Comenzamos
otra nueva temporada 1968-69 y a cuál de ellas más sugestiva, con otro gran ramillete
de cantantes que ¡¡ Dio mío!! si ahora
en la actualidad (2017) los tuviéramos por estos Teatros del mundo, y con los
adelantos acústicos y sonoros que hay hoy en día, en fin no quiero soñar, atendamos a esta
temporada 1968-69, que con los recuerdos y con ayuda de la tecnología, de mi “diario”, el periódico de La Vanguardia
y YouTube, os voy a relatar más o menos lo que aconteció en aquella temporada.
En
este año fue la última vez que canto el
barítono Manuel Ausensi. Puedo deciros que le he visto en muchas funciones de
óperas y os puedo decir que en todas salió muy bien. Una de las cosas que más
me ha sorprendido de su voz es la dicción que poseía, creo y no me equivoco que
hay muy pocos barítonos que tengan la dicción tan clara como Ausensi.
CARTELERA PEMPORADA 1968-69
Temporada 1968-1969 del Liceo
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Ópera
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Compositor
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Director musical
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Director de escena
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Papeles principales
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Producción
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Fechas
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noviembre
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diciembre
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enero
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enero
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enero
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ROBERTO DEVEREUX (Donizetti).
Inauguración temporada 1968-69 Director Carlo Felice Ciliario, con Montserrat
Caballe, Bernabé Martí, Piero Capuccilli, Bianca Berini
Muy
bien empezamos con la inauguración de temporada con esta fantástica ópera de
Donizetti. Era la primera vez que veía esta magnífica ópera, puedo deciros que
quede impresionado de la música de
Donizetti. Además con un reparto de voces excepcionales, podríamos decir que
todos estaban en su plenitud de sus carreras y sus voces eran muy jóvenes. ¡¡Y
vaya reparto!! Caballé, Berini, Capuccilli y un Bernabé Martí en todo su
apogeo. Las música de Donizetti es puro bel canto, con su voces aterciopeladas
y con sus clásicas cabalettas. Para los que nos gusta la música bel cantista,
aquí podemos zambullirnos y bucear por
la vistosidad de la música Donizetiana. Aquí en esta ópera empecé a declinar me
por la música bel cantista. Sí, soy un adicto a la música de Donizetti, en
todas sus óperas alborea el resplandor
de su genial musicalidad y un gran tratamiento de las voces y exigencias que
muchos cantantes no pueden permitirse abordarlas por su difícil interpretación.
Tenemos que dar gracias a que las cantantes Beverly Sills, María Callas, Leyla
Gencer, Montserrat Caballé y Edita Gruberova, entre otras, si que fueron
valientes y arriesgadas para acometer estas partituras que hoy en día están en
candelero de los grandes teatros de todo el mundo.
Como
os digo fue una noche esplendorosa para mí, el descubrimiento del puro bel canto y también
el comprobar que Montserrat Caballé en
aquellos años era insuperable, su voz aterciopelada, con un sonido y colorido
inigualables y si le añades a todo esto, su mesa di voce (aumento de la voz),
nos da la mejor voz donizetiana que ha habido en el firmamento (hablo de
aquellos años de su juventud). Ahora nos quedan los recuerdos sonoros que
gracias a las grabaciones piratas podemos disfrutar de esa voz tan genuina.
Esta es la demostración que en aquella época, las casas discográficas miraban
para otra parte. Lo digo porque hay pocas grabaciones discográficas, de
estudio, que no supieron sacarle el rendimiento a esta sublime voz de la
Montserrat Caballé.
El
resumen de aquella velada fue para mí excepcional, con unos cantantes en su
plenitud y con una música esplendorosa que los cantantes supieron leer e
interpretar como lo escribió el maestro Donizetti .
Los fragmentos que os voy a poner son todos de la misma función que se canto en el Liceo el 9 de Noviembre de 1968 en la inauguración de la temporada. El sonido no es correcto pero nos tenemos que conformar y encima dar las gracias a YouTube por habernos bajado estas grabaciones.
BIANCA BERINI MONTSERAT CABALLE
AUDIO -Rigoletto – Franco
Pagliazzi – Mª L. Cioni- “Vendetta “–Bis
GRAN TEATRO DEL LICEO
AUDIO RIGOLETTO - Liceo 1968- Barcellesi- Aragall- Cioni Herlea
CRÓNICA DE LA VANGUARDIA
Los fragmentos que os voy a poner son todos de la misma función que se canto en el Liceo el 9 de Noviembre de 1968 en la inauguración de la temporada. El sonido no es correcto pero nos tenemos que conformar y encima dar las gracias a YouTube por habernos bajado estas grabaciones.
BIANCA BERINI MONTSERAT CABALLE
PIERO CAPUUCILLI
AUDIO - R. Devereux –M.
Caballe- B. Marti – “Ed ancor la tremenda “
AUDIO - R. Devereux –Montserrat Caballe- “ Vivi, ingrate
quel sangue versato “
La grabación que os iba a proponer era precisamente la misma función que yo vi aquella noche pero no puede ser ya que YouTube la ha descartado.Seguidamente os voy a proponer una grabación en vídeo efectuada en el año 1977 en el Teatro de Touluse con orquesta y coro del mismo teatro con dirección de Julius Rudel con los ssiguientes interpretes y personajes: José Carreras (Roberto Devereus), Montserrat Caballé ((Elisabetta), Franco Bordoni (Duca di Nottingham),Janet Coster (Sara) y Ferruccio Furlaneto (Gualtier Raleig).
