla de verdad oírles como resuelven las dificultades de la agotadora
partitura, como la dominan con indudable maestría. Algo parecido podríamos
decir del admirable Dino Dondi, el
Amonarso de esta temporada, vehemente, dramático y, este sí, con un timbre
vocal de absoluta plenitud.
El
bajo holandés Peter Van der Blit (interpretó el personaje de Ranfis, por error
no figuraba en el programa de mano), volvió a convencer por lo apropiado y
noble de su dicción. También el bajó Gino Calo (el Rey), que tantas veces hemos
citado con elogio por su profesionalidad y dominio ele los papeles. Juan
Lloverás y María Teresa Batlle completaron adecuadamente el reparto,
Volvemos
a remarcar la eficacia de la orquesta. No es un mero cumplido, sino la
comprobación de que se nota un evidente progreso en la homogeneidad, precisión
y densidad del conjunto sinfónico. Para citar un detalle, diremos que incluso
las trompetas de la marcha triunfal tocaron con decisión y sin aquellos fallos
que algunas veces han hecho sonreír al público.
Buena
parte de esta favorable impresión la debemos a la batuta experta del maestro
Ottavio Ziino, gran conocedor de la obra, eficaz y coa capacidad para resolver
problemas y llegar a la <recita> sin miedo a ningún tropiezo. Ottavio
Ziino presentó una «Aida» vigorosa, con muchos contrastes y un perfecto proceso
rítmico.
Elogios
también para el cuerpo de baile, coa Aurora Pons excelente en el solo del acto
más espectacular de la obra, muy aplaudida, igual que todo el <Ballet>,
que además de evolucionar bien, viste con pulcritud y buen gusto.
El
coro, bien preparado por el maestro Ricardo Bottino estuvo justo vocalmente,
cantando unido, afinado y con energía o suavidad, según las necesidades de las
escenas. Se movió regularmente pero, ¿no sería posible distribuir sus componentes
en la escena teniendo en cuenta más que sus tesituras, su mayor o menor
prestancia física y habilidad en saber caracterizarse? Hay que tener en cuenta
que es muy difícil evolucionar en un escenario vestido de egipcio y no todo el
mundo está dotado para superar estos trances, y el público lo nota.
Con
los decorados excelentes - el género novecentista - de Mestres Gabanes y una
bien controlada dirección, escénica de Riccardo Moresco puede verse una «Aida»
francamente buena, digna de un gran teatro. El público, que por segunda vez ha
llenado totalmente el Liceo, ha manifestado explícitamente su aprobación con
muy calurosos y prolongados aplausos, reclamando al final de los actos la
presencia delante de la cortina de los artistas.
Después del cuadro «de la Marcha de Aida» (que
musicalmente no es el mejor pero que siempre ha tenido la virtud de lograr que
los espectadores que fuman y conversan en los antepalcos entren en la sala y
que el bar del teatro esté circunstancialmente desierto) salieron a saludar
Craig, De Osma, Lazzarini, Dondi, Van der Bilt, Calo, los bailarines, los
maestros Ziino y Bottino y el regista Moresco. Abandonamos el teatro momentos
antes de terminar la función para alcanzar el cierre del periódico pero era
imaginable que al final se reproducirían las ovaciones, probablemente con más
calor aún. Un éxito, en definitiva.- XAVIER
MONTSALVATGE
PIETRO MASCAGNI
CAVALLERIA RUSTICANA (Pietro Mascagni) y I PAGLIACCI (Leoncavallo) 20 noviembre 1965. Director Octavio Ziino, con Pedro Lavirgen, Milcana Micolova, Aldo Protti, Clara Petnova, Agustín Morales, Dolores Pérez, Nicola Nicolov
Extraordinarias versiones, las que se dieron en el Liceo de <Cavalleria> y< I Pagliacci>. Pedro Lavirgen fue el protagonista de las dos versiones. Mis opiniones, sobre todas la óperas que os comento están hechas pasados muchos años, con mis recopilaciones y con ayuda de mi “diario” voy haciendo unas crónicas (muy personales). Por lo tanto mis opiniones carecen de explosividad y están muy meditadas y no tienen la efusividad y euforia, que pueden producir cuando ves una representación en directo. Lo que quiero deciros es que mis opiniones son frías meditadas y bien calculadas. Lo vengo a decir por el criterio que os voy a poner sobre Pedro Lavirgen. Si, en la actualidad, tuviéramos a Pedro Lavirgen en el “mercado”, tener la completa seguridad que sería la sensación en el mundo de la ópera. Voces como Lavirgen, hoy en día no hay. Pedro Lavirgen, es un tenor lírico spinto, poseía una voz, clara, con unos agudos espectaculares, una media voz audible y con una vehemencia que me hacen recordar a Giacomo Lauri Volpi. También os diría que su repertorio seria corto. Os digo todo esto, porque como vengo diciendo hace muchos años la cuerda de tenor va desapareciendo y faltan voces de gran calidad y con mucho empuje.
Como os decía Lavirgen fue un cantante que fue denostado por las criticas y las casa discográficas, como era costumbre en aquellos años. Yo he tenido la suerte de haberle visto en Liceo con muchas interpretaciones y en todas ellas he quedado sorprendido de su vitalidad vocal e interpretativa.
De la función de la <Cavalleria rusticana> puedo deciros que en reglas generales fue muy digna, destacando a parte de Lavirgen, al baritono Aldo Protti que con su peculiar voz hizo un<Alfio> muy creíble.
No he encontrado ninguna grabación de esta ópera que cantó Pedro Lavirgen, si de Aldo Protti, que os voy a poner un pequeño fragmento de dicha ópera.
RICCARDO MUTTI
VIDEO - Cavalleria –
Director Riccardo Muti – “Intermedio “
fi
AUDIO -Pagliacci – Pedro
Lavirgen – “Nom pagliacci non son “
RICCARDO MUTTI
AUDIO
-Cavalleria – Aldo Protti – “Il cavallo scalpita “
Os voy a poner una grabación
que se hizo en FILM producida por Franco Zeffirelli en el año 1982 siendo sus intérpretes y personajes:Placido Domingo (Turiddu), Elena Obratsova (Santuzza), Renato Bruson (Alfio), Fedora Barbieri (Mamma Lucia) y Axell (Lola) con la orquesta y coro Teatro Scala de Milán con la dirección de George Pretre
Sobre < Pagliacci> os puedo decir que
fue muy bien interpretada por todo el conjunto de cantantes y el triunfador de
la noche fue el tenor Pedro Lavirgen,
derrochando su voz con una vehemencia y dramatismo, que el público del Liceo
refrendo con bravos y grandes aplausos. De esta ópera sí que os puedo poner
algún fragmento y comprobareis y oiréis
que lo que yo os he comentado es real.
Aquí
oiremos al barítono Aldo Protti en el famoso
“Si puó”
ALDO PROTTI
PEDRO LAVIRGEN
Aquí oiremos a Pedro
Lavirgen en este pasaje esplendoroso
AUDIO - Pagliacci – Pedro Lavirgen – E” A veintitre ore”
PEDRO LAVIRGEN
Aquí
oiremos a Aldo Protti con Clara
Petrella en el dúo de Nedda y Silvio
AUDIO
- Pagiacci- Pedro Lavirgen – “Vesti la giubba “
Os
comento, que el señor Smith, quedo
impresionado de la voz de Pedro Lavirgen, No lo había visto cantar nunca, en el
“Met”. Por el tiempo sé que hizo algunas funcione en dicho teatro. En las
conversaciones que tenia con el señor Smith, al fin pude concertar una
entrevista, y fue el mismo día que íbamos a ver la Madama Butterfly, la función
empezaba a las 9:30 horas de la noche, y quedamos en una cafetería al lado de
su casa para merendar y a la vez intentar que me contara algunas vivencias de
cantantes que él había visto en la época de su trabajo Ya os contaré mi
entrevista con él.
Seguidamente
os voy a poner una grabación de I Pagliacci.
Hay grabaciones discográficas muy buenas, me decanto por la realizada por Zeffirelli con la Orquesta y Coro del Teatro la Scala y dirección de Georges Pretre con los interpretes y personajes: Placido Domingo (Canio), Teresa Stratas (Nedda), Juan Pons (Tonio) y Florindo Androlli(Peppe).
VIDEO IL PAGLIACCI- Zeffirelli- Pretre- Domingo- Stratas- Pons
CRÓNICA DE LA VANGUARDIA
Hay grabaciones discográficas muy buenas, me decanto por la realizada por Zeffirelli con la Orquesta y Coro del Teatro la Scala y dirección de Georges Pretre con los interpretes y personajes: Placido Domingo (Canio), Teresa Stratas (Nedda), Juan Pons (Tonio) y Florindo Androlli(Peppe).
