miércoles, 13 de septiembre de 2017

TEMPORADA 1966-1967

                                                         GRAN TEATRO DEL LICEO

Temporada 1966-1967 del Liceo

Temporada 1966-1967 del Liceo
Òpera
Compositor
Director musical
Director d’escena
Papers principals
Producció
Dates
10 de novembre
12 de novembre
19 de novembre
24 de novembre al 5 de desembre
Companyia del Festival de San Remo
1 al 6 de desembre
2 de desembre
11 al 15 de desembre
16 al 24 de desembre
Teatre de l’Òpera de Frankfurt
23 al 30 de desembre
29 de desembre
4 de gener
Teatre de l’Òpera de Salzburg
7 al 15 de gener
14 al 22 de gener
Teatre de l’Òpera d’Essen
19 de gener
Teatre de l’Òpera d’Essen
24 de gener
28 de gener

                          
                                                                     GAETANO DONIZZETI


LA FAVORITA (Donizetti) Inauguración temporada. Director Octavio Ziino, con Fiorenza Cossotto, Jaime Aragall, Manuel Ausensi, Ivo Vinco.
¡¡Otra noche  de ensueño!! ¿Y cuántas van? Al cabo de los años, me doy cuenta de lo privilegiado que fui. Puedo deciros que he vivido los años dorados de este gran teatro del Liceo. Esto lo he comentado muchas veces con aficionados a la ópera y todos están de acuerdo, fueron unos años, plagados de grandes intérpretes, funciones de alto rango que hoy en día ya nos se dan. Os pregunto  ¿donde están los Corelli, Del Monaco, Bergonzi , Domingo (en su épocas esplendorosa),Tebaldi, Zeani, Cerqueti, Kraus, Bjorling, Callas, Caballé, etcétera,  en la actualidad hay muy buenos cantantes pero hay que reconocer que no tienen la calidad de los que he nombrado. Como siempre digo, es mi opinión muy particular.
Vayamos a esta <Favorita>de Donizetti que vi aquella noche, que para mí, tuvo un pequeño lunar, el recuerdo de mi amigo Smith. Las dos  butacas  ya estaban abonadas por un matrimonio mayor, y por supuesto enseguida hicimos amistad.
No os puedo decir quien cantó mejor la <Favorita> esa noche, el elenco que cantaba fue de élite, los más veteranos eran Zeani, Vinco y Ausensi, los dos en plenas facultades y el más joven, Aragall, en el principio de su carrera, ¡¡Que forma de cantar!! Recuerdo la versión que vi hace unos años atrás,  en la temporada 1960-61 también fue espectacular con unos cantantes estratosféricos, Fedora Barbieri, el tenor Giani Giaia y el gran barítono español Manuel Ausensi. Fueron dos versiones distintas pero ¿cuál de ellas mejor? No sabría explicaros, lo único que sé es que las dos fueron sensacionales. Aquí no se trata  de distinguir la mejor, no lo que importa es que salgas del teatro satisfecho y con las palmas de la mano bien calientes, y  como yo digo, muchas veces exclamando ¡¡qué gozada!!
Os propongo algunos fragmentos de esta emblemática <La favorita>, y oiréis estas voces que viví en aquel momento.



















                                                       
FIORENZA COSOTTO                                                                                  JAIME ARAGALL


                                  
                      AUDIO -Favorita – F. Cossotto- J. Aragall – “Ah mio bene, un dio"


                           

                                                 VIDEO - Favorita – Fiorenza Cossotto- “O mio Fernando”

                         
                                                   AUDIO - Favorita – Jaime Aragall – “Spirto Gentil “

                     
                                                   AUDIO - Favorita – Jaime Aragall – “Una vergine “


             

                                                                   MANUEL AUSENSI



                             
                               AUDIO - Favorita – Manuel Ausensi –  “Vien Leonora “




                         
                                   AUDIO - Favorita – F. Cossotto – P. Capuccilli - Dúo



Ahora os voy a proponer la opera completa  cantada el año 1968 en Torino siendo director Ettore Gracis y los cantantes Fiorenz Cossotto, Jaime Aragall, Anselmo Colzani, Augusto Vicentini y Suzanna Ghionne




                                          CRÓNICA DE LA VANGUARDIA

CRONICA DE LA VANGUARDIA. LA FAVORITA    (Donizetti) INAGURACION TMORADA 1966-67. Director Octavio Ziino, con Fiorenza Cossotto, Jaime Aragall, Manuel Ausensi, Ivo Vinco.
 El rito se celebró como es tradicional. Anoche, en el
Gran Teatro del Liceo, se iniciaron las representaciones de
 ópera partiendo de lo más típico repertorio italiano; típica<Favorita>de Donizetti, que desde su estreno en París —año 1840— no ha dejado nunca de asomar la cabeza periódicamente en todos los escenarios de ópera del mundo.
Con «La Favorita» se inauguró el Teatro  Real de Madrid, en 1850, donde se representó 176 veces y en el Liceo ha aparecido en el cartel casi otras tantas, la última ocasión en 1960, con Ausensi e Ivo Vinco, en el reparto, igual que ahora. No podemos decir que el romántico drama de Leonor, supuesta favorita nada menos que del rey; Alfonso XI de Castilla, base argumental de la ópera de Donizetti, provoque en nosotros ninguna reacción, ni tan sólo la de sonreímos ante su inverosimilitud y de su irrisoria consistencia. No podemos pero negar tampoco que al margen de su absoluta vacuidad escénica y musical «La Favorita» es escuchada con una cierta buena fe por los asiduos del teatro. Algunos como un delicioso documento que evoca con gracia singular la época a que pertenece. Otros por considerar aún vigente la fórmula melódica, fácil y aromática de estas arias, cavatinas, concertantes e intervenciones del coro que se suceden a lo largo de los cinco cuadros de la ópera. Para unos y otros «La Favorita» es como una vieja amistad que uno no sabe si perdura por ser sincera, por inercia o por pereza de determinar su extinción
Sea lo que fuere, ayer el Liceo estaba lleno hasta el límite de su aforo y esta movilización del público no parecía únicamente motivada por razones ajenas a lo que sé presentaba en escena, sino que el espectáculo fue seguido con gusto y hasta en algunos momentos, como en el culminante «Spirto gentil, ne’sogni miel», el aria provocó una cierta tensión emocional, que estalló después ruidosamente en aplausos y gritos interminables, pidiendo a Jaime Aragall el bis de este fragmento que nuestro joven tenor no concedió. En otros momentos de la presentación hubo también interrupciones provocadas por los entusiastas de los diversos cantantes que aquéllos querían alentar con sus manifestaciones de aprobación y al final de cada acto, aparecieron frente a la cortina todos los protagonistas de la función, junto con el maestro Ottavio Ziino, director de orquesta, para recibir una general ovación de la sala.
El reparto protagonista de esta «Favorita» se había establecido a base de nombres conocidos y estimados por el público barcelonés. Resultó, pues, una representación familiar para todos y el espectador fueron a buscar en ella que su artista favorito, a través de la partitura de Donizetti se impusiera sobre los demás.
La verdad es que, en nuestra opinión, los protagonistas  estuvieron muy equilibrados en su actuación y si destacaron netamente en algunos momentos fue cuando el carácter del fragmento musical interpretado ayudaba al brillo de sus voces y a la manifestación de sus dotes expresivas.
Fiorenza Cossoto, que los liceístas recordaban por sus últimas actuaciones en «Carmen», y como Adalgisa, en «Norma», demostró estar, efectivamente, en el más perfecto dominio de sus facultades. Su voz sigue excepcional en cuanto a potencia y claridad, con unos agudos robustos y de irreprochable afinación. En su acento acaso sobre una cierta agresividad de timbre, al menos para el personaje de «Leonora» que interpretó esta vez, pero la reserva que hacemos es mínima, pensando en lo espléndido de su dicción y la naturalidad de su trabajo de actriz.
Jaime Aragall, inolvidable para el gran público, ha vuelto para obtener un nuevo triunfo. Su actuación en el rol de Fernando ha puesto en evidencia decisivos progresos en su escuela vocal, que es ahora la de un tenor de gran estilo, expresivo, emotivo y dúctil. Su voz sigue siendo, a mi juicio, un tanto delgada de volumen sonoro pero potente, limpísima, con un registro superior diáfano y de una seguridad que se comprende exaltara los ánimos del público, sobre todo de «su» público que le dedicó, ya al terminar el aria inicial del primer acto, una ovación  cerrada, y después del esperado «Spirto gentil», como ya he dicho, una catarata de aplausos y gritos que desde luego duraron bastante más que la famosa aria.
Fiorenza Cossotto, había sido también copiosamente ovacionada antes, en el tercer acto, y después de sus intervenciones lo fue largamente Manuel Ausensi que interpretaba el papel de Rey Alfonso XI. Ausensi también está en gran forma, bien de voz y aplomado como actor, capaz de cantar sobriamente y brillantemente a la vez.
Fue bien recibida la participación del bajo Ivo Vinco representando noblemente y con medios vocales de verdadero artista, el papel del monje Baltasar. Rosario Granados acreditó buena voz aunque insuficiente para un escenario como el Liceo. Dijo discretamente la parte de Inés. Gabriele de Julia estuvo correcto en sus breves intervenciones.
El coro se manifestó bien preparado igualmente que el ballet que tuvo una lucidísima participación en el acto del palacio real. Fue particularmente excelente la actuación de los solistas, femeninos y masculinos en las coreografías de Magriñá. En la dirección escénica y decorados, no hubo novedades remarcables.
Finalmente el maestro Ottavio Ziino llevó la orquesta con plena autoridad, obteniendo de ella y de la sincronización con los cantantes, efectos especialmente brillantes. XAVIER MONTASALVATGE


                                               
                                                                                  GIACOMO PUCCINI   


         
TURANDOT (Puccini) 12 noviembre 1966. Director Elio Boncompagni, María Alpar, Francisco Lázaro, Irma González
Mi primer <Turandot>, quedé  muy complacido para ser la primera vez, Puccini es uno de mis  compositores preferidos y al cabo de los tiempos sigo con gran interés  por sus óperas, que no decae en ningún momento, al revés, cada vez el verismo se entronca más en mí, por eso es uno de mis músicos preferidos. El tenor Francisco Lázaro poseía una voz de tenor spinto, sus agudos eran penetrantes y físicamente con una buena presencia. La que más floja estuvo fue la soprano María Alpar. En definitiva, para mí fue aceptable en conjunto general.