CRÓNICA DE LA VANGUARDIA
Ayer
se inauguró la temporada de ópera en el Gran Teatro del Liceo.
El
lector encontrará en las páginas reservadas para información de última hora la
referencia crítica de esta inicial representación de « R o b e r t o Devereux» —un titulo casi
olvidado de Donizetti— a la que seguirá la reposición de «Don Carlo», de Verdi,
anunciada para hoy, en la primera (función de tarde). E1 ciclo empieza, pues,
bajo el signo de la tradición que en realidad dará la tónica a la actividad
liceística de este invierno.
La
temporada será tradicional, aunque en los programas alternen las óperas más
conocidas («Butterfly», «Rigoletto»,
«Trovatore»,
«Tannhauser», «Walkyria» <(Manon>, «Nozze di FFigaro» y «Un bailo in
maschera»), con otras raramente programadas («La damnación de Faust», «Macbeth»
y las dos de las funciones inaguraes y algunos estrenos en nuestro teatro; «La
vida por el Zar», «María Stuarda» y «Lulú». Con las reposiciones de «Canigó» y
((El barón gitano», más el estreno absoluto del ballet (Los cinco continentes)
quedará completado el panorama operístico de este año. ¿Es mejor, peor o
similar al de las temporadas anteriores? Cualquier comparación sería arriesgada
y prematura, ya que un factor decisivo en el desarrollo satisfactorio de un
ciclo de ópera es la actuación de los cantantes y esta vez, en la cartelera,
vemos muchos artistas que aún no hemos podido juzgar, al lado de otros
repetidamente admirados —Montserrat Caballé. Anja Silja, Grace Bumbry, Fiorenza
Cossotto, Cario Bergonzi o Jaime Aragall— que pueden inclinar la balanza de los
aciertos hacia el lado positivo o negativo.
Teniendo
en cuenta que el Liceo no es un teatro de protección oficial substantiva y
categórica y partiendo de la base que el público ahora acude al teatro menos
por obligación social que por una sincera afición a la ópera (lo que equivale a
decir que el Liceo ha pasado a ser una manifestación musical para minorías), el
conjunto de obras y artistas incorporados en el programa de la actual temporada
nos parece muy digno. Sin duda echamos en falta, en la lista, algunos nombres
ilustres, algunos títulos todavía inéditos aquí y más que nada, un concepto
renovador en la escenificación de las obras que no parece asomar en el anuncio
de los espectáculos en preparación. Sin embargo tenemos muy en cuenta lo dicho
antes; el Liceo no cuenta con ayudas suficientes para crear para cada ópera
(que en el mejor de los casos se representa tres veces) una escenografía
original o nueva, y ya es mucho que podamos ver las que realizan las compañías
de otros teatros, invitadas para actuar en el nuestro con todos sus equipos
artísticos y técnicos.
Lo i m p o r t a n t e es que en el Gran Teatro
del Liceo continúa celebrándose la temporada de ópera organizada con empuje y
con una visión efectiva de lo que aquélla debe ser. Objeciones aparte y proporciones
guardadas, a lo que se parece más la temporada del Liceo es a las que se
organizan en los mejores teatros de Europa, que no gozan de una básica protección
estatal. Y en todo caso gracias al Liceo, Barcelona sigue haciendo honor a su
tradición de ciudad abierta a todas las manifestaciones artísticas entre las actuales,
el teatro musical no podría quedar marginada. XAVIER MONTSALVATGE
AYER SE INAUGURO CON LA BRILLANTEZ DE SIEMPRE
LA
TEMPORADA DE OPERA EN EL GRAN TEATRO DEL LICEO
«ROBERTO
DEVEREUX», DE DONIZETTI, PROPORCIONO UN TRIUNFO PERSONAL A MONTSERRAT CABALLE
La
inauguración del Liceo desde el angulo social y artístico continúa resultando
un acontecimiento que la evolución de los hábitos y las modas no invalida todavía.
La función inaugural de esta temporada ha alcanzado el lustre de siempre; gran
afluencia de público, ambiente de solemnidad y una natural expectación por el
espectáculo anunciado constituyeron ayer la tónica de la velada, este rito que
sólo en un aspecto no fue estrictamente tradicional: la costumbre de abrir el
teatro con una ópera muy conocida se ha abandonado esta vez, escogiendo para el
programa inicial «Roberto Devereux», que no se había representado en nuestro
teatro desde hacía más de un siglo, o sea que su reposición equivalía a un
estreno. También en
Italia
esta obra de Donizetti estaba en la serie de las olvidadas, hasta que en 1964
fue exhumada en el Teatro San Carlo de Napóles como un documento típico del más
puro estilo del compositor de Bérgamo y de su prodigiosa facilidad de creación.
(Roberto Devereux) (igual que «María Stuarda» cuyo estreno absoluto en el Liceo
está previsto también para esta temporada) es una pieza del extensísimo
repertorio de Donizetti la nº 51 en la lista de 67 óperas que figuran en el
catálogo de su producción, en gran parte arrinconada en los archivos con excepción
de cuatro títulos: «Don Pascuale» (que probablemente es la mejor; ¿cuándo la
volveremos a ver en el Liceo?), «Elisir d’amore», «La Favorita», «La hija del
regimiento» y la inefable «Luccia de Lamermoor».