VIDEO IL PAGLIACCI- Zeffirelli- Pretre- Domingo- Stratas- Pons
CRÓNICA DE LA VANGUARDIA
CRONICA
DE LA VANGUARDIA < CAVALLERIA RUSTICANA> (Mascagni). Y I PAGLIACCI. 26 noviembre 1965
La representación de «Cavalleria Rusticana y
Pagliacci, confirmo el éxito de sus principales interpretes
T
a n t o «Cavalleria» como su ineludible complemento «1 Pagliaccí» son óperas de
segunda fila, arquetipos de un teatro que a final de siglo empezaba a perder su
impulso a pesar del fulgor de la producción pucciníana de aquellos años.
Mascagni y Leoncavallo, pero, dieron en el clavo al escribir las únicas obras
que en realidad les proporcionaron fama y dinero. «Cavalleria Rusticana» hubo
una época—poco después de su estreno— que llegó a representarse, en una sola
noche, en más de cincuenta teatros de Italia. Es posible que su triunfo
meteórico no haya tenido precedentes y
en ninguna obra el éxito se ha debido tan directamente al carácter de la música,
ya que dramáticamente y escénicamente «Cavalleria» no es nada o máxime una
escena costumbrista siciliana con todos sus tópicos y sus calculados efectos.
Pero ciertamente la partitura (que a decir verdad y en sentido rigurosamente
musical es igualmente muy poca cosa) es comprensible que sedujera al público
fin de siglo, amante de la ópera italiana típica, porque no hay en ella aristas
ni zonas muertas.
Toda
la composición es un seguido dé curvas melódicas de penetrante sabor regional,
con sus momentos de gran expansión lírica y sus fases de ambientación á cargo
del coro y de algún episodio orquestal fácilmente descriptivo.
«Cavalleria
Rusticana» que t o d o el mundo conoce,
incluso ahora que ha pasado a ser un poco una obra de «relleno» en las
temporadas, este año se ha montado en el Liceo con singular acierto. Nada se ha
cambiado, desde luego, en la escenificación, pero nada tampoco no se ha
abandonado a la rutina. Vocalmente ha permitido descubrir a una soprano de
grandes facultades y confirmar las de un tenor español como Pedro Lavirgen que
si bien en otros géneros líricos de menos responsabilidad que la ópera tiene
ganado un amplio prestigio, no sospechábamos que sus posibilidades fueran tantas
en el dominio del gran teatro. Aunque ya se manifestó el año pasado en una
«Carmen» extemporánea, ha sido ahora cuando hemos oído lo que da de sí su voz
potente y segura en toda su extensión.
La
soprano búlgara Milcana Nicolova posee también una voz amplia e intensa de
expresivo timbre. Canta tal vez con algo de amaneramiento en el estilo pero no
hay duda de que es una artista de gran ímpetu. Con estos protagonistas junto
con Clara Betner, Agustín Morales y Pilar Torres,
«Cavalleria» resulta verdaderamente atractiva para el público que la ha
aplaudido con efusión sincera.
Creo
que estaremos de acuerdo en considerar «I pagliacci» una obra algo más
consistente que la anterior comentada. El tema argumental es sin duda un
acierto escénico, melodramático y elemental, eso sí, pero dé gran efecto visual
y, sí no me equivoco, totalmente original en lá ópera de su época. También bien la partitura, con toda su
superficialidad, tiene más atractivo y es indicadísima para el lucimiento de
cantantes doblados de actor.
El
papel de Canio —el papel que fue la máxima creación de Caruso y de nuestro
Hipólito Lázaro— lo ha interpretado el tenor Nikola Nikolov (qué no tiene nada
que ver con la soprano
Nikolova)
con voz robusta, regular en cuanto a potencia, pero fuertemente persuasiva en
las inflexiones dramáticas que alcanzan toda su gama en la última escena de la
obra, en la que el artista saca el máximo partido con aliento de cantante y
actor.
En
otros papeles hemos aplaudido a intérpretes conocidos. Aldo Protti canta el
célebre Prólogo muy bien y el papel de Tonio con magnífica propiedad.
Dolores
Pérez continúa con su buena voz y su dicción temperamental, muy apropiada para
el rol de Nedda. Juan
Lloverás
dice con muy buen gusto la parte de Arlequín, interviniendo oportunamente
Agustín Morales, Francisco
Paulet
y Emiliano Rodríguez.
En
ambas obras el coro realiza una gran labor y especialmente en «Pagliacci», además
de cantar justo y afinado, se mueve con naturalidad animando bien la escena. Lo
mismo el cuerpo de baile en una breve pero graciosa y atractiva coreografía de
Magriñá. El decorado de Emilio Burgos muy indicado y bien realizado.
Finalmente
el maestro Octavio Ziino merece una cita particularmente elogiosa por su nuevo
acierto en la preparación de la orquesta. Una prueba de este acierto es que él
y el conjunto sinfónico han sido largamente aplaudidos, incluso con bravos en
algún episodio dé la orquesta sola. Los cantantes lo han sido también, y mucho,
particularmente, Nikolova y Lavirgen. Sigue fluyendo d público al teatro. El
interés por las representaciones de esta temporada no declina afortunadamente. XAVIER MONTSALVATGE
GIACOMO PUCCINI
MADAMA BUTTERFLY (Puccini) 23
noviembre 1965. Director Franco Ferraris, con Virginia Zeani, Jaime Aragall,
Manuel Ausensi, Clara Betner.
Antológica,
fue la <Madama Butterfly> que se vio aquella noche en el Liceo de
Barcelona. Es de esas noches que se te quedan grabados para el resto de tu vida,
y de esas noches ya son muchas. Al cabo de los años, pienso en mis vivencias en
este Teatro del Liceo y yo mismo me asombro y me maravillo de lo que he visto.
Por gusto, fijaros, las <Madama
Butterfly>, que he presenciado en este teatro del Liceo : en el año 1955 a
Victoria de los Ángeles, en 1957 a Renata Tebaldi, en 1963 a Montserrat Cabellé
y en 1965 con Virginia Zeani. Yo como
aficionado a la ópera me siento un privilegiado, estoy seguro que muchos de
vosotros, sobre todo los jóvenes quedareis asombrados de este ramillete de
sopranos, y estoy ablando de <Madama Butterfly>, aún me quedan una gran
cantidad de cantantes que han pasado por mi retina y bajo mis criterios y
vivencias nos quedan unas cuantas
temporadas más por descubrir.
Con
esta ópera estamos de suerte, he podido encontrar una grabación “pirata” en audio de la representación, que se dio en esa misma temporada 1965-66, (Nota:
una parte del dúo de amor del 1º acto se perdió durante la retransmisión de
radio)en el Gran teatro del Liceo con Virginia Zeani, Jaime Aragall y Manuel
Ausensi, no podemos decir que es de alta fidelidad pero queda como un documento
histórico y más para mi persona, que asistí a todas las representaciones de
Madama Butterfly. El reparto completo es el mismo que está en la cabecera
TEATRO DEL LICEO
AUDIO – Tosca-1º Acto – Franco Corelli – “Recondita armonía “
TEATRO DEL LICEO
VIGINIA ZEANI JAIME ARAGALL
ENTREVISTA CON EL SEÑOR SMITH
Ahora,
os voy a contar parte de la entrevista “merienda” que hice con el señor Smith.
Habíamos quedado en una cafetería cerca de su casa, la misma
tarde noche que íbamos a presenciar la <Madama butterfly>. Fue muy
puntual, vino con la persona que le acompaña a todos los sitios pues va renqueando
y tiene que tener un apoyo para no caerse. Lo vi muy débil. El me decía que se
encontraba bien y tenía mucha ilusión de
ver a la pareja Zeani y Aragall. Yo estaba ilusionado, le dije que si no le
importaba que tomara algunas notas sobre las conversaciones que íbamos a tener
y me dijo que no, él sabía que yo no era ningún periodista y lo hacía por la
amistad y le gustaba hablar de su pasado y des sus experiencias. Lo que más me
interesaba de mi entrevista era conocer de su boca como eran las voces del
pasado que yo solamente los conocía del disco, y por las pocas grabaciones que
existían, (comprender que en aquellos años no existía el internet) y las nuevas
tecnologías aun no habían llegado. Yo notaba que cuando hablaba de los
cantantes que él había conocido, le cambiaba el aspecto de su cara y se transfiguraba
y hablaba con mucha vehemencia. Sobre el barítono Tita Ruffo, me comentó que tenía mucha competencia con el
también barítono Riccardo Stracciai, por los comentarios que pululaba por el público
aficionado, la empresa del Teatro Metropolitan,
se frotaban las manos porque ello era la forma de hacerle más publicidad para
la conveniencia del teatro. Me decía que eran dos voces muy opuestas, el Titta
Rufo era de una voz tosca y con un gran poderío, y Riccardo Stracciari era la
elegancia y el señorío vocal. Me hablo
de los tenores jóvenes, Corelli, Bjorling, Del Monaco, Tucker, y de las sopranos Tebaldi. Milanov, que
estaban cantando cuando el ya estaba preparando su jubilación, y me decía que eran muy buenos, pero que
había diferencia de los anteriores como Caruso, Gigli e incluso de Tito Schipa.