De esta <Turandot> poco os puedo poner, no he encontrado nada cantando Francisco Lázaro y de la soprano María Alpar, sí de la mejicana Irma Gonzales.

                                                        
                                                                   IRMA GONZALEZ

                                                                     
                                                                        AUDIO -Turandot- Irma Gonzalez – “Signore ascolta “

Os voy a proponer, de las tantas versiones que hay grabadas de esta leyenda de <Turandot>  una versión producida en un Film de la RAI de Torino en el año 1969  con la Orquesta y Coro de la RAI  con dirección de George Pretre y  con  las voces legendarias con los interpretes y personajes: : Birgit Nilsson (La princesa Turandot), Gianfranco Cecchele (Calaf), Gabriela Tucci (Liu), Luigi Pontiggia (L´imperatore) Boris Carmele (Timur), Claudio Strudthoff (Ping), Mario Ferrara (Pam), Carlo Franzini (Pong) Franco Bordoni (Un mandarino) 






                                               CRÓNICA DE LA VANGUARDIA

CRÓNICA DE LA VANGUARDIA  TURANDOT (Puccini) 13  noviembre1966
TURANDOT», DE PUCCINI, EN LAS VOCES DE MARÍA
ALPAR, IRMA GONZÁLEZ Y FRANCISCO LÁZARO
Para la ópera póstuma de Puccini, el espectacular «Tu
randot», volvió ayer a llenarse el Liceo, creándose un clima de  
curiosidad por la representación, ya que esta dio lugar al debut de la soprano húngara María Alpar, de la mejicana Irma González y a la reaparición como figura protagonista, del tenor Francisco Lázaro, un valor en alza, afianzado últimamente en importantes teatros extranjeros después de
haber cantado en el Liceo papeles de responsabilidad media
(el Beppe» se I Pagliacci» y el Cassio» de «Otello»),
Escuchamos —más que contemplamos— este <Turandot> con interés porque la obra musicalmente lo merece. No llega, ni de mucho, a la finura de la pieza maestra de la producción pucciniana —el delicioso «Gianni Schicchi»— ni al canza la directa fascinación ejercida por «Boheme», «butterfly», «Tosca» tal vez porque en la partitura trascienden un forzado intento de renovación expresiva, difícil de hermanar con la fidelidad guardada siempre por Puccini a la tradición lírica del teatro italiano, tradición a la que el compositor no podía menos que sentirse vinculado, pero que en los últimos años de su vida vio perfectamente que se hallaba al borde de una crisis definitiva «Turandot» que Puccini dejó sin terminar (Franco Alfano completó la obra con el último dúo y final del acto tercerol es, pues, una manifestación de estilo vacilante en la que, sin embargo, se proyecta en muchos episodios la inagotable facilidad melódica característica de las creaciones más admiradas del compositor, con las que tiene muchos puntos de semejanza, sobre todo con <Butterfly>. El lirismo discursivo  de los personajes, especialmente los tres en torno los cuales gira la acción de este cuento oriental —Turandot, Calaf y Liú—, es de gran vuelo y de una elocuencia bastante retórica, pero a la que no podemos sentirnos insensibles.  La agudeza de los comentarios orquestales y su poder descriptivo es en esta obra, desde luego, mejor conseguido que en ninguna otra del mismo autor (salvo «Gianni Schicchi». Musicalmente, en suma,
«Turandot» es una obra desigual pero con valores auténticos; y algunas páginas que revelan una escritura de mano maestra. Encontramos éstas principalmente en la gran intervención de la protagonista en el acto segundo, en muchas de las escenas que corresponden al personaje de la esclava Liú, en los intermedios confiados al terceto de ministros del príncipe Calaf —episodios dignos del mejor teatro italiano— y, en general, durante todo el transcurro del acto final.
Toda esta suma de aciertos y cualidades queda, empero, un poco velada por la intención pintoresca de la obra, por la excesiva preponderancia que alcanza el espectáculo visual que cuarenta años atrás, cuando se representó por primera vez, podía atraer a fuerza de fastuosidades de guardarropa, pero que ahora resulta, aunque se renueve, anacrónico por sus «chinerías» de papel de seda y su colorido de tarjeta postal <demodé> o de revista para agradar a los ingenuos.
«Turandot» fue repuesta ayer con respeto a lo tradicional y con todos los recursos coloristas y exóticos de la escena. La presentación controlada por el regista Renzo Frusca resulto adecuada al sentido de la obra y se consiguió aligerar bastante su extatismo, su tendencia al cuadro plástico que perjudica bastante el mantenimiento de la intensidad dramática que quiere sugerir.
El debut de la soprano húngara María Alpar, como princesa Turandot, produjo una cierta decepción, no motivada por el alcance y claridad que son cualidades innegables de su voz, sino por la sensación de esfuerzo y violencia que la artista produce al cantar como si escapara de su control la inflexibilidad de su emoción e incluso, en los peligrosos agudos que jalonan su par tichela, el dominio de la afinación estricta.
Francisco Lázaro, en cambio, conquistó francamente un éxito que considero perfectamente legítimo  prescindiendo de que fuera celebrado con estos bullicios populares que se producen en los pisos altos del Liceo, muchas veces sin discriminación entre calidad real y entusiasmo de galerna. Al acudir a Francisco Lázaro hago también una ligera reserva, opinando que su dicción puede mejorar y ajustarse a un estilo más sobrio y exacto, pero, ¡qué condiciones! tan excelentes tiene este artista: Voz robusta, de un esplendido timbre fogoso y lirico, emoción  en el fraseo y un calor efusivo en la manera de identificarse con el personaje de la obra, son las cualidades que le admiramos en su versión del príncipe Calaf, sobre todo en el penúltimo  cuadro, y que motivaron grandes ovaciones del público.
Una sorpresa agradable fue la presentación de la soprano
Mejicana  Irma González, en el papel de la esclava Liu.
Es posible que su voz al lado de los otros dos protagonistas
quedara un poco en segundo plano, pero no en cuanto a calidad Irma Gonzalez es una intérprete con amplios recursos vocales y en su actuzación nos atrajo principalmete la elegancia expresiva, la musicalidad latente en su canto de un lirismo intenso y convincente.
«Turandot» tiene un cuarto protagonista que es el coro.
Señalamos que el del Liceo (con alguna intervención del coro infantil del Colegio Balmes), hizo quedar bien al laborioso maestro Bottino. No se produjo ningún <calado> sensible y las voces se unieron homogéneas y equilibradas.
En Albert Anafty, representando al patriarca Timur, encontramos una voz noble y un trabajo de actor muy apreciable. En los demás papeles estuvieron muy en su sitio, demostrando tablas y experiencia, Diego Monjo, Ernesto Vezzosi, Bartolóme Bardagi, Gabriel de Julis y Juan Rico.
El ballet complementó la plástica escénica, rica en vestuario, con decorados de mucho efecto y de un gusto muy de los felices veinte —los años de «Turandot»— y la dirección de orquesta fue llevada sin sobresaltos por maestro Elio Boncompagni. Sus logros como concertador fueron variables pero ignorando hasta qué punto pudo preparar la obra, no estamos facultados para juzgarlo. XAVIER MONTASLVATGE


                                            
                                                                                     VICENZZO BELLINI


NORMA (Bellini) 19 noviembre 1966, Director Octavio Ziino, con Kadmila Bakosevic, Fiorenza Cossotto, Charles Graig, Ivo Vinco
Otra noche apoteósica, primero por la obra en sí, una de las ópera grandes del repertorio italiano, y segundo por la actuación de un cuarteto extraordinario, en voces y actuación teatral y con  una orquesta, coro y director que estuvieron todos a gran altura. En estos años, llevo dos versiones de Norma, que por los años que llevo viendo y escuchando, os puedo decir que he visto actuaciones estelares de la obra insigne del maestro Bellini, y esta es, una más, podemos decir que se hermana con las anteriores que he visto.
El tenor Charles Graig, un tenor spinto, con fuerza y garra que es lo que admite su rol, acompañado con las féminas Fiorenza Cossotto (la voz estereofónica, como le llamaba mi buen amigo el crítico de Radio Nacional de España, doctor Colomer Pujol) y la soprano Kadmilla Bakosevic, un todo terreno y el bajo Ivo Vinco (esposo en la realidad de la mezzo Fiorenza Cossotto) todas estas voces hicieron un mejunje que estallaron en la retina y los oídos  de casi todos los asistentes, si habéis oído bien “casi”. No sé por qué motivos, se está formando un pequeño sector en el quinto piso, que cuando a este  grupito no les va bien, les da por sisear es decir sssssssssssssss. A mi particularmente me desagrada, soy incapaz de exteriorizar mi disgusto y si hay algo que me desagrade, me callo y no aplaudo. Yo no me considero especial, soy un simple aficionado a la lírica y sé que este mundo tan difícil y a veces  cruel, los cantantes me producen un gran respeto. Como os decía fue una Norma esplendida, que ya es decir mucho pues esta ópera de Bellini es difícil de cantar e interpretar.
De los cantantes que vi esa noche cantar, os puedo poner algunos fragmento que he podido encontrar por YouTube, y notareis las calidades de estas grandes voces
Aquí escuchareis la cavatina y entrada de Oroveso cantada por Ivo Vinco


                                     
                                                      IVO VINCO   FIORENZA COSSOTTO




                                 
                                                       AUDIO - Norma- Ivo Vinco – “Cavatina di Oroveso”












                                       
                                                                                 CHARALES GRAIG
Oiremos al tenor Charles Graig “Mecco all´altar”


                                           
                                              AUDIO - Norma – Charles Graic – “Mecco all´altar “


Kadmila Bakosevic inerpretando  el aria < Casta Diva>

                                                  

                                            RADMILA BAKOCEVIK



                                
                                                       VIDEO -  Norma – Kadmila Bakosevic – “Casta Diva “


Este dúo de Pollione y Adalgisa, Fiorenza Cossotto está acompañado por el tenor Carlo Cossutta.

                                 
                                    AUDIO - Norma – F. Cossotto – C. Cossutta – “Va, crudele, al dio spietato”


Aquí cambiamos de cantante y es María Callas la que acompaña a Fiorenza Cossotto el el dúo “Mira o Norma”

                               
                                                AUDIO - Norma – M. Callas –F. Cossotto – “Mira o Norma “






                                        TEATRO DE OPERA DE SIDNEY
                                                          

Seguidamente os voy a poner una grabación 1978 realizada en el teatro de la ópera de Autralia con una muy buena interpretación de Joan Sutherland y a acompañada de un elenco de la casa, siendo sus principales intérpretes y personajes : Joan Sutherland (Norma), Margareta Elinks (Adalgisa), Ron Stevens (Pollione), Clifford Grant (Oroveso) y Trevor Brown (Flavio) y siendo director de la orquesta Richrd Bonynge.