(Roberto
Devereux) podría ser un resumen de todas ellas. La fórmula musical de Donizetti
está utilizada sin la más mínima evolución; la trama dramática pseudo-histórica
es sólo un pretexto para la aparición sucesiva de recitados, grandes arias y
algún concertante, siempre con los mismos efectos, con la gran
pirotecnia
melódica las «florituras», las <fermatas>y los calderones, los agudos inverosímiles,
capaces de quebrar las cuerdas vocales
más resistentes y los altercados de bravura entre los personajes de comedia
típicamente decimonónica, todo subrayado por los ritmos primarios de una orquesta
a pesar de todo tratada con garbo y suma habilidad
Es
fácil imaginar que con esta materia prima nuestra admirada Montserrat Caballé
pudo prodigar a fondo sus facultades vocales que siguen siendo de gran alcance.
Como una auténtica «prima donna», Montserrat Caballé en el papel de Elisabeth
que centra la acción, ha estado espléndida a base de los recursos característicos
de su manera interpretativa; unos filados prodigiosos de tersura y claridad, un
ataque valiente y rotundo de los más peligrosos agudos sostenidos, dosificados
y modulados con auténtico ofició y un exacto conocimiento de los gustos del
público y una entrega temperamental perfectamente apropiada a la índole expresiva
de la música. Nuestra gran cantante internacional ha obtenido un nuevo triunfo,
muy legítimo. Su éxito ha sido grande en el primer acto y más aún en el último,
donde la partitura le reservaba los principales escollos y también las máximas
ocasiones de lucimiento que ha sabido aprovechar con la decisión de una
verdadera diva del «bel canto». Sus intervenciones han sido explosivamente
celebradas por los liceístas y en cada una de ellas la artista ha debido saludar
con interrupciones de la representación, o sea renovando una costumbre que
parecía perderse.
Al
lado de Montserrat Caballé los demás
artistas del reparto han quedado a un buen nivel, en especial Piero
Cappuccilli que después de varios años de ausencia ha reaparecido en el Liceo renovando
éxitos anteriores,Cappuccilli en el rol deLord Nottingham haprodigado su
magnifica voz intensa y de noble timbre, cantando con aplomo y perfecta
musicalidad, moviéndose como un buen actor y obteniendo por sus aciertos largas
ovaciones y bravos al parecer sinceros, prodigados por tantos liceístas como
hay que sienten especial predilección por las voces de barítono.
Bernabé
Marti encarnó el personaje de Roberto Devereux con acierto. Salvo alguna
vacilación (en el terceto del segundo acto), su labor ha sido encomiable y su
voz se ha mantenido en una convincente tensión lírica. La presentación de la
cantante italiana Bianca Berini debemos señalarla con elogio porque la artista
se ha manifestado como intérprete plenamente dominadora de una voz potente, de
unos graves sin sombra de violencia y unos agudos muy justos a pesar de que en
su particela sobrepasan la tesitura normal de una «mezzo». En papeles
circunstanciales han cumplido correctamente Luis Ara, Philip Curzon, Eduardo
Soto Enrique Serra. El coro, que sigue bajo
la dirección del maestro Riccardo Bottino ha tenido también buenas
inervenciones, bien ajustadas de afinación.
Otro
artista familiar a los liceístas es el maestro Carlo Felipe Cillario a quien se
le ha confiado nuevamente la direción de la orquesta y de la representación en
conjunto desde el punto de vista musical. Cillario es un concertador a quien la
experiencia y el oficio no le han hecho perder una viva agilidad de mando.
Conoce y estima el especial carácter de la música de Donizetti, la dirige con
absoluta responsabilidad técnica y con un sincero empeño en valorar lo que tiene
de bueno, o sea, en sustentar con aplomo y elegancia la linea melódica de los
cantantes que encuentran en su batuta la guía certera para actuar có- modamente
asistidos por el acompañamiento orquestal.
La
obra ha sido presentada escénicamente con mucha dignidad, con decorados de
amblentaeión realista y tradicional pero de gran perspectiva y carácter. El
movimiento escénico ha sido bien cuidado por el regista Augusto Colombara.
En
resumen pues, la función, además de ser un éxito rotundo en cuanto a asístencia
y relieve social podemos valorarla como un acontecimiento artístico que no ha
desmerecido el alto tono siempre alcanzado por las inauguraciones de tem pora
da en el Gran Teatro del Liceo. Xavier
MONTSATVATGIE
GIUSEPPE VERDI
DON CARLO (Verdi) domingo 10
noviembre. Director Octavio Ziino, con Fiorenza Cossotto, Pedro Lavirgen, María
Ángeles Rosati, Manuel Ausensi, Giovani Foiani, Philip Corzon.
Este
es mi primer <Don Carlo> que vi, me hacía ilusión pues esta ópera la conocía con profundidad ya que en el año 1957, me compré un Álbum de
la ópera Don Carlo (Verdi), grabada en el año 1954, dirigida por el director Gabriele Santini y
con un elenco insuperable en aquellos tiempos, prestar a los cantantes: Mario
Filippeschi, Antonieta Stella, Tito Gobbi, Boris Cristoff, Elena Nicolai y
Giulio Neri. En aquellos años (1957), aparte del grupo de amigos de viajes a
Barcelona, tenía un grupo de amigos, todos de mi edad que también eran
fervientes aficionados a la ópera, intentamos hacer una asociación, le
pusimos el nombre de “Amigos del
pentagrama”, habían aficionados a la
música sinfónica y a la ópera. Recuerdo que hicimos unas conferencias sobre la ópera y yo presente la audición de la grabación de la ópera <Don Carlo>,
exponiendo su argumento y haciendo un estudio de las voces que lo cantaban,
como veréis a mis dieciocho años ya hacia mis pinitos en este maravilloso mundo
de la ópera. Esta asociación no llego a cuajar, pues era la edad que unos
empezaban a trabajar, los estudios y el servicio militar. De todos aquellos
amigos, no sé lo que han si de ellos, recuerdo con cariño a Guillermo Armengol,
gran artífice de “Amigos del pentagrama”.