Me comento que el tenor que más se asemejaba a Enrico Caruso, era el tenor sueco Jussi Bjoerling. El publico
del “Met” era muy exigente y el señor Smith, me comentaba que el fallo que
tenía el aficionado Neoyorkino, era que habían varios grupos de aficionados que
cuando el cantante que actuaba no era
italiano le ponían pegas o al revés, es decir siempre había discordia,
sin embargo cuando cantaba Jussi Bjoerling había un respeto muy acentuado
y las ovaciones eran estruendosas.
Otro
tenor que le causo gran impacto fue Ferruccio Tagliavini, llego a cantar varios
años en el “Met”, y para él le dejo huella, porque no entendía como una voz tan
menuda llenaba el teatro. Esto mismo me
ocurrió a mi persona cuando le vi actuar aquí en el Liceo cantando <E´lisir
d´amore>.
El
tiempo se me hizo cortísimo, y ya se iba haciendo la hora de plegar las velas y
marcharnos al Liceo para ver <Madama Butterfly>. Cogimos un taxi
y nos encaminamos hacia el teatro.
Os
voy acontar una anécdota, que tuve con el señor Smith. En uno de los entreactos
de <Madama Butterfly>, el señor Smith, me cogió del brazo y mirándome a
la cara muy fijamente me dijo: me
gustaría que me hicieras un favor, (el cuatro de diciembre había la
representación de <Ballo in masachera>, y cantaba Richard Tucker), me gustaría
contactar con el tenor y darle un abrazo, me preguntó si yo podía hacerle ese
favor, la verdad es que me quedé algo perplejo, me quedé pensativo, y se me
encendió una luz y me vino al pensamiento mis amigos Pepe y Jordi, el que me
saca las entras y el encargado de hacer
los abono del Liceo. Yo le dije que para mí era difícil, pues no tenía ninguna
relación con la empresa del teatro. El me dijo, yo voy a escribir una nota que
va dirigida expresamente par Richard Tucker, (esa nota ya la tenía confeccionada), si este escrito llega a sus manos tengo la completa seguridad que
me va a recibir.
Al
día siguiente por la mañana contacte con mi amigo Jordi, y le expuse mi
situación, el también se quedó perplejo no sabía reaccionar. Me dijo que lo único que se le ocurría era contactar
con su amigo Pepe que trabaja en el
Teatro, era el que le proporcionaba las entradas y los abonos, le explicaría la
situación. Yo le comenté que tenía un
escrito del señor Smith dirigido a Richard Tucker. Quedamos en que me llamaría por teléfono. A
los pocos días, se presento mi amigo Jordi en mi trabajo, para recoger la nota
que tenia del señor Smith, y me comento que esa nota intentaría pasársela al tenor y ya sabrían darme alguna noticia. El
día de la representación, sábado cuatro, por la mañana, se presento otra vez en
mi trabajo, mi amigo Jordi para notificarme que había contactado con su amigo
Pepito con el tenor Richard Tucker, y este al leer el escrito, pregunto ¿dónde
estaba?, le dijeron que no estaba, que lo que quería era un encuentro con él.
Dicen que se quedó pensativo y le dijo al que le llevo la nota que para el
miércoles día 8 de diciembre fuera a verle a su camerino sobre la doce del
mediodía. Cogió un papel y le escribió una nota para que se la entregaran al
señor Smith. Nota que me entrego Pepe y
yo por la noche en la función del <Ballo in maschera> se la
entregaría.
Esa
noche cuando nos vimos en el teatro se
la entregué, y podéis imaginaros la alegría que tenia este hombre al saber que
iba a ver a este cantante. Cuando lleguemos a comentar <Un ballo in
maschera> ya os comentare más sobre lo sucedido.
CRÓNICA
DE LA VANGUARDIA DE MADAMA BUTTERFLY (Puccini) 24 noviembre 1965 Director
Franco Ferrari, con Jaime Aragall, Virginia Zeani, Manuel Ausensi, Clara
Betner.
NUEVAMENTE,
TRIO DE ASES EN LA REPOSICIÓN DE <MADAMA BUTTERFLY>
Virginia
Zeani es una de las cantantes más estimada en el Liceo
Desde
su Violeta en la «Traviata» de su presentación hace dos años (una Violeta ideal e insuperable, en opinión
de Karajan) y de su Mimí en la inolvidable «Bohéme» del año pasado, Virginia
Zeani
ha pasado de ser unas de estas pocas artistas que «se ha metido en el bolsillo»
a nuestro público, que le admira tanto por las calidades de su voz como por la
fuerza comunicativa de su personalidad y de su emoción, que parece fundirse
siempre con la idiosincrasia del
personaje que interpreta.
Jaime
Aragall ha consolidado esta temporada su prestigio liceísta, que también
cimentó el año pasado con la «Bohéme», al lado de la Zeani. El tenor barcelonés
hace honor a su popularidad con una entrega total a las necesidades de la
escena, pero sin caer en aquellas concesiones que en nuestro escenario tal vez exaltarían
fáciles entusiasmos, pero que acabarían por malograr las posibilidades de
ampliar sus triunfos en otras latitudes donde ya goza de una seria
consideración.
Manuel
Ausensi hace tiempo que es una figura, un puntal firme en las representaciones
del Liceo, que alterna con éxitos infalibles y constantes en muchos teatros de
Europa y América.
La
voz la experiencia, y la prestancia da Ausensi son, aquí y en todas partes, una
garantía de calidad y equilibrio en cualquier ópera en la que tenga su papel da
barítono protagonista.
Con
este trío de ases es imaginable lo que fue la «Butterfly» de ayer, esperada con
avidez por un público que llenó el teatro y recibida con unánimes manifestaciones
de agrado. La representación, con un tan numeroso auditorio, puso en evidencia
tanto la adhesión a unos intérpretes como la realidad del éxito de Puccini que
perdura hasta nuestros días mantenido por una ópera como «Madame Butterfly»
donde hay tanto de artificio, donde incluso la calidad indudable de ciertos momentos
de la partitura, alterna con otros episodios de una banalidad francamente
sentimentaloide. Falso exotismo en la escena, (verismo) formulario en el acento
lírico y melodramatismo primario, son características de esta «Madame
Butterfly» que no obstante sigue calando en el gusto de miles y millones de
personas aficionadas a la ópera. Hay que aceptarlo como un fenómeno curioso,
explicable en todo caso a través de la enorme ciencia operística con que fue
escrita la partitura, resumen de la experiencia teatral y de la habilidad de
Puccini en alcanzar la fibra más sensible de su público después de habérselo
ganado con la lírica elegante del «Manon Lescaut», la poesía romántica de la
«Bohéme» y la crudeza dramática de «Tosca».
El
drama de la desgraciada de Cio-Cio San» con su «harakiri», sus cerezos en flor,
con el telón de fondo de la escuadra norteamericana anclada en Nagasaki, aún se
interpreta con sinceridad y vale decir que cuando lo escuchamos en la voz de
una cantante y una actriz extraordinaria como Virginia Zeani, poco nos falta
para que llegue a conmovernos. Ayer, esta magnífica soprano ganó la voluntad de
todos al margen de cualquier consideración que hiciéramos respecto a la
profundidad de la obra y autenticidad
del personaje que encarnaba. Nos convenció como lo había hecho el año pasado en
la «Bohéme» por el calor emotivo de su voz en la que, a pesar de un cierto tono
mate en la zona media de su registro, se conjugan la agilidad de una bellísima coloratura
con la tensión expresiva propia de una soprano dramática. Excuso decir que, a
juicio del público, la artista alcanzó el máximo de su intensidad emocional en
los episodios clave; el «Viene la sera» del primer acto al lado de Aragall, el
celebérrimo «Un bel di vedremo» del segundo y al final, en el «Tu, tu, piccolo
iddio», subrayados con la multiplicación en intensidad y duración de los
aplausos.
El
papel de Pinkerton parece hecho a medida para la voz de Jaime Aragall. Lo canta
con desenvoltura, natural en los agudos y justamente contenido en la dicción a
lo que ha vuelto a proporcionarle un triunfo provocando mucho entusiasmo, sobre
todo en el dúo con la Zeani en el primer
acto.