                                           CRÓNICA DE LA VANGUARDIA


CRONICA DE LA VANGUARDIA NORMA (Bellini) 1966 noviembre. Director Octavio Ziino, Kadmila Bakosevic, Fiorenza Cossottto, Charles Graig, Ivo Vinco
Norma» que ayer ascendió nuevamente a la escena del Liceo (donde allí se conmemora esta temporada su centésima representación), ha sido, de nuestro recuerdo una ópera con suerte en nuestro primer teatro. Ningún «bellitinista» auténtico habrá olvidado la versión que de la misma dieron Ebbe Stignani y Maria Caniglia aunque de ello hayan transcurrido ya casi veinte años. En 1958 «Norma» fue repuesta con Anita Cerquetti y Fedora Barbieri de forma también memorable y finalmente, hace cuatro años, con Leila Gencer como protagonista al lado de la admirable Fiorenza Cossotto como «Adalgisa» e Ivo Vinco, el marido de la cantante, en el papel de «Oroveso», los mismos que ahora han vuelto para renovar el éxito de entonces con una nueva (gran sacerdotisa duidra): la soprano yugoslava Kadmila Bakosevic (nueva en el papel pero no en el Liceo donde hizo «Eugene Onieghin». de Tchaikowsky, la última vez que esta ópera se dio en Barcelona).
Recordamos las «Normas» anteriores a través de la categoría de sus dos protagonistas porque la obra es aceptable y admirable y por lo tanto se rememora siempre, por lo que tiene de trampolín para unas facultades vocales que lucen con luminosa brillantez en las escenas confiadas a los personajes de Norma y Adalgisa, y también en aquellas que interviene la voz de tenor correspondientes al papel del Procónsul Pollíone (asumido en las pasadas ocasiones que hemos aludido por Giuseppe Vértechi y Bruno Prevedi y ahora, con gran ventaja respecto al pasado, por el inglés Charles Craig, la revelación —como se recordará— de la temporada pasada con «Aída»).
«Norma» es, sin duda, por su vuelo melódico, la pieza maestra de Bellini al  lado de «La Sonámbula» y «Los Puritanos», trilogía suprema del «bel canto» en su momento de máximo preciosismo y de más alambicada concreción. En «Norma» todo ha envejecido y, si quieren ustedes, ha caducado, menos lo esencial: la gracia, la pureza, la tensión lírica de la melodía, de esta melodía infinitamente mórbida y seductora que —según confesión propia— no avergonzaba a Wagner cuando derramaba lágrimas de emoción al escucharla. Lo demás, en la obra importa poco. La tragedia de las sacerdotisas druidas galvanizadora del odio guerrero contra el romano invasor; las marchas castrenses ridículas —no encuentro otro adjetivo apropiado—; los coros inútilmente empeñados en vigorizar la acción; la orquesta rutinaria y elemental, «Inmensa guitarra», como alguien la calificó; el acartonamiento general del drama.., todo esto es inefablemente anacrónico en esta «Norma». Pero, ¡cuidado!, cuando Norma o Adalgisa y hasta Pollione están en escena y la orquesta, el coro y las partes secundarias son relegados a un plano secundario y ornamental, se produce el milagro; las voces transfiguran la situación, la melodía nos hechiza y olvidamos  todo lo demás. Bellini nos ha conquistado, echamos por la borda consideraciones formales y reservas mentales y la entrega a la seducción de las voces es total. Esto sucede —y por tal razón situamos a «Norma» en el pináculo de la ópera romántica italiana— en el transcurso de las tres cuartas partes de su arepresentación, cuya responsabilidad recae sobre los tres protagonistas. Desde el primer acto, cuando Pollione confiesa su amor por Adalgisa («Meco all altar di Venere»), hasta la escena conclusiva, en que Norma avanza hacia el sacrificio («Deh! non volerli vittime»), pasando por la celebérrima «Casta Diva», por la plegaria de Adalgisa («Deh! proteggini, o dio!»), la colérica aria de Norma («O non tremare! o pérfido!»), el gran dúo entre las dos sacerdotisas que se desarrolla a lo largo de todo el acto tercero, el mejor, y otras escenas que se suceden, como si Bellini las hubiese concebido para dejar sin aliento a sus heroínas.
Hemos citado algunos momentos sobresalientes de «Norma» para indicar aquéllos en que la representación de ayer alcanzó sus puntos álgidos y dio lujar al máximo lucimiento de las voces reunidas para ganar la voluntad y la admiración de los espectadores.
Cantó el papel de Norma, Kadmila Bakosevic. Francamente, no la recordábamos cuando fue protagonista de «Eugene Onieghin» (aunque no hemos olvidado la obra que nos gustaría ver algún día repuesta en el Liceo). Descubrimos pues ayer la voz de esta soprano y su dicción, próxima al rigor de una escuela más germánica que latina, factor un tanto negativo para abordar una particela de Bellíni, pero lo suficientemente dúctil, lo necesariamente inteligente para identificar el temperamento de la artista con el personaje representado. Kadmila Bakosevic domina su timbre de soprano dramática notable por su potencia y por el fácil alcance de los registros extremos, ligeramente —muy ligeramente— inseguro en la afinación pero de una plenitud sonora admirable.
Se esperaba, como es natural, su «Casta Diva» que dijo con suma elegancia expresiva, con una contención que apagó un poco el brillo de esta famosa aria, circunstancia que acaso podría atribuirse también a que, por tradición, se canta desde un punto del escenario acústicamente deficiente.
En Otros episodios de la obra, la cantante se impuso más rotundamente siendo rubricadas sus intervenciones con muchos aplausos que cortaron leves siseos para acusar la verdad: que la artista merece por su voz y su espléndido trabajo de actriz un sincero aplauso, prolongado, aunque no indefinidamente.
Fiorenza Cossotto como Adalgisa confirmó sus magníficas condiciones de gran «mezzo» manifestadas en (La Favorita), de días atrás. La voz de la Cossotto es actualmente, en su cuerda, francamente excepcional, plena, segura, de verdadero color. Merece, pues, el homenaje que el público le tributó nuevamente ayer (y que tendrá el martes próximo una confirmación oficial ya que va a serle entregada la Medalla de oro del Gran Teatro del Liceo que se concede sólo a los artistas que honoran, definitivamente, nuestro primer escenario).
Lo mejor de la representación fue, a no dudar, el acto tercero centrado por la escena de Norma y Adalgisa, el dúo más inspirado, más perfectamente belliniano de toda la obra. Como además las voces de la Bakosevic y la Cossotto se complementan muy bien y conjugan a maravilla, el dúo en cuestión fue el
momento más claramente convincente de la obra y el publico lo acusó redoblando aplausos y bravos.
El tenor Charles Craig consiguió lo máximo a que podía aspirar: no quedar en segundo plano al lado de las dos protagonistas femeninas. Cantó con energía, con unos recursos vocales más que suficientes para lo que exige el papel de Pollione. Sin duda Craig es un tenor de primera clase, con una experiencia y una escuela que se manifiestan tanto en su vocalización como en el aplomo con que se mueve en escena. Su actuación fue de positiva valía para esta <Norma>, igual que la del bajo Ivo Vinco que interpretó el papel de Oroveso admirablemente, con desahogo vocal y una prestancia de actor consumado. Pilar Torres y Gabriele De Julis complementaron dignamente el reparto.
El coro merece felicitación por su disciplina y justeza. Particularmente en quellos episodios en que presta apoyo armónico a los solistas, estuvo mejor que en ninguna ocasión anterior. Al maestro Bottino le corresponde parte de esta felicitación.
La orquesta estuvo también afortunada, con algunos destellos de fulgor en la cuerda y una seguridad en las otras secciones instrumentales que revelaron la consciente preparación del maestro Ottavio Ziino, experto y buen conocedor de  obra. La presentación correcta, sin novedades ni fallos.
 ¿Una <Norma> mejor o peor que las anteriores vistas en el Liceo? No sabría determinarlo rotundamente. En cualquier caso, una <Norma> de perfecta dignidad,  con tres voces de grandes recursos para aproximarnos a su esencial encanto melódico. XAVIER MONTSALVATGE

                                     
                                                                          CHARLES GOUNOD  

   
FAUST (Gounod) 24 noviembre 1966. Director Octavio Ziino, con Ivan Pretrov, Lydia Mariepienti, Ángelo Mori, Piero Francia, Ana Ricci
Esta ópera para mí, la considero un estreno, nunca la había visto representar y musicalmente poco conocía de ella, quizás la música del ballet (La noche de Walpurgis), que por cierto muy bien bailada, el Liceo siempre a cuidado mucho de su ballet, y ha tenido figuras muy importantes. Esta es una ópera un poco larga, a mi me lo pareció y sigue pareciéndomela, lo que le salva  es su gran orquestación y el rol del bajo Mephistopheles, que  Iván Petrov hizo una gran interpretación. Y si hay un buen tenor, tiene el momento cumbre en el aria “Salut, demeure chaste et pure”, y para la soprano el aria de las joyas. Particularmente es una ópera para ver, la grandiosidad de la orquesta y coros. Como os dije anteriormente, para mi gusto un poco larga. Como siempre lo digo, son opiniones muy personalizadas.
Apenas he encontrado grabaciones de los cantantes que vi aquella noche, he logrado por YouTube, un fragmento de dicha ópera que canta Iván Petrov, acompañado por Galina Vischneuskaya. El bajo es de una grandiosidad espeluznante, me impresionó su voz, y ahora en el tiempo oigo grabaciones de Iván Petrov, y quedo maravillado de su voz, podemos decir que fue uno de los grandes bajos que han llenado la historia de la ópera. Aquí lo oímos en un dúo de “Faust” que canta con Galina Vishnevskaya.

                           
                            AUDIO -Faust -  Galina Vishnevskaya – Ivan Petrov - Escena




Al no poder encontrar ningún fragmento de esta ópera por ningún cantante de la función que vi, os propongo unos fragmentos  de una grabación realizada en el “Met” en el año 2011, que para mí son interesantes y creo que fue una función con algo de polémica debido a la producción.