Sobre
la función de <Don Carlo> en el Liceo puedo manifestar que yo ya tenía “in mente” la grabación del disco que poseía y no tenía
más remedio que hacer la comparación lógica, sobre lo que vi en el escenario
del Liceo. En reglas generales la actuación fue modélica, el sexteto de cantantes que participaron hizo una gala
de saber cantar y no desmerecieron la comparación con la grabación que yo tenía.
Pedro Lavirgen hizo un <Don Carlo> con su voz peculiar con su clásica
vehemencia y bravura que a mí me dejo muy satisfecho, Manuel Ausensi con una
contundencia expresiva y con su dicción única, hizo un Don Rodrigo que muchos
cantantes de hoy en día quisieran tener.
El bajo Giovanni Foiani, un bajo con voz profunda, acometió su rol de Felipe II
con una gran soltura y en su aria de “Ella giammai m´amó” desató una gran
ovación y bravos. Pero amigos, hay que descubrirse ante la voz de Fiorenza
Cossotto, voz estereofónica (como decía nuestro amigo el crítico de Radio
Nacional de España en Barcelona, el doctor Colomer Pujol), estuvo esplendorosa, el
publico quedó prendido se su magnífica interpretación y se desbordo en bravos y
más bravos. Los demás cantantes cumplieron de largo su actuación. Otra noche
deslumbrante y van muchas… La realidad
es que pienso a veces que he tenido mucha suerte de haber vivido una pequeña
etapa deslumbradora, en este Gran Teatro del Liceo, por los años me doy cuenta
de todo ello y a la par he sabido aprovecharme de esos años tan fugaces pero
fructíferos y he adquirido una gran experiencia de todo lo acontecido en esa
época. Es por ello que en este libro, expongo mis vivencias de este maravilloso
Teatro del Liceo, para todos los amantes de la ópera, y aquí os pongo
grabaciones y comentarios que yo viví en el momento. Siempre procuro si es
posible poner la grabación que yo vi en aquella noche, si no lo consigo pongo
grabaciones, las más parecidas y siempre de cantantes que tengan una gran relevancia
y parecidas a lo que se cantó la noche que yo asistí.
De
la función de la noche aludida, no he podido encontrar ninguna grabación. Hoy me decanto con poneros dos versiones completas en audio distintas, la primera la grabación de 1954 en una grabación de estudio de la casa EMI con un elenco al que más arriba os he comentado es decir : Orquesta y Coro de la Ópera de Roma y con dirección de Gabriele Santini y los siguientes interpretes y personajes : Mario Filippescchi (Don Carlo), Antonieta Stella ( Elisabetta), Elena Nicolai (Princesa de Éboli), Boris Cristoff (Felipe ll), Tito Gobbi (Don Rodrigo), Giulio Neri (El gran inquisidor) y Orieta Moscoucci (Voz del cielo).
Ahora
vamos con la segunda versión, he decidido ponerla en audio pues las que están en
vídeo el sonido y la imagen no son muy
buenas por lo tanto me decanto por una versión que se cantó en las Arenas de Verona en el año 1969 con un
elenco espectacular donde nos encontramos a Placido Domingo en sus albores de su
carrera, Montserrat Caballé en su momento esplendido y Piero Cappucilli en
perfectas condiciones.. La Orquesta y Coro del Teatro de Verona con dirección
de Eliahu Inbal y con los siguientes personajes e intérpretes : Placido Domingo
(Don Carlo). Montserat Caballé (Elizabeth), Dimiter Petkov (Felipe ll), Piero
Cappuccilli ((Rodrigo), Giovanni Foiani (Gran Inquisidor).
CRÓNICA DE LA VANGUARDIA
EN El GRAN TEATRO DEL LICEO «DON CARLO DE VERDI
El
maestro Ottavio Ziino, que ha dirigido la reposición de «Don Carlo», de Verdi
(ópera estrenada en París en 1867 y tres años después en el Liceo, de cuyo
escenario había estado ausente desde 1952), me decía, después del ensayo
general de la representación, lo que había afirmado a los músicos de la
orquesta: «Primo “Falstaff, dopo “Don Carlo” y poi “Otello”». Esta marcada
preferencia del director italiano por «Don Carlo», hasta el punto de situarlo a
un nivel superior al de «Otello», es una manifestación de apasionamiento por
los valores de la partitura que le honran mucho, aunque dudo de que pudiera
justificarse rotundamente. Ciertamente, «Don Carlo» recuerda el último y
esplendoroso periodo verdiano, sobre todo por el potencial dramático de su
recitado-expresivo y la riqueza de su colorida y palpitante orquesta, pero la
obra es aún muy desigual (adivinándose que fue hecha, rehecha, corregida y
expurgada en diferentes etapas) y al lado de momentos de indudable fuerza,
digna del mejor Verdi, encontramos otros en los que los resabios de «II
trovatore» o «Traviata», y las fórmulas de un estereotipado melodramatismo no
son eludidas. Viendo y escuchando este «Don Carlo», nosotros pensábamos en otra
clasificación en el repertorio de la madurez de Verdi: primero «Falstaff»,
después, nada, y, más abajo, en todo caso. «Otello» y «Don Carlo» a la par.