Igualmente,
a Manuel Ausensi le hemos admirado siempre como Sharples. Ahora, una, vez más
ha, dado humanidad al personaje sin declinar en sus impulsos de cantante en la
plenitud de sus facultades.
En
su nueva actuación la «mezzo» Clara Betner estuvo discreta como «Suzuki», y en
otros papeles cumplieron bien M. ª Teresa Casabella, Diego Monjo, Gino Calo,
Juan Rico y Rafael Campos. Las Intervenciones del coro se distinguieron por su
corrección. Orquestalmente, la representación fue bien llevada por el maestro
Franco Ferraris, otras veces señalado en nuestros comentarios liceisticos por
su capacidad en librarse de la rutina consiguiendo una versión instrumental cuidadosa
en los detalles
y
con capacidad para estimular la tensión emotiva tanto de los cantantes como del
conjunto sinfónico. Frans Boerlage cuidó de mantener el ritmo de la acción
según los cánones que la tradición ha impuesto, a la que se adaptaron también
los decorados, bastante mediocres. No acertamos a comprender cómo la
multi-centenaria «Butterfly» que en el Liceo se ha representado más de cien
veces, no sugiere a los empresarios una renovación profunda de la
escenificación. El arte y el costumbrismo japonés están ahora de moda y un buen
decorador—un Manolo Muntañola, por ejemplo— podría realizar una maravilla de
buen gusto, de novedad e incluso de realismo ambiental que substituyera esta
pobre imagen de tarjeta postal iluminada que se arrastra por los escenarios
(por todos los escenarios del mundo). Sin duda se obtendría un espectáculo
visual de calidad y originalidad únicas. XAVIER
MONTSALVATGE
GIUSEPPE VERDI
UN BALLO IN MASCHERA (Verdi) 4
diciembre 1965 Director Laszlo Halasz, con Richard Tucker, Manuel Ausensi, Amy
Shuard, Ines Rivadeneira
Este
es mi segundo <Un ballo in maschera>, la anterior fue en la temporada
1961-62, con Giuseppe Di Stefano y Marcella Pobbe. Si tuviera que elegir cuál
de las dos me gustó más, no tengo ninguna duda, me quedo con la versión de
Richard Tucker, su voz se adaptaba más al rol de< Riccardo>. Tucker tiene
más vehemencia y mucha más fuerza en su voz, que la de Giuseppe Di Stefano,
estos son mis pareceres.
Como
sabéis, cuando le di al señor Smith la nota que le escribió al cantante Richard Tucker, noté que se les
humedecieron sus ojos y estuvo a punto de llorar. En la nota escrita por el
tenor le notificaba que el día 8 miércoles, le esperaba en su camerino a las
doce y media del medio día.
Al
despedirme esa noche del señor Smith, ya quedamos para el 21 de Diciembre, en
vernos para felicitarnos las fiestas, (ya que para el veintidós de este mes me
iba de vacaciones unos días a pasar la navidades a mi querido Alicante) y a la
vez que me contara como le fue su encuentro con Richard Tucker. El hombre
propone y Dios dispone. ¿Quién me iba a decir que esa noche fue la última vez
que vi al señor Smith? Como os dije había quedado el miércoles 21 a las 18
horas en la cafetería que estaba al lado de su casa, en la Plaza del Ángel. Al
rato de estar esperando en dicha cafetería, se me ocurrió decirle al camarero
que me atendió, si conocía al señor
Smith, si, me dijo que le conocía, y ahí fue cuando me contó que, hacía unos
días había fallecido. Se puso muy malo y tuvieron que llevarlo al hospital,
donde allí falleció. Estoy escribiendo
esto y se me está haciendo un nudo en la garganta, fue una persona que le había
cogido mucho cariño y sé que conmigo
había encontrado la forma de desahogarse contándome sus historias y vivencias
del Metropolitan de New York.
De
la reunión que tuvo con el tenor Richard Tucker, se por mediación de Jordi, que fue el que lo espero en la puerta del
Liceo, para llevarlo a su amigo Pepito y este llevarlo al camerino, siempre
acompañado del hombre que atendía al señor Smith. Mi amigo Jordi, me comento que habían estado juntos con el
tenor hasta la dos de la tarde y salieron juntos del teatro. Mas ya no me
pudieron decir. Esta fue mi pequeña, fructífera y desdichada historia del señor Smith. Lo único que se me ocurre decir es que Dios lo tenga en la
gloria y descanse en paz.
Seguidamente escucharemos a Richard Tucker en varios fragmentos del <Ballo>
RICHARD TUCKER
AUDIO Un Ballo in maschea "Ma se m´e forza perderti"
Seguidamene os voy a poner en audio la grabación de esa misma noche que se cantó en el Liceo en el año 1965, he podido encontrarlo en YouTube. Interpretes y personajes: Richard Tucker (Riccardo), Manuel Ausensi (Renato), Ami Suhard (Amelia), Ines Rivadeneira (Ulrica) y Angelina Arena (Oscar) Orqesta y Coro del Gran Teatro del Liceo con dirección de Laszlo Halasz.
CRÓNICA DE LA VANGUARDIA
CRONICA DE LA VANGUARDIA. UN BALLO IN MASCHERA (Verdi). 7 diciembre 1965. DirectorLaszlo Halasz con
Richard Tucker, Manuel Ausensi, Amy Shuard, Ines Rivadeneira.
Richard
Tucker, protagonista excepcional de <Un ballo in maschera) representado en
un clima de entusiasmo para las primeras figuras del reparto.
Desde las primeras notas del preludio hasta las últimas del desenlace,
la partitura de «Un ballo in maschera» es un verdadero compendio del estilo
operístico de Verdi, con todos sus mejores rasgos de teatralidad, con toda la
agilidad y penetración expresiva de la línea melódica y con los mejores
testimonios de una maestría en el uso de la orquesta como elemento de
ambientación y como materia susceptible de estructurar psicológicamente los
personajes del drama. No olvidemos que la obra pertenece al llamado período de
transición verdiana. En «Un bailo in maschera» no hemos llegado todavía a la
rotundidad de «Aida», ni mucho menos al
progreso en todos los órdenes que se va
acusando «in crescendo» en el resto de
Ia producción del compositor, hasta alcanzar la plenitud del
«Falstaff»,
pero quedan atrás ya mu chas debilidades de «Rigoletto», «Trovatore» y «Traviata»,
y el músico pudo decir frente al libreto
del dramaturgo francés Scribe, que «encontraba en él demasiados
convencionalismos operísticos que nunca me han gustado y que ahora encuentro
intolerables». La verdad es que en la versión de «Un bailo in maschera», que
Antonio Somma realizó partiendo del nudo argumental describe, lo melodramático
y lo absurdo tampoco queda eliminado y sólo la potente personalidad de Verdi
logró que podamos prescindir de estos defectos, que pertenecen a las
tradiciones teatrales de una época y de un país que sería ahora absurdo juzgar
sin la perspectiva a que obliga el transcurso de más de un siglo que separa el
estreno de «Un bailo in maschera» de nuestros días. El compositor en esta ópera
no se aparta de un sistema y una estética a la que llegó a, través de más de
veinte piezas teatrales compuestas antes de la aludida. Naturalmente, todo es
fórmula en el argumento de «Un bailo jn maschera», con su sucesión de intrigas,
amores culpables y venganzas, pero la música, la palpitación continua de la
melodía y el interés constante de la orquesta hacen de esta fórmula un prodigio
de vitalidad que probablemente ningún compositor posterior a Verdi supo utilizar
tan hábilmente, con tanto sentido del claroscuro entre el drama y la ironía.
«Un
bailo in maschera» es una de estas realidades perfectamente emplazadas en la
evolución del teatro lírico italiano, circunstancia que le otorga un puesto
inamovible en las temporadas de ópera. Mientras existan voces para la escena,
< Un ballo in maschera> asomará periódicamente en los teatros. En el
Liceo figuró últimamente en la temporada de 1961-1962, teniendo por protagonista a Giuseppe Di
Stefano. Excuso decir que este antecedente obligaba ahora a confiar el papel de
Riccardo a un tenor que no desmereciera el imborrable recuerdo de aquellas
representaciones, cosa que se ha conseguido con creces. Posiblemente nadie —o
muy pocos — podían dar tanto relieve al papel protagonista de la obra como el
tenor norteamericano Richard Tucker
Prescindiendo
del calificativo de «nuevo Caruso» que la propaganda ha querido aplicarle
(inadecuado, por otra parte, a las características de su timbre vocal), Richard
Tucker es un cantante para electrizar al público operista. Está en posesión de
todas las facultades para conseguirlo: una voz rotunda en todos los registros,
vibrante, segura y de un fulgor en los agudos que no es extraño actúe como
fulminante de los más alborotados entusiasmos. Estos evidentemente se
produjeron en la representación del sábado y los consideramos justificados,
aunque nosotros admiramos en el artista otras facetas menos ostensibles de su
arte: una voz rotunda en todos los registros, vibrante, segura y de un fulgor
en los agudos que no es extraño actúe como fulminante de los más alborotados
entusiasmos. Tucker al cantar en el Liceo ha hecho su presentación en Europa.