                                


                               
                                   VIDEO - Faust – Jonas Kaufmann – “Salut, demeure chaste ET pure “



                                               

Bueno ahora os voy a proponer la ópera completa de Faust, en una grabación en VIDEO del año 1980 realizada en la Öpera de Chicago con un elenco sencillamente espectacular con la dirección de George Pretre  con la orquesta y coro de la Ópera de Chicago  y con los interpretes y personajes :Alfredo Kraus (Faust), Nicola Ghiaurov (Mefistofeles), Mirella Freni (Margerite) y Robert Wilbert (Valentin). Hay muchas grabaciones en YouTube de esta famosa opera de Gounod, me he decantado por esta grabación porque creo que para mi parecer es de lo mejor.





                                               CRÓNICA DE LA VANGUARDIA


CRONICA DE LA VANGURDIA  FAUST (Gounod) Director Octavio Ziino, con Ivan Pretrov, Lydia Maripienti. Piero Francia, Ana Ricci.
EL JUEVES EN EL GRAN TEATRO DEL LICEO
Una representación equilibrada de «Faust», con un excelente Mefistofeles
Ha vuelto <Faust> a las candilejas del Liceo donde ha sido siempre una ópera bien recibida, como lo prueba el hecho de que en nuestro teatro se haya representado ya 273 veces desde el año de su estreno barcelonés (1864). Cada vez que vemos esta transfiguración dulzona y decorativa del mito goethiano nos hacemos la misma reflexión: ¿ Por qué Gounod que en este <Faust> revela un sentido teatral tan acusado, no fue capaza de componer ninguna otra ópera que se salvara del olvido? En el transcurso de treinta años dio a conocer otras doce craciones que ni en Paris –donde se estrenaron casi todas y donde Gounod hizo escuela- se reponen más que en particulares circunstancias. La pregunta tiene a caso una contestación y es que «Faust», a sus valores musicales (que no faltan en la totalidad de la producción del compositor), añade unos aciertos escénicos excepcionales. Estos aciertos, esta teatralidad es probablemente lo que ha hecho que «Faust» sea la ópera francesa que más se representa en el
mundo. Más incluso que la famosísima «Carmen» de Bizet o la «Manon» de Massenet.
La música de Gounod aplicada a «Faust» no pierde sus tiernos acentos ni la confortable simplicidad que la caracterizan. El lirismo religioso, la claridad melódica, la armoniosa contextura coral, el sabio empleo de la orquesta, están en esta partitura al servicio de la escena donde vemos a unos personajes finamente poetizados, sin apenas palpitación dramática pero de una sugestión evidente. Aunque la pasión de «Faust» por Margarita y sus consecuencias queden en la obra apenas perfiladas, la inserción de un personaje como Mefistofele en este juego de vida y muerte, de juventud y vejez, proporciona a la acción una originalidad y hasta una emotividad que son el secreto de la obra. Mefistofeles probablemente la figura más teatral que ha dado la ópera francesa y su perfil resulta inolvidable.
En torno a la decorativa silueta de Mefistofele, giró el interés de la representación del pasado jueves, sobre todo porque dio lugar a presentar al bajo del Bolschoi de Moscú Ivan Petrov. Este artista es de categoría, veterano en el teatro y especialista en un papel que parece creado para sus facultades, para su voz y su tipo físico. Petrov hace un Mefisto un poco patriarcal e irónico, sin nada de sarcasmo, sin intención de acusar su estampa diabólica. Canta su parte en lengua rusa y lo hace con una musicalidad, un gusto y una elegancia expresiva que convencen porque, además, su timbre vocal es de magnífica calidad, flexible, cálido y arrogante. Es además un gran actor pero, como he dicho, su versión del personaje no es muy espectacular, lo que apaga un poco el fulgor de su presencia en escena.
Lydia Marimpietri que encarnó la blanda «Marguerite» y Ángelo Mori que personificó el «Faust», son cantantes típicamente italianos y aunque la lírica de Gounod es considerablemente italianista, su traducción no puede ceñirse enteramente a los cánones del más específico «bel canto», que es lo que hicieron esta soprano y este tenor, ambos de voz excelente pero demasiado sumisos al estilo y hasta a ciertos amaneramientos de una escuela vocal muy indicada para el repertorio italiano y  el francés.
Aunque sus intervenciones fueran menos importantes, Ana Ricci (Siebel) y Piero Francia (Valentín), quedaron a un nivel no inferior al de los dos artistas antes citados. Ana Ricci está mejor que nunca de voz, con un volumen y temple que colma con facilidad el ámbito del Liceo. Es lástima que no actúe con más frecuencia en el teatro porque su trabajo de actriz ganaría en naturalidad, matiz que falta aún a su dicción. Celia Esain y Juan Rico quedan muy ajustados a sus papeles de «Marta» y «Wagner».
Como la escritura coral de Gounod es clara y jugosa, los cantores del conjunto lucen más que en ninguna otra obra, con calidades orfeónicas y pianísimos de un equilibrio y afinación perfectos El ballet luce también en el acto primero y de forma particular en el de «La noche de Walpurgis» que no obstante se presenta esta vez menos cuidada en efectos biográficos y lumínicos, la intervención de Janine Monin, que es una bailarina de finísima elegancia, y de los demás solistas así como la bella articulación de la coreografía dispuesta por Magriña, no llegan a desvanecer un aire rutinario que tiene esta importante escena plástica.
La dirección orquestal la lleva Octavio Ziino con inteligencia y autoridad. El maestro Ziino es muy músico y procura hábilmente dominar con su batuta una cierta tendencia de los cantantes —de Petrov y la Malimpietri en particular a dilatar el fraseo excesivamente y a rezagarse. La orquesta responde bien a su mando aunque el conjunto no llega a dar toda la consistencia debida al fondo sinfónico de la partitura, que es de considerable valor. — XAVIER. MONTSALVATGE.








                                                            

                                             
                                                                                 RUGERO LEONCAVALLO

LA BOHEME (Leoncavallo) 1 de  diciembre 1966. Director, Alberto Zedda, con  Nedda Casei, con Doro Antonioli, Luigi Colmagro, Orazio Gualtieri.
Otra opera más para mi archivo operístico, con sinceridad esta ópera me era desconocida por completo, en aquellos años no sabía que Rugerro Leoncavallo hubiera escrito dicha ópera, conocía la de Puccini. El argumento es parecido pero varia los personajes, y musicalmente no tiene el lirismo de Puccini. Por el tiempo me he ido familiarizando con la música de Leoncavallo y la verdad es que cada vez me gusta más.

Lo único que he encontrado del tenor Doro Antonioli, es un fragmento de La Boheme de Leoncavallo, el aria Testa adorata Como oiréis es una voz muy agradecida y con un colorido de autentico tenor lírico. El conjunto de la actuación fue muy homogéneo y el público supo expresarlo con muchos aplausos.

                                                   
                                                               DORO ANTONIOLI

                            
                                                  AUDIO - La Boheme – Doro Antonioli – “Testa adorata “

Os voy a poner unos cuantos fragmentos de esta ópera para que podáis compararla con la Boheme de Puccini.
Cantado por Enrico Caruso, EL aria  “Io non ho che povera estanzetta”

                                                     




                             
                  AUDIO - La Boheme – Enrico Caruso – “Io non ho che una povera “    



                      
           RENE FLEMING

Ahora con la sugerente voz de René Fleming, este precioso fragmento



                                                          
                                     AUDIO - La Boheme – Rene Fleming – “Musette svaria sulla bocca viva “

                          
                                                           BIANA MARIA CASONI

Y otra preciosa aria cantada por Maria Bianca Casoni, como oiréis  una preciosa música  que no tiene desperdicio.

                             
                  AUDIO - La Boheme – Bianca Maria Casoni – “Mimi pinson la bionidetta"




SEGUIDAMENTE OS PROPONGO UNA VERSIÓN DE DICHA ÓPERA GRABADA POR LA RAI DE MILAN REALIZADA EL AÑO 1963 SIENDO SU DIRECTOR PIETRO ARGENTO CONEL  CON LOS INTERPRETES Y PERSONAJES: ANGELO LA FORESE (Marcello), GUIDO MAZZARINI (Rodolfo), FERNANDO LIDONNI (Schaunard), GIORGIO TADEO (Barbemouche),BIANCA MARIA CASONI(Musetta) FLORIDA ASSANDRI NOVELLI (Mimi), MAJA SUNARA(Eufemia)