Sólo en un caso «Don Carlo» hubiese quedado a la altura del mismo «Falstaff»;
si toda la obra tuviera la calidad concretada en el primer auadro del acto
tercero, con el soliloquio de Felipe II «Ella giammai m’arnó» y el cuarteto de
Isabel de Valois, la princesa de Eboli, el Rey y Rodrigo, página maestra que yo
no vacilaría en considerar el mejor concertante que jamás compuso Verdi.
Hay
otros episodios en la obra también de gran categoría; las iniciales
intervenciones de Don Carlos en el primer acto, el diálogo del príncipe Don
Rodrigo, que precede al asesinato de éste en la cárcel y algunos más que representan
acaso las primeras manifestaciones de auténtica penetración de la música
operística italiana del novecientos en la psicología de los personajes
glosados. Porque es en tanto a intensidad descriptiva de una serie de
imaginadas tensiones anímicas y reacciones humanas que la partitura de «Don
Carlo» tiene un alto valor, porque, como drama histórico, la obra no se
aguanta, incluso pensando en que la pieza teatral de Schiller adaptada por los
libretistas franceses Méry y Du Lóele, y disuelta finalmente en una final
versión italiana, Verdi extrajo únicamente un pretexto de glosa subjetiva.
En
«Don Carlo» hay que dejar pues en un plano secundario la historia española
durante el reinado de Felipe II y pasar por alto la fantasía y gratuidad de los
libretistas para absorber la parte de música auténticamente trascendental
(dentro el marco del arte genuinamente operístico) que mana de esta pieza
precursora y anunciadora de las tres últimas realizaciones verdianas: «Aida»,
«Otello» y «Falstaff» (¡qué lástima que las 2.000 representaciones de Verdi en
el Liceo no se hayan solemnizado también con la reposición de esta última obra
admirable!).
«Don
Carlo» se representa esta vez en el Liceo con un acierto singular. Sin
vacilaciones, diremos que las cinco primeras figuras del reparto contribuyen a
valorar una versión fuera de lo corriente por su equilibrio, su ímpetu y su
veracidad dramática. Es cierto que Fiorenza Cossotto (la Princesa de Eboli),
posee una voz de un volumen, una fuerza y vehemencia que minimiza cualquier
cantante que tenga a su lado. Sólo por esta circunstancia, las facultades de la
soprano María Angeles Rosati (Isabel de Valois) quedaron un poco disminuidas,
sin otra razón, pues la artista acreditó un timbre vocal muy bello y una
musicalidad perfectamente perceptible en los solos y aun en la inicial
exposición del cuarteto del tercer acto, al lado de la Cossotto, con la que
consiguió sincronizar en un delicado alarde de buena cantante.
Algo
semejante podríamos decir respecto a Pedro Lavirgen (Don Carlo), magnífico de
voz y de dicción, plenamente dominador de un estilo claramente operístico, sin
amaneramientos ni abuso de los recursos efectistas a veces tolerados en el
teatro musical menor. Manuel Ausensi (Don Rodrigo) continúa en la línea de los
cantantes insustituibles para ciertos papeles, como siempre con medios vocales
suficientes y dotes de verdadero actor, absolutamente compenetrado con el
carácter del personaje encarnado. Ivo Vinco (Felipe II) siempre lo hemos
considerado como un bajo de primera clase. En esta ocasión se ha superado a sí
mismo y en varios momentos de la representación, y muy especialmente en su solo
del tercer acto, puso en evidencia una hondura expresiva en su dicción de la
que estuvo pendiente la totalidad del público. Giovanni Foiani (el Inquisidor)
y Philip Curzon (un Fraile), sobresalieron notablemente del reparto, que exigió
la participación de una larga lista de cantantes «de la casa» para
intervenciones episódicas.
Elogio
merece también el coro, cuya presencia es primordial en el cuadro de la Plaza
Mayor de Madrid. Dejamos en la cuenta de los absurdos inevitables en la ópera,
la total impropiedad de su vestuario, nada evocador del Madrid de Felipe II,
presentado con un decorado de Nicola Benois presidido por una monumental «iglesia
románica».
Ottavio
Ziino ya he dicho al principio que es un apasionado conocedor de la partitura
de «Don Carlo». Como además es un director inteligente, con un oficio y
experiencia totales (de la que los liceístas tenemos innumerables y
convincentes pruebas), la representación no podía ir más que sobre ruedas.
Ziino obtuvo de la orquesta.un rendimiento superior indeclinable a lo largo de
todo el espectáculo.
Notamos
que el público aplaude más que nunca en el Liceo. Y grita con un apasionamiento
que a veces parece obedecer más a determinadas consignas que a la fogosidad de
los entusiasmos. En cualquier caso, los inacabables alborotos después de cada
aria «de bravura» y el vocerío de ¡Cossotto!, ¡Cosotto! inacabable al final de
las intervenciones de la gran mezzo-soprano italiana, así como el clamoreo
general a la hora de los saludos, estaban bastante justificados, pues hemos
aplaudido un «Don Carlo»
Que
no podía dejar indiferente a nadie. XAVIER
MONTSALVATGE
GIUSEPPE VERDI
RIGOLETTO (Verdi) 16 noviembre
1968, Director Valentino Bareellesi, con Jaime Aragall, María Luisa Cioni,
Nicola Herlea, Dimitri Nabocoff y Marisol Lacalle.