Dentro de poco va a confirmar su valía en el Scala, de Milán. Es seguro que el
triunfo no le puede fallar, porque estamos seguros que cualquier público deberá
reconocer en él facultades de excepción.
A
su lado cantó, también por primera vez en el Liceo, la soprano inglesa Amy
Shuard. Digamos en seguida que la consideramos una artista digna de figurar en
el reparto como oponente a Tucker. Al
decir esto prescindimos de algún fallo que se acuso en su interpretación vocal.
Amy Shuard es una gran artista, con un dominio absoluto del papel de Amelia que
se le confió y al que hizo honor subrayando el contenido emotivo del personaje
y teniendo muy en cuenta que Amelia es acaso la primera heroína del teatro de
Verdi que tiene verdadera consistencia humana. A ella fueron también dedicadas
muchas ovaciones aunque la superó en conquistarse al público nuestro admirado
Manuel Ausensi, perfecto en el papel a e Renato. Ausensi, cuya voz y estilo no
es necesario exaltar de nuevo, es un artista completo e inteligente, que se
adapta hábilmente a cualquier característica del personaje que interpreta. Esta
razón hace que Renato —una figura en la que los perfiles melodramáticos son
constantemente exagerados— adquiera en la acción a través de Ausensi un relieve
de singular emotividad.
La
«mezzo» Inés Rivadeneyra interpreta con aplomo y absoluta propiedad el papel de
Ulrica, manifestando una particular musicalidad y una excelente escuela vocal.
La soprano australiana Angelina Arena (Oskar) queda también perfectamente
situada en el papel, y lo mismo podemos decir de Gino Calo, Juan Rico, Emiliano
Rodríguez y Diego Monjo, así como del coro, muy disciplinado, y el «ballet» en
su intervención circunstancial.
Lleva
la batuta de la orquesta el maestro Lazlo Halasz, que en repetidas ocasiones
—hace algunos años— ya se impuso en el Liceo como concertador experto, con una
cultura operística muy vasta que le permite mantener el clima adecuado a una
representación italiana. Halasz sacó el máximo partido de la orquesta,
sincronizándola perfectamente con los cantantes. Nada que señalar respecto a la
presentación escénica, cuidada y tradicional,
Durante
la función las manifestaciones de agrado se sucedieron, interrumpiendo en
varias ocasiones el espectáculo. Hubo aplausos, bravos y gritos en una
atmósfera de verdadero entusiasmo, acrecentado a la hora de los saludos
individuales ante la cortina. El teatro estaba completamente lleno y sin
exageración podemos consignar que en este «Ballo in maschera» la temporada
liceística ha llegado al cénit de su esplendor.
XAVIER MONTASLVATGE
COMPAÑÍA MEJICANA DE OPERA, LA
MULATA DE CORDOBA, CON Placido Domingo Marco A. Sarabia Isidoro Gavaria
A
decir verdad, en aquellos años no se sabía aun quien era Placido Domingo,
acababa de llegar de Tel-Aviv, donde estuvo con un contrato de dos años, y cuando
debuto en el Liceo, llevaba unos meses cantando en México y haciendo unos esporádicos
viajes a Washington, New York City,
Boston y Filadelfia, aquí en Barcelona actuó en tres funciones 1, 4, y 8 de
enero con una compañía Mexicana que llevaba como repertorio, <La mulata de Córdoba><Severino>
y <Carlota>. Asistí a la última función, y la realidad fue, que el tenor
Placido Domingo pasó desapercibido, el que fuera por los tiempos una eminencia
lirica. En mi “diario” no tengo nada resaltado y como comprobareis en la reseña
de la Vanguardia paso lo mismo.
De
estos tres relatos, no he podido encontrar nada. Lo único es un fragmento de
<La mulata de Cordoba>, que canta Rolando Villazón. Os lo voy a poner para
situaros del tipo de música, que la realidad no tuvo mucho éxito.
CRÓNICA DE LA VANGUARDIA
CRONICA
DE LA VANGUARDIA, VOMPAÑIA DE OPERA MEJICANA.
Placido Domingo, Marco A. Sarabia, Isidoro Gavara.
«LA MULATA DE CÓRDOBA», «CARLOTA»
Y «SEVERINO», TRES OPERAS MEJICANAS
Las
obras de tres compositores mejicanos actuales furon presentadas ayer en el
Liceo por los artistas del Teatro Bellas Artes de la capital hispanoamericana.
José Pablo Moncayo, Luis Sandi y Salvador Moreno, autores de las piezas
aludidas en el título, han realizado una labor estimable a favor de un teatro
nacionalista de su país. Sus obras, sin ser elementalmente folklóricas, se
basan escénicamente en temas o leyendas
mejicanas, aunque los elementos del canto y los ritmos autóctonos no
trasciendan por igual en sus partituras.
En
realidad, ninguna de las tres realizaciones son óperas en el sentido
substancial de la palabra, sino estampas episódicas, aproximaciones a un género
que requiere un contenido dramático y un desarrollo escénico no alcanzado, ni
tal vez pretendido, por los compositores que acaban de darse a conocer.
«La
mulata de Córdoba», de José Pablo Moncayo está basada en un libreto de Agustín
Lazo y Xavier Villaurrutia que relata la leyenda de una hermosa mujer dotada de
la prodigiosa singularidad de no envejecer nunca. Acusada por la Inquisición a
causa de sus maleficios, desaparece misteriosamente al final del juicio del
Santo Oficio, al que ha sido sometida, junto con el hombre que la amaba,
proyectándose después, como una visión, sus imágenes navegando en una carabela,
en los muros de la iglesia donde se celebró el indicado juicio. Este relato
vago, incompleto e incomprensible, está escenificado con máxima simplicidad
teniendo por fondo, en los tres cuadros de
que se compone, la plaza mejicana de Córdoba, la de Santo Domingo y el
interior del templo. Todo queda desdibujado, pálidamente poetizado, y la
música, sin caer en vulgaridades se mantiene
en
un clima convencional, suavemente lírico. Canta el papel principal de
«Soledad», la mulata cordobesa, la «mezzo» Guadalupe Solorzano, en realidad una
soprano, ya que es en el registro agudo que luce un bello timbre, expresivo y
potente. El protagonista masculino, «Anselmo», corre a cargo del tenor Plácido
Domingo, de voz cuantitativamente regular pero muy dúctil y agradable. En otros
papeles destacados se manifiestan dos buenos barítonos; Marco Antonio Saldaña e
Isidoro Gavari, el primero de los cuales actúa también como regista de las tres
obras, y nuestro Juan Lloverás, correcto y sensible como siempre. Los decorados
de Eugenio Servin, son elementales pero de buen gusto. El coro interviene
ajustado y con buena afinación.
«Carlota»
destaca en el aspecto musical. La partitura de Luis Sandi revela en el aspecto
orquestal una notable inquietud aunque no despase el área del lenguaje armónico
conservador. Escénicamente se reduce al episodio napoleónico del emperador
Maximiliano y la emperatriz Carlota en el momento de la detención de aquél, en
el palacio de Chapultepec por las tropas mejicanas liberadoras del país. La
acción no existe pero es hábil la manera de presentar él hecho como en una
cinta cinematográfica cuya proyección se interrumpe periódicamente mientras dos
recitantes simbolizando «La Patria» (Dora Santacreu) y «El Destino» (Viviano
Valdés), explican el sentido de
lo
que se representa con frases elocuentes del poeta Francisco Zendejas. Alternan
pues, los momentos extáticos de los breves relatos, ambientados en un baile
palaciego, con los postreros diálogos de Maximiliano (Plácido Domingo) y
Carlota, encarnada por la soprano Maritza Alemán que canta muy bien y con
acento emotivo y convincente, interviniendo también circunstancialmente Juan
Lloveras (Coronel López) e Isidoro Gavari (Bazaine), además del cuerpo de baile
que da atmosfera a la situación y evoluciona acernadada mente en la
interpretación de un vals <a la francesa> y una brillante mazurca.