                          AUDIO  LA BOHEME Leoncavallo- 1963-Rai-Argento. La Forese-Bianca berini


                      
                                                          CRÓNICA DE LA VANGUARDIA



CRONICA DE LA VANGUARDIA LA BOHEME (Leoncavallo)   3 de diciembre 1966. Director Alberto Zedda, con  Nedda Casei, con Doro Antonioli, Luigi Colmagro, Orazio Gualtieri
UNA <BOHEME> RESCATADO DEL OLVIDO
Con sinceridad, poca cosa esperábamos de «La Bohéme», la ópera de Ruggero Leoncavallo exhumada estos días en el Liceo por la Compañía del Teatro de San Remo. No prometían mucho los antecedentes que teníamos de la misma, estrenada en 1897, un año después que (La Bohéme) de Puccini, ahogada por ésta y borrada de las carteleras operísticas hasta 1958 en que fue repuesta en Nápoles con motivo de conmemorarse el centenario del nacimiento del compositor napolitano, y hace tres años en San Remo. De no haber sido por estos intentos de rehabilitación de la obra, ignoraríamos incluso su existencia. Es bien sabido que Leoncavallo dedicó su vida a escribir para el teatro después de obtener un éxito inicial, un triunfo absoluto y duradero que aún no se ha extinguido: el de «I Pagliacci». A partir de estos «Payasos», no cosechó otra cosa que fracasos más o menos rotundos y si «La Bohéme» tuvo un arranque prometedor en La Fenice de Venecia, pronto se vio que era promovido artificialmente por los contrarios a Puccini. En algunas notas biográficas de Leoncavallo, incluso deja de citarse el título de «La Bohéme» cuando se relacionan las óperas de Leoneavallo, quien estrenó una quincena sin que ninguna llegara a eclipsar en lo más mínimo a «I Pagliacci».
Sin poder prescindir de estos prejuicios, encontramos en esta desconocida «Bohéme» más de lo que imaginábamos. Hay por lo pronto, en la partitura, al menos, la expresión de una personalidad, bastante trivial ciertamente, pero bien perfilada. En toda ella se acusa el estilo del compositor y bastaría haber oído el prólogo de «I Pagliacci» para encontrar constantes alusiones a este estilo a lo largo de «La, Bohéme», cuyo lirismo y «verismo» es mucho menos pucciniano de lo que sería lógico suponer, dadas las coincidencias exactas de época, tema y tendencia entre las dos óperas. En la de Leoncavallo se pinta con tintas más precisas que en la de Puccini el ambiente sugerido por Murger en sus «Scénes de la vie de la bohéme», sobre todo en los dos primeros actos que no son otra cosa que esto: dos estampas ambientales en las que los personajes concretos no tienen más que un relieve episódico. En cambio, el tercer acto, el que transcurre en el estudio de Marcello, está concebido con un claro y sabio sentido dramático, centrando curiosamente él problema argumental en las figuras (secundarias en la versión de Puccini) de Musetta y Marcello. Al lado de la infidelidad de una Musetta pasional y vigorosa, cantada por una voz de «mezzosoprano», la estampa de Mimi queda totalmente desvaída, incluso al final, sin que la escena de la muerte logre centrar en ella la intensidad de la situación.
«La Bohéme», de Leoncavallo es pues una pieza del mosaico operístico «verista» digna de haberse repuesto, a condición de no pasar de aquí, devolviendo la partitura a los archivos, considerándola como un asuntó sobreseído.
La presentación a cargo de artistas, la mayoría adscrito al Teatro de los Festivales de San Remo, ha resultado parcialmente buena y en general correcta. Decididamente buena es la puesta en escena, con los dos primeros actos excelentemente resueltos en cuanto a movimiento, clima y plástica, con muy acertados decorados de Lucca Crippa y gracias a una inteligente, sensible y eficaz dirección del regista Franco Rossellini, hijo del compositor Renzo Rossellini a quien tanto se le estima en nuestro teatro. Mover oportunamente los actores, vincular efectivamente las segundas figuras, el coro y, la comparsería a la acción lo ha conseguido Rossellini con verdadera habilidad de hombre de teatro.
La dirección escénica tiene menos campo de acción en los otros dos actos que transcurren en las buhardillas de Marcello y Rodolfo, donde los actores y cantantes deben asumir toda la responsabilidad de sus papeles. Lo logran correctamente la «mezzo» Nedda Casei que hace una Musetta de honda expresividad, el tenor Doro Antonioli (Marcello) y los barítonos Gian-Luigi Colmagro y Orazio Gualtieri (Rodolfo y  Schaunard) que son tres cantantes de buenos recursos vocales y muy actores.
Antonietta Medici (Mimí), queda en visible inferioridad, aun reconociendo que su papel no da para mucho. Las intervenciones de Luis María Ándreu (Colline), Joan Rico (Barbemouche) y Franco Bordoni (Paolo), son perfectamente oportunas y merecen destacarse. .Estimables lo son también las de Monjo Paulet, Recasens y Annalia Bazzani.
El coro hace un buen alarde de ductilidad, cantando, sin vacilaciones y afinado. La orquesta responde a la batuta del maestro Alberto Zedda que lleva el ritmo general con la debida tensión, concertando perfectamente la escena con el foso del conjunto instrumental.
Hemos aplaudido sinceramente «La Bóheme», dé Leoncavallo, pero hay que confesar que nuestro ánimo estaba más pendiente de la inmediata reposición de «Carmen» con Grace Bumbry que debió tener lugar anoche y que el lector encontrará comentada en otra sección de este mismo ejemplar del periódico. XAVIER MONTASLVATGE


                                         

                                                                                       GEROGE BIZET





                          


CARMEN (Bizet) Sabado 2 diciembre 1966- Director Octavio Ziino, con Grace Bumbry, Pedro Lavirgen, Mª Carmen Bustamante, Piero Francia.
Otra de las noches que me dejaron huella, fue fantástica, no conocía a esta mezzosoprano americana, por mediación del periódico la Vanguardia se había hecho unos pequeños comentarios y nada más. Por los años ya me fui enterando del talento de esta grandísima mezzo. El sábado 2 de diciembre fue realmente una de esas noches que quedas embriagado por todo lo que se desarrolló en las tablas de Liceo. En conjunto general  fue muy acorde al acontecimiento, las voces protagonistas dieron a mi parecer una lección de cómo se debe cantar e interpretar Carmen,  la obra cumbre de Georges Bizet. El rol de Micaela, Mª Carmen Bustamante, lo desarrollo con finura y dulzura, el barítono Piero Francia, abordó el rol de Escamillo  con sobriedad y muy bien interpretado y para final la pareja Grace Bumbry y Pedro Lavirgen interpretaron su roles a la forma que saben hacerlo y adaptándose a sus personajes como el maestro Bizet había soñado, fogosidad, expresión, y en su momento la dramatizad que requieren los personajes. Tenía muy reciente la última Carmen que vi en la temporada 1964-65, por Fiorenza Cossotto y como tenores a Giuseppe Gismondo y Pedro Lavirgen. Como sabéis nunca hago comparaciones. Lo que si notifico es que la Carmen realizada por Grace Bumbry fue muy distinta a la de Fiorenza Cossotto ¿en qué se diferencian?, vocalmente las dos están sensacionales y la diferencia es que el personaje de <Carmen> para mi criterio Bumbry lo realiza con más sensualidad y con una fuerza descomunal e imponiendo un dramatismo sin llegar a la exageración. Al cabo de los años he visto muchas representaciones de  <Carmen> bien en directo o por grabaciones televisivas, la mayoría buenísimas interpretaciones, pero tengo que reconocer que el rol de <Carmen> protagonizado por Grace Bumbry es sencillamente  para mi criterio “único”.
Pedro Lavirgen su voz esta echa para el Don José que escribió el maestro Bizet: fogosidad, expresión, una dicción como pocos y el dramatismo y vehemencia que requiere el rol. En definitiva esta <Carmen> me ha dejado huella dentro de mi corazón y memoria.
Os propongo el poneros unas grabaciones de dicha ópera en video,  que grabó  Grace Bumbry y el tenor Jon Vikers con dirección de Herbert von Karajan.


                                                          
                                                                   GRACE BUMBRY


                                   
                                          VIDEO -  Carmen – Grace Bumbry – “Habanera “


                                      

                                                              VIDEO - Carmen -  Grace Bumbry – “Seguedille”

                                 

                                                         PEDRO LAVIRGEN


                             
                                            VIDEO - Carmen – Pedro Lavirgen – “La feur que tu m´avis jetée “

                                                                            
GRACE BUMBRY          JON VIKERS 

                       
                                              VIDEO - Carmen – Grace Bumbry – Jon Vikers – “Final opera “


Seguidamente os voy a proponer la representación que  se hizo en el año 2009 en el teatro de la Scala de Milan, con dirección de Daniel Baremboim con los interpretes y personajes: Jonas Kaufmann (Don José), A. Rachvelishvilis (Carmen), Erwin Schrott (Escamillo), Adriana Damato (Micaela), Adriana Kucerova (Mercedes), Mikchele Loster (Frasquita).

                                TEATRO SCALA DE MILAN




                                                   CRÓNICA DE LA VANGUARDIA

CRONICA LA VANGUARDIA de CARMEN (Bizet) domingo 3 diciembre 1966. Director Octavio Ziino, con Grace Bumbry, Pedro Lavirgen, Mª Carmen Bustamane, Piero Francia
<CARMEN>, DE BIZET, CON UNA GRAN  PROTAGONISTA: GRACE BUMBRY, CANANTE SINGULAR Y SOBERBIA ACTRIZ
Recordamos la «Carmen», de Bizet, en la voz y la figura de varias protagonistas, pero ninguna habrá dejado una huella tan acusada como ésta; la que ha encarnado la cantante-actriz norteamericana Grace Bumbry en una representación que ha terminado hace unos minutos, en el Liceo, coronada por las ovaciones de un público ganado por ésta artista singular, «Carmen», al margen de su colorido, de sus tópicos y de su inefable carácter de «espagnolade», sigue siendo uno de los hitos mejor conseguidos del teatro lírico francés y la heroína del drama, una de las figuras más elocuentes, de más rica sustancia
expresiva de la ópera de todas los tiempos a partir, de aquel momento en que perdió su contextura de cantata escénica para aproximarse al teatro realista (hasta ciertos límites, los que el género «teatro cantado» admite).
«Carmen», en la ópera, no ha perdido su sentido mítico. La estampa de la cigarrera sevillana, voluble, impetuosa, ardiente, y. canalla, evolucionó mucho desde que la perfiló Merimée hasta que tras las manipulaciones de Milhac y Halévy, pasó a la escena de la «Opera Comique» parisiense con música de Bizet. Y ha continuado evolucionando en la consideración de los espectadores desde la fecha de su estreno en aquel teatro, (1875) hasta la actualidad a través de aproximadamente tres mil representaciones en la vieja «Sale Favart» y en todos los teatros del mundo.
En esta ininterrumpida ambulación, los arrebatos pasionales de «Carmen» han perdido intensidad y acritud, pero siguen siendo un esencial elemento de dicción lírica y dramática idóneo para dar tugar a la más clara y rotunda manifestación de un temperamento artístico, de las posibilidades de una voz de «mezzo» y de los recursos mímicos de una actriz de verdadero temple.
Con Grace Bumbry en el papel de «Carmen» estas posibilidades son aprovechadas hasta el límite. Grace Bumbry canta el «rol» con aquella palpitación emocional que a veces pensamos que es privativo de los artistas de color. En pleno dominio de una voz subyugante, áspera a veces, pero de infinitas inflexiones expresivas, se entrega al personaje como si en los desplantes en los oscuros ardores de la gitana de Sevilla, buscara el eco de impulsos ancestrales, instintivos de su propia raza.
Es posible que haya más cálculo que espontaneidad en su trabajo de actriz y de cantante, pero no por eso la impresión que produce es menos intensa. Es posible que esta «Carmen» a veces parezca más un producto de Harlem que de las barracas que Merimée imaginaba situadas «prés des remparts de Seville», Es posible, finalmente, que su vehemencia —sentida o buscada— le lleve a una interpretación desde el punto de vista musical, poco ortodoxa, con desorientadores abandonos a la lentitud contrastando con súbitas y desorientadoras precipitaciones; pero, ¿qué importa?  Su voz de alta tensión, su fraseo convulso se imponen y no dejan lugar a considerar otra cosa que el efecto directo, arrebatador que produce. Grace Bumbry atrae con su dicción desde el momento en que sale en escena hasta que cae el telón, sin perder un solo momento el dominio de las tablas. Los
escollos del papel los sortea con extraordinario oficio, con picardía y, sin duda; con unas facultades vocales holgadas, más que suficientes para decirlo todo con decisión, con un acento de
autenticidad que le lleva a crear una «Carmen» personalísima y única que es lógico desoriente a muchos viejos amigos de la ópera de Bizet, pero que, en definitiva, no creo pueda tener actualmente rival.
Ayer, al terminar cada uno de los actos fue aplaudida fogosamente, pero forzoso es reconocer que en la suma de
aplausos faltaba la aportación de los que no pudieron evitar la evocación de otras «Carmen» más académica, con menos dosis de originaladidad.
Es difícil apreciar justamente el reparto de la obra, encabezado con una protagonista de la categoría de Grace Bumbry. Diciendo que la artista norteamericana no quedó nunca aislada en el escenario, y que le secundaron otros cantantes conscientes de su responsabilidad y empeñados en ponerse a la altura de las circunstancias, afirmaremos que el espectáculo ha conseguido el
preciso equilibrio gracias en buena parte a la contribución del resto de primeras figuras.
María del Carmen Bustamante ya había interpretado en otras ocasiones el papel de «Micaela». Al lado de Carmen,
«Micaela» es una imagen cuyos perfiles la música de Bizet suaviza hasta el azucara miento. Sobreponiéndose a este pálido clisé del personaje, M ª del Carmen Bustamante, con sensibilidad, con una deliciosa suavidad vocal y una musicalidad perfecta, ha conseguido darnos una nueva manifestación de su personalidad artística.
También creo recordar que Pedro Lavirgen había cantado la parte de «Don José». Esta vez lo ha hecho con una seguridad y nervio dignos de los mejores tenores del momento. Ha dado vida a la figura en torno a la cual gira también el drama. Lírico, en el primer acto, apasionado en el segundo —con mucha contención y hondura en la almibarada «romanza de la flor», que fue largamente celebrada, con ímpetu dramático en los dos actos finales, y sobre todo con mucha, brillante y expresiva voz, ha sido un magnífico «partenaire» de la Bumbry. Piero Francia, como «Escamillo» ha quedado correcto. Otros artistas conocidos han asumido papeles breves pero que no carecen de importancia en la obra. Señalemos el acierto en las intervenciones de Enrico Fissore («Zúñiga»),
Mª Josefa Bartulí («Frasquita»>, Rosa Ester («Mercedes»), Juan Rico («Dan cairo»), Gabriela de Julis («El Remendado») y Enrique Serra («Morales»), Cantada en francés, «Carmen» queda muy en su ambiente (más, incluso, qué si se cantara en español). Y no choca que en un clima más afrancesado que andaluz, las escenas coreográficas tengan una adecuada policromía e, incluso, que ésta se aproxime a un cierto realismo folklórico cuando en la taberna de «Lillas Pastia», y frente a la plaza de toros sevillana, Ana Mercedes y Antonio Español bailan con estupenda elegancia y nervio sugiriendo la atmósfera que el lugar quiere evocar.
El coro, cantando en italiano, no ha estado esta noche demasiado afortunado, rezagándose a veces y sin poder evitar en la «Habanera» un fallo imperdonable. La dirección escénica tampoco ha resultado totalmente feliz, sin que podamos señalar en ella ningún rasgo de originalidad. El maestro Ottavio Ziino, en el podio de la orquesta, ha salvado expertamente las imprevisibles libertades rítmicas de la «mezzo», atento en impulsar el movimiento general de la representación con el propósito de infundirle agilidad y vida.
Por todo lo dicho, el lector deducirá lo que he intentado reflejar: que en el Liceo se ha representado una «Carmen», por lo que se refiere a la protagonista, atractiva, de una originalidad y una sugestión que, a quien esto escribe, le ha entusiasmado, y a una buena parte del público también, a juzgar por las ovaciones prodigadas al final de la representación, estos aplausos redoblaron, dedicados a Grace Bumbry y, como colofón a Pedro Lavirgen, que debió aparecer solo ante la cortina entusiástica mente aclamado. XAVIER MONTSALVATGE.