Y
con esta nueva producción de Rigoletto son ya cinco, y a cuál de ellas mejor…
Bueno la realidad es que en algunas hay
unas pequeñas diferencias, esto es normal, no todo lo que se ve es mejor, hay
para todos los gustos y para mi gusto y
criterio me quedo con el Rigoletto que vi en la temporada 1958-59, con Gianna
D´Ángelo y Alfredo Kraus, dos cantantes que en sus respectivos roles para mi
parecer son el máximo exponente de Rigoletto del maestro Verdi, y de barítono
de todos los que yo he visto aquí en este teatro del Liceo, me quedo con Nicola
Herlea, un barítono de una gran categoría y una voz que a mi gusto es acreedor
del rol tan difícil y bonito de interpretar y a la vez muy enrevesado. Pensad
que el rol de Rigoletto que vi en la
temporada 1964-65 era ni más ni menos que Piero Capuccilli. Como veis, si
leéis la crítica de La Vanguardia de esta temporada que estoy comentando no
estoy de acuerdo con el señor Montsalvage, pero esto es así, cada uno tiene su
criterio y expresa su sentimientos y sus sapiencias a su forma.
La
versión de Jaime Aragall, para mi parecer estuvo muy correcta y su Duque de Mantua supo sacarle el máximo
de su voz, pero si tengo que seros sinceros ha sido la primera vez que en
algunos momentos le vi titubear. La soprano María Luisa Cioni, hizo una Gilda muy ajustada a su rol y con un timbre de voz precioso y muy seguro
en las partes alta. Y como os he dicho el barítono estuvo para mi gusto muy
bien, una voz no estridente pero dando énfasis a sus notas y dándole la
interpretación adecuad. En regla generales un muy buen Rigoletto, como digo yo
de “altura”.
He
podido encontrar por YouTube la versión de este Rigoletto que se celebro en el Liceo esa la misma noche.
Ahora
poner atención a este fragmento que he encontrado y oiréis como el barítono no muy conocido, Franco
Pagliazzi y la soprano Maria Luisa Cioni dan una versión de “vendetta” de las que van por
libre y gusta tanto al espectador y aficionado y que se dan de largo en largo, y con las
“agallas” de bisar el mismo fragmento.GRAN TEATRO DEL LICEO
AUDIO RIGOLETTO - Liceo 1968- Barcellesi- Aragall- Cioni Herlea
CRÓNICA DE LA VANGUARDIA
RIGOLETTO EN ESCENA
En
cada «Rigoletto» (tricentenario en el Liceo y milenario en la Scala y otros teatros)
se nos plantea el mismo problema; la imposibilidad de redactar el correspondiente
comentario sin caer en la reiteración y el tópico. La primera ópera auténtica mente
popular de Verdi se incorpora cada dos o tres años a nuestro gran escenario sin
que esta reiteración produzca ningún cansancio al espectador. Periódicamente
volvemos a considerar la vigencia teatral y musical de la partitura como banco
de prueba para las voces y el temperamento dramático de los diferentes
participantes que se turnan en las representaciones, y siempre, al final,
llegamos a una invariable conclusión; la obra, pese a sus muchos puntos flacos
y sus convencionalismos, es, desde diversos puntos de vista, una pieza modélica
en el género. El relato del que deriva el nudo argumental (como se sabe
extraído por Piave el libretista, de «Le Roy s’amuse», de Víctor Hugo),
prescindiendo de su elemental melodramatismo, parece hecho a medida para la
ópera italiana romántica; el padre vengativo, cargado con su cojera y los
complejos de los «buffones di corte», ordena la muerte de su propia y adorada
hija, creyendo haber quitado la vida al que fue su seductor y preboste, el
Duque de Mantua.
El
personaje de Rigoletto, es probablemente el más vigoroso y bien perfilado del
teatro verdiano. El pendenciero Duque de Mantua, la candorosa Gilda, Sparafucile
el rufián, son tipos muy bien definidos para el drama de capa y antifaz, y
forman el cuadrilátero del que se sirve Verdi para construir la ópera, perfecta
de proporciones, ágil en su discurso, llena de contrastes, de penetración
psicológica y de ciencia teatral. La música, para los protagonistas, los segundos,
los comprimarios y el coro (también protagonista en cierto modo) tiene a ratos
un vuelo lírico y una consistencia sinfónica muy superior a la que encontramos en
toda la producción operística italiana de la mitad del siglo pasado. Verdi, «el
gigante», en opinión de Strawinsky, empieza a anunciar en «Rigoletto» el
esplendor de sus creaciones posteriores de último período.
Ayer
la reacción de la asistencia fue más bien moderada. Hubo aplausos regularmente
efusivos después de la salida de Aragall en «Questa o quella», después de las
intervenciones del barítono, en el dúo del segundo acto, en el esperado Gualtier
Malde... caro nome», en el cuarteto y después de alguna otra intervención de
los protagonistas, pero hubo que esperar la inefable e irrisoria «Donna é
mobile» que el tenor catalán atacó con valentía y seguridad para que se produjeran
los bravos de rigor, que sin embargo no lograron el bis deseado.
A
Jaime Aragall le aplaudimos hace dos años en el papel de Duque de Mantua con el
que ha triunfado hace poco en el Metropolitan de Nueva York, y ahora hemos
vuelto a celebrar su actuación y el impulso creciente de sus medios vocales
aunque ayer tuve la sensación de que el artista no quedaba absolutamente
centrado en el «rol». Caló ligeramente al principio del acto tercero, si bien,
como he dicho en «La donna e
mobile»
estuvo particularmente brillante y se llevó la ovación de la noche.