«Severino»,
de Salvador Moreno, es un típico Auto o Retablo navideño, finamente poético,
directamente popular en la acción que transcurre en varias escenas hilvanadas
por la presencia de Severino, el pastor caminante que no encuentra, en su
constante vagar, más que la miseria y la muerte hasta llegar al encuentro de
José, el carpintero, y de las gentes sencillas que celebran el nacimiento del
Niño con bailes y canciones, lo que ilumina definitivamente su vida. La música
subraya levemente la leyenda con melodías que suponemos populares acompañadas
por una orquesta sin complicaciones, con una armonía de distinguida factura que
en algún momento, al final sobre todo se escapa hacia la zona atonal sin perder
sus coloraciones mates y discretas. Imaginamos este <Severino> perfumados
por esencias mejicanas.
Sus
intérpretes son los mismos de las obras anteriores a los que se incorporan
Margarita Goller, María Teresa Casabella, Pilar Torres, el coro y el «ballet»
que interpreta al final una danza folklórica muy vistosa. Destaca entre todos
Guadalupe Lozano, el «Severino» que canta con atractiva entonación y emotividad
durante toda la representación.
La
obra está presentada poetizando todas las escenas. Los evocadores decorados de
Eugenio Servin son muy adecuados a pesar de que el poco preciso uso de la
luminotecnia se acusa, desmereciendo el efecto visual.
Dirige
con autoridad la orquesta el maestro Salvador Ochoa. Ayer, los tres estrenos
fueron celebrados cordialmente por un público numeroso y favorablemente
dispuesto que aplaudió la presencia de los intérpretes frente a la cortina y
reclamó la presencia del compositor Salvador Moreno que saludó al final del
espectáculo. XAVIER MONTSALVATGE
GIUSEPPE VERDI
IL
TROVATORE (Verdi) 13 enero 1966. Director Carlo Felice Cillario, con Montserrat
Caballé, Fedora Barbieri, Umberto Borso, Kostas Pasakalis, Alfonso Machica.
¡¡Apoteósica
noche!! Como estas, ya van unas cuantas. Es muy sencillo de explicaros lo que
ocurrió: fue la conjunción de los intérpretes, coros y orquesta, que dieron
todo lo que tenían y un poco más. En el ambiente del quinto piso había un run,
run, debido a que se había anunciado que Carlo Bergonzi (enfermo) iba a ser
sustituido por el tenor Umberto Borso, ya conocido por el público liceísta. El
aficionado se había hecho ilusiones con la participación de Carlo Bergonzi,
tenor que ya había dejado huella en el público del Liceo. Ahora, la papeleta la
tenía el sustituto Umberto Borso, que años atrás, había dejado una gratísima
actuación con el caballero Des Grieux de Manon Lescaut de (Puccini). De todas
formas el ambiente estaba algo tenso. En el momento que hizo entrada Manrrico
cantando su canción del “trovador”, se disipo enseguida y ahí vino la
apoteósica actuación de todos los cantantes. Montserrat estuvo inmensa y qué
decir del tenor Umberto Borso, se metió como vulgarmente se dice, al público en
el bolsillo. El barítono Kostas Paskalis nuevo aquí en el Liceo dejo huella de ser un
gran actor y a la vez cantante y finalmente la <Azucena> de Fedora
Barbieri, espectacular. Todo esto hacemos una unión con orquesta y coro, sale un producto que el
público supo saborear y respondió con bravos, y salidas a la escena infinidad
de veces.
En
un entreacto, fue homenajeada a Montserrat Caballé y le entregaron la Insignia
de la Orden de Isabel la Católica, que recientemente el Gobierno español le
concedió.
Como
veréis otra noche de “fabula” y ya van bastantes.
He encontrado en YouTube la grabación en audio completa de dicha función y os la expongo para que podáis verificar mis comentarios. Para dicha función estaba anunciado la actuación del tenor italiano Carlo Bergonzi pero debido a una indisposición fue sustituido por Umberto Borso. el reparto es el siguiente, interpretes y personajes: Umberto Borso (Manrico), Montserrat Caballé (Leonora), Fedora Barbieri (Azuzena),Kostas Paskalis (Luna), Alfonso Marchica (Ferrando). Orquesta y Coro del Gran Teatro del Liceo todos ellos con la dirección de Carlo Felice Cillario.
GRAN TEATRO DEL LICEO
IL TROVATORE 1966- Liceo- Cillario- Caballé-Borso- Barbieri- Paskalis
CRÓNICA DE LA VANGUARDIA
CRONICA DE LA VANGUARDIA DEL TROVADOR (Verdi) 14 enero 1966. Director Carlo Felice Cillario, con Montserrat Caballé, Umberto Borso, Kostas Paskalis, Fedora Barbieri, Alfonso Machica.
GRAN TEATRO DEL LICEO
IL TROVATORE 1966- Liceo- Cillario- Caballé-Borso- Barbieri- Paskalis
CRÓNICA DE LA VANGUARDIA
CRONICA DE LA VANGUARDIA DEL TROVADOR (Verdi) 14 enero 1966. Director Carlo Felice Cillario, con Montserrat Caballé, Umberto Borso, Kostas Paskalis, Fedora Barbieri, Alfonso Machica.
La esperada reaparición de Montserrat
Caballé fue clamorosamente celebrada por el público que ovacionó también con
entusiasmo a los demás protagonistas de «El
T r o v a d o r », de Verdi
En un intermedio de la
función, y en acto de homenaje, le fueron impuestas a la cantante catalana las
insignias de la Orden de Isabel la Católica, con las que recientemente ha sido
condecorada por el Gobierno español
Hace solo unos minutos que ha
terminado con la coda de unas ovaciones entusiasticas, la representación del
<Trovador>. En la pagina de la música que se insertara en la edición de
mañana, publicaremos el articulo critico de esta brillantisima función liceista
imposible de comentar en esta reseña de urgencia. No podemos, pero, dejar de
reflejar el triunfo conseguido esta noche por los principales interpretes de la
famosa ópera de Verdi y en especial por la soprano Montserrat Caballé que ha
hecho su reaparición en el primer escenario barcelones despues de sus resonantes éxitos
últimamente alcanzados en Norte y Sudamérica. Montserrat Caballé ha estado
magnifica siendo
emocionadamente
acogida por el público que también ha
dedicado aplausos y bravos a los restantes artistas del reparto, en especial a
Fedora Barbieri que interpretaba el papel de Azucena y al barítono griego
Kostas Paskalis que ha hecho su presentación dando singularísimo relieve al
papel de Conde de Luna.
La
substitución de Carlo Bergonzi que se halla enfermo y que debía encarnar el
personaje de Manrique, por el tenor Umberto Borso, ya conocido de los liceístas,
produjo «a priori» un cierto desencanto que el artista últimamente aludido supo
trocar en éxito personal. Al terminar el acto tercero en el que tiene su
intervención más destacada, debió corresponder con varias salidas solo ante la
cortina, a las ovaciones del público que ha llenado el Liceo como en las noches
más solemnes de espectáculo.
En
el transcurso del último intermedio, en el escenario donde se habían instalado
los operadores de Televisión Española, se reunió la Junta de la Propiedad y la
Empresa del Liceo así como un gran número de amigos y admiradores de Montserrat
Caballé para asistir al homenaje que se le tributó concretándose en el acto de
imponerle, don José Miguel Ruiz Morales, como presidente de (Música en
Compostela) y en nombre del ministro de Asuntos Exteriores, las insignias de la
Orden de Isabel la Católica con las que el Gobierno español la ha distinguido
en reconocimiento de su labor a favor de la divulgación de la música española
fuera del país.
El
señor Ruiz Morales pronuncio unas palabras extraordinariamente simpáticas y
halagadoras par Montserrat Caballé de quien dijo que su carrera artística
<había alcanzado actualmente un vuelo espacial>. Hizo alusión también a
las principales etapas que habían conducido
a la cantante catalana a su actual fama internacional, desde sus
primeros conciertos y debut en el Liceo
y su participación en los cursos de <Música de Compostela>, hasta sus
sucesivos triunfos extranjeros, en los fesivales de Lucerna y Edimburgo y
recientemente en los teatros de las dos Américas.