GIUSEPPE VERDI



Viernes 16 diciembre 1966. Director Franco Ferraris, con Jaime Aragall, Suna Korat, M. Aparici, Enrico Fisore.
Con este Rigoletto que vi en esta temporada, son ya tres versiones que he visto, la primera con Afredo Kraus y Giana D´Angelo, la  segunda con Juan Oncina y la soprano Margarita Gougliemi y ahora con Jaime Aragall y la soprano turca Suna Korat. Bien, como buenos aficionados, os gustaría saber que versiones fueron la mejores. Rotundamente no, no es mi estilo en hacer comparaciones sobre cantantes. En todas disfruté mucho de las voces y cada uno la interpretación la hace a su forma. Lo que si os puedo decir es que el rol de Gilda, para mí la que mejor lo hace es sin duda ninguna ese es mi parecer, es Giana D´Angelo, y en el rol de Conde de Mantua me quedo con la voz de Alfredo Kraus. Esto son gustos y  pareceres míos y con ello no conlleva que los demás cantantes lo hagan mal, no. Como buen aficionado tengo mi referencia de cada ópera y una matriz o molde de las óperas, y en ellas me baso, os voy a poner un ejemplo: para mí el mejor Rigoletto de todos los Rigoletto sería como Gilda a Giana D´Angelo, el Conde de Mantua a Alfredo Kraus, de Rigoletto a Tita Rufo, como Sparafucil a Nicola Ghiaurov y Magdalena a Fiorenza Cossotto. Estos son mis pareceres y cada aficionado tendrá los suyos.
Sobre la actuación del Rigoletto de Jaime Aragall, estuvo esplendoroso, su voz joven, aterciopelada y con un gusto exquisito interpreto su rol con una maestría, como si fuera un cantante veterano. Manuel Ausensi, es un todo terreno, todo lo que canta lo hace con una profesionalidad y una gran dicción, qué más quisieran algunos barítonos tener el repertorio de este gran cantante. La que se salió un pelín del papel de Gilda,  fue la turca Suna Koran, con una voz muy delicada y buen gusto, su fallo fue en su aria “ Caro Nome”, que bajando de la escalera, su voz se destemplo, el aficionado del quinto piso (no me incluyo) exteriorizo su desagrado. En reglas generales muy bien el Rigoletto y el publico hizo bisar a Aragall <La donna é mobile> En resumidas cuentas un muy buen Rigoletto.
Os voy a poner unos fragmentos que creo que van a ser muy interesantes.

                                                  
                                                             MANUEL AUSENSI

                                                                
                                                                         AUDIO - Rigoletto –Manuel Ausenssi – “Parisiamo

                                                 
                                                                                        JAIME ARAGALL

                                 
                                            AUDIO - Rigoletto - Jaime Aragall – “Possente amor mi chiama “

                                         
                                                              AUDIO - Rigoletto - Napoli- Jaime Aragall- "Ella mi fu raita"



                                        
                                   AUDIO - Rigoletto-Napoli - Jaime Aragall- "La donna e mobile"



Ahora os voy a poner una grabación en Vídeo, efectuada en el Teatro Regio di Parma el año 1987, con dirección de Angelo Campori y con los interpretes y personajes:Leo Nuci (Rigoletto), Alfredo Kraus (Duque di Mantua), Lucia Serra (Gilda), Michele Pertusi (Sparafucile).





CRÓNICA DE LA VANGUARDIA



CRÓNICA DE LA VANGUARDIA RIGOLETTO /Verdi) Sábado 17diciembre 1966. Director Franco Ferraris, con Jaime Aragall, Suna Korat, M. Aparici, Enrico Fisore
AYER NOCHE EN EL GRAN TEATRO DEL LICEO
«Rigoletto» valorado por las voces de Manuel Ausensi, Jaime Aragall y la soprano Suna Korat.
«Rigoletto, buffone di corte» anoche ha vuelto a la escena de nuestro primer teatro y ha sido recibido con el agrado de siempre, incrementado esta vez por haber tenido la obra dos protagonistas barceloneses, extraordinariamente admirados y populares. Jaime Aragall y Manuel Ausensi (y en una considerable proporción la soprano turca Suna Korat) han sido los artífices de este nuevo éxito de la famosa ópera de Verdi, peligrosa para los intérpretes porque no son pocos los liceistas que la conocen de memoria y no se les escapa ningún posible fallo de voz o de recurso dramáticos en el trabajo de los cantantes actores.
Al mismo tiempo, son estos aficionados los que valoran con más entusiasmo los aciertos conseguidos por los artistas y su capacidad para superar gallardamente las dificultades que encierra que son de diverso orden. El teatro verdiano —y «Rigoletto» es una de sus más típicas manifestaciones no es únicamente un «método de canto, grado superior», sino algo más: un auténtico melodrama, con toda la sensiblería y los tópicos propios de la escena decimonónica pero también con una construcción adecuada a las necesidades del teatro musical. Como decíamos a propósito de un anterior «Rigoletto», la obra es un magnífico prototipo, una pieza perfecta desde el punto de vista escénico teniendo en cuenta la época en que fue compuesta. Todo en ella está admirablemente dosificado, medido y preciso partiendo de la truculenta historia del bufón del Duque de Mantua, derivada como se sabe de «Le Roy samuse» de Víctor Hugo. La partitura es a ratos grandilocuente pero siempre limpia, espontánea, de una comunicativa palpitación, sin puntos muertos a pesar de la sublime y ridícula frivolidad de «La donna é mobile», compensada por la mayor consistencia de otros fragmentos, la gracia del «Caro nome». Los desplantes del barítono —el «povero Rigoletto»—, las diversas partes del coro escritas con una soberbia habilidad, y sobre todo el «cuarteto» del último acto que tiene el valor de una página antológica en la producción total de Verdi. Pero, ¿por qué hablar a estas alturas de «Rigoletto» más que tres veces centenario en la escena del Liceo (y así milenario en la Opera de París y más que milenario en la de Milán) si no es para dar cuenta de cómo se ha ofrecido a los espectadores que anoche llenaron el gran teatro de las Ramblas?
Jaime Aragall como Duque de Mantua se apuntó un nuevo éxito que el público confirmó aplaudiéndole ya en «Questa o quella», el aria de su salida, y en todas las demás intervenciones destacadas, sobre todo, ni que decir tiene, al término de la vulgarísima «Donna é mobile», que el público acogió con ingenuo griterío y un nada edificante alboroto que no cesó hasta la repetición del fragmento. Vale decir que Aragall lo entonó con brío, aplomo y la morbidez necesaria para soliviantar la galería. Estuvo mucho mejor, por nuestro gusto, por ejemplo, en «Parmi veder le lacrime» del tercer acto, donde además de lucir su voz penetrante y joven, acreditó una madurez de escuela que es lo que da actualmente mayor interés al arte de nuestro admirado tenor.
Hemos leído en el programa que Manuel Ausensi ha cantado desde 1947 todas las temporadas un promedio de dos a tres óperas en el Liceo (con excepción de los años 1961 al 1965). Este dato da idea de lo mucho que es estimado aquí este barítono y evidencia la amplitud de sus recursos que le permiten el dominio de un dilatado repertorio en el que no podía faltar una obra como «Rigoletto», perfecta para su registro vocal y su dicción dramática. Ausensi dio ayer una versión convincente del papel en torno al cual gira la intriga de la ópera. No vaciló ante los agudos a que le obliga la particela; cantó brillantemente y se movió en escena con la naturalidad de un actor consumado, imprimiendo el mayor dramatismo en los episodios de los dos últimos actos. Al terminar el tercero fue requerido para saludar solo ante la cortina y le fue dedicada una cariñosísima ovación.
La presentación de la soprano Suna Korat en el papel de Gilda, no defraudó. Sorprendió la artista por la calidad de su voz fresca, agradablemente en toda su extensión salvo en los limites agudos donde queda violentada y hasta un poco hiriente. Su «Caro nome» tuvo más atractivo tímbrico que estilístico porque Suna Korat da una versión excesivamente personal de la particela aunque el encanto de su voz se imponga por encima de rigores de escuela. También fue aplaudidísima, sobre todo al final del acto segundo.
Hubo otras intervenciones remarcables La de Montserrat Aparici (Magdalena) se distinguió por su carácter; la de Enrico Fissore (Sparafucile) fue netamente destacada y se adaptaron a los papeles circunstanciales artistas tan conocidos como Torres, Rico, Montero, De Julis, Tilomas, Rigay y Casabella.
En el podio de la orquesta estuvo el maestro Franco Ferraris que obtuvo buenos resultados del conjunto y una controlada sincronización con los cantantes. Después de «El Caballero de la Rosa», este «Rigoletto» ha representado para los instrumentistas un verdadero «relax» al que no se han abandonado manteniendo la interpretación instrumental en una aceptable tensión. También para el coro, la obra es cómoda y lucida aunque no carezca de partes comprometidas. El conjunto vocal, bien preparado por el maestro Bottino, tuvo felices intervenciones con homogeneidad de timbres, buena afinación y exactitud de ataques y ritmo. Parecía como si su desafortunado trabajo en la pasada «Carmen» hubiese provocado una reacción en los cantores que esta vez han estado atentos y bien ajustados.
La dirección escénica, los decorados diferentes de los que recordábamos, pero igualmente tradicionales y el «ballet» qué con su intervención ambientó el primer acto, no añadieron a este
«Rigoletto» ninguna singularidad susceptible de comentario. El espectáculo fue presentado en general con buen gusto y pulcritud. El teatro estaba lleno como en las funciones anteriores, y los aplausos que, como he apuntado, interrumpieron repetidamente la representación, fueron muy efusivos e insistentes al final de cada uno de los actos.
XAVIER MONTSALVATGE