La
soprano María Luisa Cioni sustituyó a la que se había anunciado para el papel
de Gilda. Destacó en ella la claridad, el delicioso vuelo lírico de la voz,
además muy potente y de unas posibilidades de virtuosismo que brillaron sobre todo
en el aludido «Caro nome». Su dicción, sin embargo, pareció excesivamente
académica y esto restó calor a sus propósitos expresivos.
El
barítono rumano Nicolae Herlea en el papel substancial de Rigoletto, quedó un
poco apagado, probablemente porque su timbre que es excelente en los agudos en
la tesitura grave pierde
volumen
y consistencia dramática. Nicolae Herlea no es un cantante de gran brillantez,
pero resuelve satisfactoriamente los problemas de técnica con una musicalidad
de la mejor ley y un trabajo de actor consumado. Desde este punto de vista creo
que su actuación fue un éxito.
El
bajo norteamericano Dimitrí Nabokoff hizo un «Sparafucile» excelente. Este artista
sí que posee una voz que llena el teatro. Marisol Lacalle destacó en el papel
de Magdalena y el resto del reparto cumplió debidamente.
El
coro, otra vez demostró su buena preparación. Acaso al final del acto segundo,
buscando efectismos excesivos en el «pianissimo» de las breves vocalizaciones,
se le oía poco o casi nada, pero en los demás episodios estuvo justo, afinado y
nada estático.
La
presentación del maestro Valentino Bareellesi. la celebramos también con aplauso.
Joven director, verdiano de corazón, controló con temple y flexibilidad la
orquesta, sincronizándola sin vacilaciones con los cantantes.
La
novedad más señalada de la noche fue la nueva puesta en escena de la obra
realizada por el regista Darío Dalla Corte. No sé si a «Rigoletto» le encuadra
mejor una escenificación «a la antigua» o si se quiere buscar una renovación debería
llevarse ésta hasta las últimas consecuencias. Darío Dalla Corte se queda a
medio camino, con un decorado (del que él es autor) corpóreo, en el que se
cambian aditamentos para sugerir el clima dramático de las diferentes escenas.
Con este procedimiento, donde logra el mejor efecto es en el acto tercero, al
que un hábil juego de luces proporciona un ambiente verdaderamente sugestivo.
X. MONTSALVATGE
GIUSEPPE VERDI
IL TRAVATORE (Verdi) 14 diciembre
1968, director Antón Guadagno, con Pedro Lavirgen, Dino Dondi, Zoe Papadakia,
Mirna Lacambra.
Otro <Il Trovatore> a mis espaldas, contando
con este< Il Trovatore> ya son tres, y vaya elencos de cantantes, Fiorenza
Cossoto, Montserrat Caballé, Luigi
Ottolini, Umbertoo Borso, Kostas Paskalis, Fedora Barbieri, Pedro Lavirgen ¿qué
os parece el ramillete de cantantes? La realidad es que si tiene uno que
elegir…Yo particularmente de todo este elenco de cantantes, francamente los
tengo decididos; como Leonora me quedo
con Montserrat Caballé, como Azucena, elijo a Fiorenza Cossotto, como Conde de
Luna al barítono Dino Dondi, y como Manrico me quedo con Pedro Lavirgen, estos
son mis pareceres. Seguro que otros aficionados no coincidirían conmigo, por
ello hay gustos para todos.
Sobre
el <Il Trovatore >de esta
temporada, en reglas generales la sacaron muy bien, la mezzosoprano griega hizo
una Azucena bastante creíble y su voz
lucio esplendorosamente. Mirna Lacambra supo aprovechar su rol, se lucio muy
dignamente. El barítono Dino Dondi con su voz de barítono algo atenorado lucio
muy dignamente, y para el final dejo a Pedro Lavirgen, que supo darle al
Manrico una fuerza y su vehemencia
característica que el público que llenaba el Liceo no se cansó de aplaudir. En fin otra noche
esplendorosa.
Como
veis ahora en los resúmenes que hago de las funciones, voy soltándome un poco
más, ya que en mi “diario” voy haciendo mis pinitos y voy haciendo una especie de crítica sobre
los cantantes, cosa que antes no hacía, debido a que no me atrevía y los
motivos eran por falta de inexperiencia
y de timidez. Si leéis las críticas de La Vanguardia, a veces coincido
con el crítico y otra no. Además tengo que agradecer al doctor Colomer Pujol,
que fue el que me dio el empujoncito para que me atreviera a hacer las críticas
mías personales.
Poco
puedo poneros del <Il Trovatore>
de esta temporada, lo único que he encontrado es unos fragmentos de Pedro Lavirgen.
PEDRO LAVIRGEN
AUDIO
- Il trovatore – Pedro Lavirgen – “Ah, si ben mio “
Seguidamente
os voy a proponer una grabación en directo (Audio) desde el Teatro Municipal de Valencia de una representación que se efectuó en Junio de 1968 con la Orquesta Municipal de Valencia y la colaboración de los coros de la ABAO y el Gran Teatro del Liceo. La dirección estuvo a cargo de Nicola Recigno con los interpretes y personajes de : Placido Domingo (Manrico), Montserrat Caballé (Leonora), Ruza Bldani (Azuzena), Enzo Sordello (Conde de Luna),Eugene Green (Ferrando), Jesus Corolla (Ruiz) y Joice Blackham (Ines)
CRÓNICA DE LA VANGUARDIA
AYER
NOCHE EN El GRAN TEATRO DEL LICEO UN
NUEVO «TROVAT0RE» CON PEDRO LAVIREN Y ZOE PAPADAKIS.