Montserrat Caballé, quien había pedido que la
imposición del Lazo de la Orden de Isabel la Católica tuviese lugar en el
escenario del Liceo donde se enorgullece de haber alcanzado los primeros éxitos
definitivos, contesto a las palabras del señor Ruiz Morales haciendo extensivo
su homenaje a su maestra – Conchita Badia una de ellas- a su empresario y a
todas las cantantes españolas – Victoria de Los Ángeles, Teresa Berganza, Pilar
Lorengar, Consuelo Rubio, Enriqueta Tarres, entre otras- que procuran con su
arte difundir el prestigio nacional fuera de nuestras fronteras. -XAVIE
MONTSALVATGE
EL
JUEVES, EN EL GRAN TEATRO DEL LICEO
UN
BRILLANTE <TROVADOR> 15 enero 1966
<Il
Trovatore>, de Verdi, prototipo de melodrama decimonónico con sus intrigas,
desenfreno, desafíos, torturas y asesinatos vindicativos presentados en escena
al compás de valses y mazurcas, ha vuelto al Liceo por 232, vez desde que se
dio a conocer aquí, un año después de su estreno en el Teatro Apollo de Roma en
1853. Lo dicho es suficiente para cancelar toda crítica de la obra, aunque con
el paso del tiempo haya sido juzgada muy diferentemente. Un siglo atrás, «II
Trovatore» representaba el realismo puro y una revolución en el arte de
convertir en música y en desplantes líricos el dramón que escribiera Antonio
García Gutiérrez para estrenarlo en Madrid diecisiete años antes de que el
libretista Cammarano adaptara el asunto y Verdi hiciera del mismo una ópera al
gusto de la época. Después se ha dicho que en «II Trovatore» se hallaba la
quinta esencia del genio verdiano y, más tarde, se ha citado como ejemplo de
caducidad y arbitrariedad escénica y musical. Lo cierto pero, es que el más que
centenario «Trovador» sigue en pie, como fuera del mundo, opuesto a todas las
exégesis estéticas vigentes, acaso por una sola razón: porque consigue ser, de
la manera más sencilla y con una sarta de melodías que cualquier hombre, mujer
o niño puede tararear a gusto, una verdadera «ópera para cantantes». A esto podríamos
añadir que guarda en secreto, por debajo de su superficialidad y de sus trucos
musicales: la realidad, de una construcción escénica hábil, en la que discurre
la inagotable vena melódica y fantasía creadora de Verdi, «el gigante», como le
llamó Stravinski. Un Verdi indudablemente inferior al de sus últimas obras,
pero ya camino de ellas con este «Trovatore», equidistante de <Rigoletto>
y <Traviata>
El
hecho es inconcebible, pero también inopinable y manifiesto: el público operista
sigue fiel a la popularidad de la obra y encuentra perfectamente justificado
que se escoja para los mejores cantantes. No es raro pues que a la llamada de
«II Trovatore» de esta temporada, la gente respondiera llenando el teatro muy
bien dispuesta para animar con sus aplausos a los intérpretes.
A
pesar de que la partitura de Verdi representa un verdadero pugilato vocal en el
que se equilibran con igual brillantez las intervenciones del cuarteto soprano-tenor-contralto-barítono,
el interés general de los espectadores recayó en !a reaparición de Montserrat
Caballé, después de que un teatro como el Metropolitan de Nueva York la
acogiera como una de las primeras cantantes mundiales. Montserrat Caballé ha
tenido siempre aquí muchas simpatías pero el espaldarazo americano ha servido para
que este cariño y admiración se manifestaran ostensiblemente. Su triunfo como
«Leonora» en «El Trovador» ha sido total, y muchos oyentes han descubierto
ahora el mágico grado de pureza a que llega su voz, filada con una morbidez
única, potente, limpia y, sobre todo, de una emotividad expresiva indeclinable
en todos los registros. Los dulces y seráficos pianísimos de la Caballé
arrebatan fácilmente pero nosotros preferimos escucharla en las
inflexiones de intensidad media, donde
su timbre resulta de una exquisita calidad. No hay duda de que Montserrat
Caballé está en la plenitud de sus posibilidades, y ahora lo ha demostrado con
una interpretación verdiana de primer orden y de tanta substancia lírica como
intensidad dramática.
Los
liceístas también volcaron su entusiasmo a favor de la versión que dio la
«mezzo» Fedora Barbieri del violento «rol» de «Azucena». Aunque encontramos un
tanto excesivas las sacudidas dramáticas que esta excelente artista imprimió a
su dicción, especialmente en el popular «Stride la vampa», aplaudimos
nuevamente la teatralidad de Fedora Barbieri, el torrente de su voz y de su
temperamento.
La
ausencia de Carlo Bergonzi (el artista primeramente anunciado y que no actuó
por hallarse enfermo) diluyó un poco la atención por el papel de tenor. La
«papeleta» fue transferida a Umberto Borso, a quien habíamos escuchado años
atrás al lado de la Tebaldi. Borso es un tenor de gran oficio y de facultades
suficientes para no quedar mal. Con ímpetu y seguridad hizo todo su papel de
«Manrique» y, al llegar al momento de
mayor compromiso —huelga decir que nos referimos a la conocida «Di quella
pira»— el auditorio se rindió con entusiasmo a la realidad de una voz y un
estilo idóneo para la obra.
Llamó
la atención un artista nuevo en el Liceo: el barítono griego Kostas Paskalis.
Hacemos una leve reserva a cierta circunstancial, casi imperceptible destemplanza
en su afinación para decir que este cantante, en cuanto a voz y a personalidad,
es de los mejores que han sido incorporados a la lista de esta temporada. Canta
con temple, con magnífica escuela y tiene la natural apostura de un verdadero
actor. Es previsible que hará (como parece está previsto) un «Scarpia» de
primera categoría en la «Tosca» del jueves próximo.
Como
«Conde de Luna» en «El Trovador», estuvo a la altura de lo mejor que podía
esperarse y el público lo reconoció con ovaciones, especialmente después de «II
balen del suo sorriso», del acto segundo.
Alfonso
Marchica fue un aplomado y vigoroso <Fernando> y en otros papeles
intervinieron con acierto María T. Batlle, Juan Lloveras y Raúl Montero.
El
coro tuvo sus múltiples intervenciones musicalmente afortunadas y la dirección
escénica de Renzo Frusca, fue eficaz, beneficiándose de unos decorados de calidad superior a lo que es corriente en
las representaciones de la obra.
Finalmente,
la representación fue llevada desde el podio de director de orquesta por el
maestro Carlo Felice Cillario, a quien en tantas ocasiones hemos encontrado un
auténtico servidor de la veracidad de las partituras además de un concertador
experto y un aliado de los cantantes para hacerles lucir sin traicionar el
contexto musical de la obra. Carlo Felice Cillario es un artista inteligente,
fino y máximo conocedor de la ópera italiana. Con él en el primer pupitre esta
vez y siempre, hemos tenido la garantía de una bella y viva interpretación y de
una orquesta bien controlada. XAVIER MONTSALVATGE
GIACOMO PUCINI
TOSCA (Puccini) 20 enero 1966.
Director Carlo Felice Cillario, con Regine Crespin, Renzo Frusca, Carlo
Cosutta, Kostas Paskalis.
Esta
es, de las noches que sales del teatro un poco aturdido, disgustado, no sabes a
qué atenerte. Os explico: los aficionados, que ya tengo amistad con ellos y
comparto criterios, salieron muy disgustados
con la soprano Regine Crespin, no concebían que en el aria cumbre de el <vissi d´arte> hubiera fallado,
el decir fallado es que le falto algo de
fiato y no le salió como todos esperábamos. No hubo abucheo pero se noto una
gran frialdad en la reacción del público y sobre todo por la parte de quinto
piso. Yo personalmente no me incluyo, recuerdo
por los años que han pasado y la experiencia que he cogido, me afecta mucho que
el aficionado sea tan intransigente. Una
cosa es que no sepa cantar ni
interpretar y otra cosa es que un cantante
en un momento dado suele rascar alguna nota debido a falta de fiato o
incluso al haberse atragantado, en fin son cosas que los cantantes están
expuestos. Regine Crespin tiene una voz grandísima, muy bien timbrada
con un gran colorido de voz y a la vez
demostrando que es una gran intérprete. Por lo demás, el tenor Carlo Cosutta,
supo llevar su trabajo en orden, le dio realce en los momentos de que cantaba
solo y en los dúos con Regina Crespin se notaba que la voz de Cosutta era
pequeña, cuando iba acompañado de la soprano, naturalmente quedaba su voz por
debajo de las soprano, El barítono
Kostas Paskalis, ya me impresiono en <Un ballo in maschera>, y en esta ópera
pudo lucirse con un <Scarpia> contundente y dándole un realismo patético
a su personaje. Quitando el lunar que os he mencionado, por lo demás la función
fue de una gran categoría, eso es lo que a mí me pareció.