                            

             GIUSEPPE VERDI


OTELLO (Verdi) Jueves 29diciembre 1966, director Carlo Felice Cillario con Nicola Nikolov, Orieta Moscucci, Luigi Quilico-.
Esta ópera la vi el dos de Enero de 1967, recién venido de mis vacaciones navideñas. Fue la última representación de Otello, estuvo bien interpretada en reglas generales, el barítono Louis Quilico fue el que más me impresiono, y el tenor Nicola Nikolov, lo vi anteriormente en un Pagliacci, y la realidad es que me causo una buena impresión, en este Otello, os comento con sinceridad, la memoria me dice que como Mario del Mónaco no hay tenores que lo superen en esta ópera. La soprano Orietta Moscucci interpretó su rol muy dignamente.
De estos cantantes no he podido encontrar nada de la opera Otello lo único que he podido encontrar es una grabación de el “Yo credo” con la voz de Aldo Protti  y Louis Quilico.

                 AUDIO Otello- Alddo Protti y Louis Quilico "Credo"





                                    TEATRO SCALA DE MILÁN


Seguidamente os propongo la actuación por primera vez de Placido cantando el Otello 1976 en el Teatro Scala de Milan. La orquesta y coro están dirigidas por Carlos Kleiber y con un reparto extraordianario, intérpretes y personajes: Mirella Freni (Desdemona), Placido Domingo (Otello) y Piero Capuccilli (Yago) Está subtitulada en español




                              CRÓNICA DE LA VANGUARDIA

CRONICA DE LA VANGUARDIA  DE  OTELLO (Verdi) 31 diciembre 1966. Director Carlo Felice Cillario, con Nicola Nikolov, Orieta Moscucci, Luigi Quilico.  «Otello», ópera maestra de Verdi.
En relación con su importancia, «Otello» es una ópera poco representada, incluso en Italia. A pesar de ser centenaria en el Liceo, sus apariciones en este escenario han sido amplia mente de pasadas por la bicentenaria «Traviata» y los tricentenarios «Rigoletto» y «Aída», que, sin negar su valor, son obras netamente inferiores a la penúltima compuesta por Verdi a los 74 años de edad. Las razones que han originado esta posposición de (Otello) respecto a las otras creaciones del último período verdiano (con excepción de «Falstaff» que no pertenece al teatro dramático) son varias; una de ellas puede ser la falta de tenores con el suficiente temperamento de actor para encarnar el mito de la pasión y los celos creado por Shakespeare y llevado a la escena lírica por Verdi a través de la adaptación de Arrigo Boito. Otro motivo causante de esta circunstancia es que en «Otello» en la partitura de esta obra maestra, las concesiones a lo fácil y a la rutina han sido totalmente eliminadas, lo que para ciertos gustos populares representa un esfuerzo de adaptación al nuevo concepto operístico que la obra representa, no siempre aceptado espontáneamente.
(Otello) es una pieza clave en la historia de la ópera italiana y señala entre otras orientaciones la renuncia a los convencionalismos dramáticos y la inserción de la orquesta como elemento substancial en el equilibrio del espectáculo sin que por eso se restrinjan las prerrogativas de la expresión vocal que sigue imponiéndose como protagonista. En cierto modo sobre «Otello» gravita la influencia de Wagner pero la obra no pierde por esto sus profundísimas características italianas y la potente personalidad de Verdi y la originalidad de su lenguaje lírico y sinfónico permanece intacta en esta partitura que resume todo lo mejor de la anterior liberada al mismo tiempo de todos sus defectos.
Pero lo dicho son simples constataciones históricas, prescindiendo de las cuales la obra se impone por sí misma al margen y por encima de su significación y de lo que representa como avance y enriquecimiento de la música escénica del siglo pasado.
(Otello) empieza por valerse de un libreto excelente. Arrigo Boito compositor mediocre y wagneriano teórico pero furibundo, captó del drama de Shakespeare lo elemental: el triángulo de sentimientos —celos, envidia y amor— y lo anecdótico de la pieza teatral del clásico inglés, pero tuvo el acierto de vertebrar hábilmente los efectos y las situaciones escénicas de manera que Verdi —a pesar de sus absolutas divergencias con las teorías de Boito— se encontró con un texto literario indicadísimo para darle consistencia y sentido musical. Y realizó su obra con toda su enorme experiencia del teatro, con una lucidez, un nervio y una vivacidad que impresionan pensando que es el fruto de un músico septuagenario que a su edad no podía menos que sentirse mediatizado por los constantes éxitos logrados con sus obras anteriores escritas, como (Otello), con absoluta sinceridad y sin ninguna intención especulativa.
Todo es perfecto en este «Otello»: la proporción, el sentido, la intensidad y la elocuencia de cada escena, la íntima relación de la voz con la atmósfera dramática que crea la orquesta, el dosificado (crescendo) con que se perfilan los dos impulsos de la tragedia —las intrigas y las envidias de (Yago) y los celos del (moro de Venecia)— y sobre todo la intensidad que alcanza el final del drama, tan difícil de obtener sin caer en la artificiosidad o en la teatralidad simplemente externa y decorativa. Y por encima de todo, la música a través de todas las situaciones se mantiene tensa, turgente, con sutiles contrastes de fogosidad y frenesí cuando dibuja las reacciones de (Otello), de acritud y recóndita causticidad al explicar las maquinaciones de (Yago) y con acentos de expresiva ternura que envuelven la delicada, figura de Desdémona.
El (Otello) que se presenta este año en el Liceo reconozcamos que no es excepcional pero de una positiva dignidad.
 En la representación de anteayer, parece que los protagonistas actuaron en inferioridad física por hallarse indispuestos. Si es verdad, esto se notó únicamente en que su trabajo de actores quedó un poco apagado, o al menos, no alcanzó la fuerza violenta y patética requerida por las características de la acción. Es posible que el tenor Nikola Nikolov pueda en otras circunstancias (como pudimos comprobarlo la temporada pasada que cantó en «Pagliacci» valerse más desahogadamente de sus, excelentes recursos, pero su voz, de un timbre robusto y de una intensidad expresiva extraordinaria, le permitió dar intensa vida al personaje de (Otello)  que tuvo a su lado un «Yago» muy teatral, acaso demasiado desenvuelto pero  de excelente calidad vocal, encarnado  por el barítono Luigi Quilico. Orietta  Moscucci hizo una «Desdémona» sin demasiada palpitación emotiva pero también su voz clara y dúctil merece una calificación elogiosa.
Los demás papeles fueron interpretados correctamente aunque sin brillo especial, destacando en todo caso Celia Esain, muy bien de estilo y calidad vocal en el papel de «Emilia»; el tenor Gabriele de Julis como «Cassio» y Eduardo Soto como «Ludovico». Aceptables fueron las intervenciones de Luis Ara «Rodrigo», Juan Rico (Montano) y Rafael Campos (Heraldo).
Esta vez el coro en su preponderante participación del primer acto supo hacer  honor a la obra y cantó con ímpetu, flexibilidad, disciplina e irreprochable   afinación. Su parte en (Otello) no es
extensa pero muy difícil y de considerables complicaciones polifónicas que el maestro Bottino supo resolver preparando eficazmente al conjunto.
Se utilizaron, como ya se ha convertido en tradición, decorados de la casa  Sormani de Milano que son acertados  y sobre todo se presentan con buenos efectos de luz. Unido esto a que los actores —especialmente Nikola Nicolov— cuidan esmeradamente la caracterización, el espectáculo visualmente resulta plenamente acertado sobre todo en el último acto, con lo que se aprecia el buen gusto y la profesionalidad del regista Enrico Frigerio.
El maestro Cario Felipe Cillario es un director familiar al público del Liceo. Esta vez ha dado una nueva prueba de su competencia, de su depurada musicalidad y de su instinto verdiano concertando la representación con mano segura y un temple del que la, orquesta se contagió consiguiendo para «Otello» un notable relieve sinfónico. XAVIER MONTSALVTGE