No
he podido encontrar de <Tosca>
ninguna grabación de Kostas Paskalis y Carlo Cossutta. Sí de Regine Crespín, los fragmentos que os voy a poner son de una grabación del “Met” en el año 1965,
acompañado del tenor Franco Corelli y el barítono George London, todos ellos
dirigidos por Fausto Cleva, es una grabación en vivo del Metropolitan de New York- 1965
REGINECRESPIN F. CORELLI GEORGE LONDON
VIDEO TOSCA 1º Acto George London - Te Deum
AUDIO - TOSCA- 2º Acto George London -Regine Crespin
AUDIO - Tosca – 2º Acto
“¡¡Vittoria, Vittoria!! “
AUDIDO - Tosca – 16 –
Comienzo Acto 3º “E luceval le estelle “
AUDIDO - Tosca – 17 – 3º Acto – “O dolcci mani “
Seguidamente os voy a poner una versión de esta ópera que se celebró en el Teatro de Opera de Nice 1980 con la dirección de Jesús Etchevarry siendo los interpretes y personajes : Montserrat Caballé (Tosca), José Carreras (Cavaradosi) y Juan Pons (Scarpia)
CRÓNICA DE LA VANGUARDIA
CRONICA
DE LA VANGUARDIA DE TOSCA (Puccini) 21 y 22 Enero 1966. Director Carlo Felice
Cilliario, con Regine Crespin, Carlo
Cosutta, Kostas Paskalis.
Una
Tosca impetuosa, un Scarpia de primera calidad y un Cavaradossi de clase,
ofrecieron una versión de la famosa ópera de Puccini, que convenció menos de lo
que se esperaba
La
insólita expectación que ha precedido la <Tosca> de esta temporada se tradujo
anoche en un lleno total. Con un teatro brillante y un ambiente tenso, la
representación ha transcurrido sin que la protagonista, la soprano Regine Crespin,
llegara a adueñarse del todo de la voluntad del público que, sin embargo, en su
mayoría, la ha aplaudido galantemente. Las ovaciones, al final, han sido principalmente
para el tenor Carlo Cossutta, que ha encarnado el personaje de Mario
Cavaradossi, y aunque el papel de Scarpia no se presta, por el carácter de sus
intervenciones, al subrayado de los aplausos, al ser interpretado con una
magnifica propiedad por el barítono Kostas Paskalis, ha sido el que alcanzó
mayor relieve.
Las
demás figuras del reparto han sido bien servidas por el bajo Alfonso Marchica y
por los conocidos Rico, Monjo, Soto, Casabella y Montero. La labor del maestro
Cario Felice Cillario al frente de la orquesta ha alcanzado la máxima calidad y
la presentación se ha mantenido en un buen tono escenográfico.
El
espectáculo, pues, ha tenido sus altos y bajos. En conjunto ha gustado más que
en algunas de sus partes, lo que justifica un comentario más preciso y extenso,
que publicaremos en la ((Página de la Música» de la edición de mañana.
Tosca»,
de Puccni, por centésima vez «Tosca»
nació con el siglo en Roma: en 1902 apareció por primera vez en el L i c e o y en nuestro gran escenario se ha
presentado ahora por 102 veces, con más fortuna que en muchas ocasiones
anteriores, a pesar de que el cuadro de sus principales intérpretes no
respondió del todo a lo que se esperaba de ellos. El jueves fuimos al teatro
esperando asistir a una <Tosca> de antología, porque, con una Tebaldi en declive (que sin duda
habría repetido una interpretación como la inolvidable de diez años atrás y una
Callas en el cuarto menguante de sus facultades, ¿quién puede actualmente
encarnar apropiadamente el personaje con visos de «gran-guignol», imaginado por
Sardón y convertido en heroína puccianiana?
Regine Crespin, que otras veces hemos admirado como gran figura del
teatro wagneriano, ha podido presentarse
como la m e j o r «Tosca» actual apoyándose,
no en suposiciones de los agentes de propaganda, sino en un «slogan» de la
crítica francesa que la ha proclamado repetidamente la mejor protagonista del
mundo para el drama que creó en el teatro en prosa la mítica Sara Bernarda.
Regine
Crespin hemos visto como hace una creación auténtica mente «verista» de la obra,
con muchísima ciencia teatral y sentido dramático y con unos recursos vocales
que serian limitados en cuanto a potencia y elocuencia de no faltare a la
artista un más austero dominio de la emisión La soprano francesa canta —cuando
la tesitura del «rol» le obliga a los agudos— con violencia, con un esfuerzo
que convierte a veces la melodía en áspero grito. Si esta característica no se
acusó demasiado en el primer acto, en el que Puccini vierte la efusión lírica
sujeta a un verdadero control, en el segundo, en el que encontramos resumido
todo el talento inventivo del compositor y toda la fluidez de matices
dramáticos en habilísima progresión, consideramos que Regine Crespin no estuvo,
como cantante, a, la altura ni de su fama ni de sus posibilidades de actriz,
que son notables. Acaso por fatiga, el esperado «Vissi d’arte» que inició con
una morbidez que prometía lo mejor, terminó con el quiebro de la última
inflexión. El público se desilusionó por este mínimo colapso vocal al que todos
los cantantes están expuestos. El público reacciona amablemente cuando una
bailarina se cae y admite que un concertista equivoque una nota, pero no se
resigna a los fallos de un cantante, y en el caso de «Tosca», aunque pareció absolver
a la artista, estuvo frío al considerar su labor en el tercer acto, que es donde
dio lo mejor de su temperamento, seguramente porque la situación tan
acentuad amente trágica exige una dicción como la de Regine Crespín, vehemente y
encrespada. ¿Es que la soprano cantó en inferioridad física o en un mal momento
psicológico? Sin saberlo, no podemos dar a nuestro comentario sobre su actuación
más que un valor circunstancial.
El
barítono Kostas Paskalis interpretó con la propiedad y acierto que ya suponíamos
el papel de Scarpia, que es en realidad la figura en torno a la cual gira el
nudo de la acción imaginada por Sardón, creador del drama policíaco en que se
basa la ópera. Kostas Paskalis domina un registro de barítono algo restringido y en la
región grave su timbre resulta apagado diluyéndose en la armonía de la
orquesta. Esta es su única limitación, al margen de la cual todo en el artista
son cualidades. Es un actor magnífico, penetra en la idiosincrasia del
personaje, lo hace vivir y cuando la tesitura le va bien canta con una
profundidad expresiva y una veracidad de acento subyugantes. Aparte de lo dicho
respecto a la zona neutra de su voz, hace un Scarpia mejor que cualquier otro
que recordamos, lo que es casi suficiente para salvar una <Tosca>. Por
nuestro gusto, Scarpia es el personaje pucciniano mejor dibujado musicalmente
entre todos los creados por la paleta sonora del compositor. Estamos
convencidos que fragmentos como el aludido «Vissi d’arte» o mucho más aún el
celebérrimo «E lucevan le stelle», de Cavaradossi, en el último acto, son
páginas de concesión popular y en cambio otras en las que Scarpia centra la
acción nos invitan a considerar el talento de su autor por encima incluso de lo
más ponderado de las partituras de una obra posterior como «Madame Butterfly» o
anteriores como «Manon» o «La Bohéme». Como ejemplo podríamos citar el «Tedeum»
con que termina el primer acto o la casi totalidad del segundo. En ellas debieron
fijarse probablemente algunos apologistas que ha tenido «Tosca», tan poco
suspectos como un Debussy, un Stravinski o el mismo Schoenberg.
El
tenor Carlo Cossuta, en su interpretación del papel de Mario Cavaradossi, con
el que ha efectuado su presentación en el Liceo, es el que se llevó el jueves
la palma del éxito. Al lado del torrente vocal de la Crespin, quedó algo
minimizado, pero el contraste no fue suficiente para anular el vigor, la
seguridad, el ímpetu de su dicción. Cossuta es un tenor de categoría, con una
escuela musical de primera calidad, dentro el estilo que requiere el «verismo».
Más que en el citado fragmento del llamado «Adiós a la vida», estuvo para
entusiasmar en la «Recóndita armonía» y acertadísimo en el resto de sus
intervenciones en el primer acto, lo mismo como cantante de una desenvoltura y
aplomo totales, que como actor consciente de que un tenor de ópera «hace
teatro», además de cantar. Sus solos fueron los únicos señalados por los
aplausos de los liceístas.
E1
terceto protagonista no necesitaba otro complemento que el excelente bajo, Alfonso
Marchita (Angelotti). Juan Rico estuvo muy acertado acentuando la comicidad del
papel de «sacristán».
Diego
Monjo se adaptó debidamente al de «Spoletta» y en intervenciones episódicas
cumplieron adecuadamente, Eduardo Soto, Teresa Casabella y Raúl Montero. El coro
se mantuvo afinado y dúctil, gracias a la preparación del maestro Bottino, y en
general, de nuevo se acuso la movilidad escénica bien controlada como en el
pasado “Trovador», por la regiduría de Renzo Frasca, siendo también apropiados
los decorados de Nicola Renois.
En
la segunda ópera que dirige esta temporada, el maestro Carlo Felice Cillario ha
mantenido con mando seguro, con sensibilidad de verdadero músico y hombre de
teatro, la marcha dé la, representación desde el primer atril de la orquesta de
la que obtiene el mejor rendimiento . - XAVIER
MONTSALVATGE
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