                             
                                                      JUSES MASSENET



MANON (Massenet) 14 Enero 1967, director Jesús Etcheverry, con Victoria de los Ángeles, Franco Bonissolli, Jan Pierre Laffige
No sé cómo explicaros, lo que sentí cuando vi esta última  Manon. Lo que puedo deciros es que no ha  habido ninguna Manon como Victoria de los Ángeles. Cuando la vi por primera vez en la temporada 1956-57, acompañado por Giacinto Prandelli, fu tan grata mi impresión que yo mismo me dije que no se podría igualar, y pensad que era  la primera vez que veía Manon de Jules Massenet. Ahora en el tiempo pienso, que sí, esta última Manon fue superada por ella misma. Sé que de esta última temporada que acaba, ha habido críticos, comentando que la voz de Victoria de los Ángeles ya no es la misma que de la temporada 56-57, bajo mi criterio no estoy de acuerdo, la interpretación que hace Victoria de los Ángeles, es espectacular, con un intimismo tan real, con una voz tan delicada que impregna su personaje de tal manera que su voz se transforma con tanta delicadeza que se convierte en un gemido, dulzor, ingenuidad y a la vez dramatismo. Escribo esto al cabo de los años y sé que algunos críticos, pocos por cierto,  le han puesto algún pero de las representaciones que dio en Enero de 1967, si no les gusta la música de Jules Massenet, con esto está todo dicho.
 Os voy a poner algunos fragmentos la ópera de Manon donde canta primeramente Franco Bonisolli y segudiamente algunos fragmentos con Victoria de los Angeles.



                                           
                                                      FRANCO BONISLOLLI

                                  

                                   AUDIO - Manon –Franco Bonisoli -Liceo 1967- “En fermant les veux “



                                                                 VICTORIA DE LOS ÁNGELES

                                   
                                                  AUDIO - Manon – Victoria de los Ángeles- “Je suis encoré “


                           
                       AUDIO - Manon – Victori de los Ángeles – “Manon, plus de chimeres"


Sin duda alguna puede afirmarse que Victoria de los Ángeles poseía  unas cualidades extraordinaria era dueña y señora  del refinamiento, el gusto y la clase, la ilustre soprano catalana  personificaba de tal forma a Manon que basta oír este registro para, sin haberla visto en escena, creer en su personificación. Aunque alguien haya podido atribuirle  frialdad o falta de entrega en la representación, es cierto que lo que no se consigue con el peso de la voz lo compensa con un extraordinario sentido de la sutileza, el encanto y, sobre todo, con un estilo y dicción perfectos, y con un francés  extraordinario. 
Buceando por YouTube he encontrado una versión en Audio de una grabación con un buen sonido y con las voces de Ileana Cotrubas y Alfredo Kraus y la realidad es que no me resisto a pone rolas. Esta dirigida por Michael Plasson con la Orquesta y Coro de Capitol de Touluse con los interpretes y personajes: Illeana Cotrubas (Manon), Alfredo Kraus (Des Grieux), Gino Quilico (Lescaut), José Van Dam (Comte Des Degrieux)










                                          CRÓNICA DE LA VANGUARDIA

CRONICA DE LA VANGUARDIA 15 ENERO 1967, director Jesús Etcheverry, con Victoria de los Ángeles, Franco Bonisolli, Jan Pierre Laffige.
La «Manon», de Victoria de los Ángeles: una síntesis de refinamiento y musicalidad. Acudimos ayer al Liceo pensando en la «Manon» que cantó Victoria de los Ángeles hace diez años (al lado de Giacinto Prandelli, bajo la dirección de Bigot) porque fue una representación de las que no se olvidan fácilmente. Victoria acaba de hacernos revivir aquellos momentos de delicia con una nueva interpretación admirable de la obra, sin comparación posible con cualquier otra que nos venga a la memoria.
No nos sentimos inclinados hacia este tipo de funciones operísticas que giran en torno a una sola figura cuando ésta, la «prima-donna», polariza la atención general que sin duda la merecen también en parte los demás artistas y como es lógico, la obra que sirve de base para sus actuaciones. En este caso, pero esta polarización era justificada e inevitable porque la protagonista con su sola presencia en la escena, su voz y su exquisita dicción valoró la totalidad del espectáculo. Y que conste que, concretamente la fragante partitura de Massenet no la consideramos un simple pretexto de exhibición para las voces.
La «Manon» de Massenet contiene más sustancia musical de lo que podría hacer suponer la época en que fue escrita —época ambigua para el teatro lírico francés— y la personalidad del compositor, la estimamos aun aceptando que sea de menor talla que la de sus contemporáneos Bizet, Gounod o Saint-Saéns.
«Manon», desde el punto de vista de la originalidad y el temple dramático, tiene menos impulso que el resultante de una «Carmen» o un «Faust», óperas con las que forma el triángulo más representativo del teatro lírico francés posterior al rococó y anterior al «Pelléas» de Debussy, pero la partitura no es inferior a las aludidas en el plano de una elegancia de escritura, una delicadeza expresiva, un «charme» en la línea melódica y sus aderezos armónicos, que acaso sólo otro compositor francés de la época —el sutil Gabriel Fauré— pudo aventajar. Pero Fauré fue
esencialmente un músico íntimo y su música es inadecuada para el teatro y en cambio Massenet conoció mejor los recursos de la escena, dominó el arte de crear musicalmente con la ayuda de una orquesta tratada con habilidad y elegancia suma, las situaciones, los contrastes y el clima emocional propiamente teatrales. En «Manon» además, estas virtudes se manifiestan con una plena elocuencia que el compositor tan sólo pudo infundir con semejante acierto en «Thaïs» y en «Werther», las dos únicas óperas suyas (entre la treintena que dejó escritas) que siguen en la estimación general después de (Manon).
En esta obra, el vuelo lírico se impone más que la tensión dramática. Y no es primordialmente en los momentos en que las voces de Manon o de Des Grieux perfilan la melodía con su morbidez al borde de la afectación más superficial, que nos sentimos ganados por su atractivo. Ciertamente es lógico que en general se espere con deleite el melifluo (En fermant les yeux), o la trivial gavota de la «Cour de la Reine» y que a estos momentos de gracia y facilidades según, como sucedió ayer, con el primero, los aplausos más sinceros y prolongados del auditorio, pero en el
resto de la obra, en casi toda al menos, la distinción un poco marchita pero real, no decae, no es menos evidente, semiculta a veces en la fugacidad de un recitado, en el tono confidencial de una inflexión, de una frase, como aquel «Adié notre petite table» que Victoria traduce con una emoción  poética incomparable a la que nadie ayer permaneció indiferente.
Victoria de los Ángeles acaba de crear de nuevo una <Manon> de imponderable musicalidad. Al público le ha sorprendido un poco la contención de su voz, el continuo fraseo casi confidencial, la flexibilidad en la manera de decir llevada hasta un refinamiento inaudito. Sin embargo, el personaje de Manon es esto; la conversación, el comentario sutil e intencionado unido sin solución de continuidad con la arieta y la cavatina evanescentes o el aria y el dúo con más dosis de pasión. ¡Qué maravilla cómo Victoria dice todo eso, sin una concesión o alarde, con un control de estilo insuperable! La gente, en realidad, no se «calentó» hasta después del cuadro de San Sulpicio que fue rubricado con los mayores bravos y ovaciones, pero por nuestro gusto, Victoria estuvo igualmente subyugadora como cantante y actriz en todo su papel, desde su aparición en < Je suis ancore e étourdie» y en el (Air des regrets) hasta el final al lado del protagonista masculino en «Toi, vous... n’est-ce plus ma main».
La representación no ha tenido sólo el aliciente de la presencia de nuestra cantante. El tenor Franco Bonisolli ha resultado un <partenaire> adecuadísimo para ella. Bonisolli, posee una voz agradabilísima que también domina sin abandonos a la brillantez tímbrica. Aun siendo italiano, se expresa en un francés selecto y canta adaptado al carácter de la obra que, no debemos olvidarlo, fue escrita para una escena y una sala reducida como la de la parisina (Opera Comique). Bonisolli hizo un (De Grieux) expresivo, espiritual y elegante.
Un nuevo acierto ha sido la actuación del barítono Jean Pierre-Laffage, como «Lescaut». Con una dicción más extravertida, con volumen vocal excelente y una desenvoltura escénica considerable, formó con Victoria y Bonisolli un terceto perfectamente equilibrado.
Guy Godin (<De Brétlgny>) y el bajo Pierre Savignol («conde De Grieux»), vocalmente correctos, se sumaron con su actuación, llevada con aplomo y apropiadamente, a las tres primeras figuras para dar el justo ritmo y movilidad a las escenas. Otros artistas franceses no quedaron desplazados: Armelle Rioual, Jacqueline Eobert y Collette Gerardin, en los papeles de «Poussette», «Javotte» y «Rosette», cumplieron con las exigencias de estos «rols» en los que no dejan de alcanzar cierta preponderancia. De la participación española cabe señalar la de Diego Monjo, excelente mímico como siempre y en esta ocasión acertadísimo en dar perfil al tipo de (Guillot de Morfontainesi) con una notable mejora en su acento galo.
El coro (¡oh dolor, en italiano!) ha cantado sin desentonar ni vocalmente ni en cuanto a movilidad. La participación del ballet en (La Cour de la Reine) es discreta. La presentación escénica no pasa de tradicional, pero se nota en el movimiento general, en ciertos detalles ambientales, que está dirigida por un regista inteligente como Gabriel Couret. Y la orquesta, bajo la batuta de Jesús Etcheverry, se ciñe considerablemente al ritmo de los cantantes. Como la partitura es clara, con mixturas sonoras siempre suaves y ágiles, el maestro Etcheverry puede lograr del conjunto instrumental efectos de remarcable armonía y color.
Salimos, pues, del Liceo con el ánimo de haber asistido a una representación de felices resultados, prendidos, totalmente ganados por la personalidad fuera de serie de Victoria de los Ángeles y bastante convencidos por la actuación de los demás artistas. Supongo que las crónicas sociales dirán que el teatro estaba brillantísimo, porque esta es la verdad. No ha habido esos desahogos explosivos que rubrican los «morceaux de bravoure» de los divos efectistas, pero estoy seguro que la música, en definitiva, ha ganado esta noche una buena partida.
Xavier MONTSALVATG    


























                                                          












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