Después
de tres temporadas de ausencia, volvemos a tener «El Trovador» en las
candilejas del Liceo, la más turbulenta de las tres óperas del período medio en
la producción de Verdi. Como nos hace notar un distinguido ensayista verdiano,
el desdén por la naturaleza musical de «II Trovatore» representa un problema de
apreciación totalmente superado. La estimación crítica de la obra ha variado
mucho desde que fue puesta en escena por vez primera (19 de enero de 1853, en
Roma), pero siempre, cuando la obra estovo en la cumbre de la fama, igual que
cuando perdió crédito y ganó autorizadas repulsas, sus arias, su melodía fácil
(de escuchar) y espontanea gozaron sin excepción del favor popular, tanto si
pudieron admirarse en el marco de un gran teatro como si se oyeron degradadas
por el organillo callejero. Actualmente, la opinión general y la crítica
parecen haberse adaptado al punto de vista menos exigente. Ya no es moda burlarse
de « Il Trovatore»; ha sido reconocida como obra valiosa en el panorama
operístico italiano por los críticos, los cantantes y los directores de
orquesta más distinguidos, y basta saber emplazarla en el sitio que le
corresponde dentro de la historia del teatro lírico para reconocer que la
apreciación es justa. Es cierto que la pieza, como teatro y desde el ángulo
musical, no es de calidad refinada y su énfasis tiene poco de distinguido, pero
en la partitura hay indudablemente valores que explican el hecho de su
permanencia en los carteles. En el Liceo es más de tres veces centenaria y ha
dado lugar a la presentación de voces excepcionales que no hubiesen admitido
exhibirse vinculadas a una ópera mediocre.
«II
Trovatore» de este año ha tenido como base la presencia de dos cantantes
españoles como protagonistas, ambos muy conocidos y con suficientes méritos
refrendados por el público exigente de otras latitudes para que nos haya
parecido oportuno incluirlos en el reparto y colocarlos en los papeles de máxima
responsabilidad. Ayer,
Pedro La virgen, que en tantas ocasiones hemos celebrado como uno de nuestros
cantantes de mayores posibilidades, obtuvo un éxito rotundo y merecido. Cantó
con absoluta entrega, magnífico de voz, con un timbré puro, lírico y potente
que no empañaron los continuos escollos de la particela de «Manrico». Sus
mejores intervenciones fueron, a nuestro entender, las del segundo acto. En el
tercero, pareció llegar un poco fatigado, o tal vez cauteloso, al «momento de
la verdad», que es para muchos el de «La pira», lo que no le impidió de dar los
agudos de rigor con plenitud, aguantándolos sin vacilación y dando lugar con ellos
que las ovaciones al final fueran tumultuosas y que se produjera una polémica
de gritos en los pisos altos.
Mirna
Lacambra que ha cantado el papel de «Leonora» cerca de cien veces en teatros
del extranjero y que debía hacer unos cuatro años que no había cantado en el
Liceo, ha vuelto con este rol en el qne también ha sido muy aplaudida por la
elegancia de su estilo y por la flexibilidad de su voz muy bella y lírica.
La
sorpresa de la noche fue la presentación de la «mezzo» Zoe Papadakis, buena cantante
y sobre todo actriz de temperamento; En el papel de «Azucena» actuó como una
artista que no se limita a vocalizar sino que se identifica plenamente con el
personaje.
Al
barítono Dino Dondi le aplaudimos ya hace muchos años encarnando como ahora la
figura del «Conde de Luna». El artista es un auténtico profesional y si bien es
verdad que en su mejor solo del segundo cuadro del acto segundo pareció un poco
vacilante, en el resto de la obra estuvo a la altura de su prestigio. Dimitri
Nabokov actuó con propiedad como (Ferrando) y quedaron a un digno nivel Teresa
Batlle, Luis Ara y Eduardo Soto.
El
coro pareció bien preparado y justo. La orquesta también notándose en algunos
pasajes especialmente de la cuerda, ciertos que consideramos como síntomas de
que el conjunto sinfónico ha ganado mucho en cohesión y ductilidad. En estos
aciertos y en los de la sincronización con la escena contribuyó la dirección
muy controlada y eficiente del maestro Antón Guadagno.
Una
cita especial la merece él ballet que presentó un cuadro coreográfico importante
y bien resuelto por Magriñá. Destacó
netamente el primer bailarín Alfonso Rovira que de pareja con
Asunción
Aguadé y con todo el cuerpo de baile dieron inédito relieve a la escena gitana
del tercer acto evolucionando con extraordinaria vistosidad y recibiendo
después una larga ovación del público.
La
presentación plástica de la obra no se aparta de las tradiciones aunque los
decorados de Enzo Debo son de un realismo poetizado muy propio para enmarcar
una ópera como «II Trovatore» que, escenográficamente, más vale no transfigurarla,
dejándola con todo su sabor de época.
Como
he dicho, las ovaciones se sucedieron y el teatro estaba lleno «de verdad»,
como en las grandes solemnidades. — X.MONTSALVATGE.
JULES MASSENET
MANON (Massenet), sábado 21 diciembre,
director Antón Guadagño, con Montserrat Caballé, Alain Vanzo, Félix Giband, John
Damenkamps.
Vaya,
vaya con la Manon… Yo puedo decir sin ningún recato que he asistido a las
mejores versiones de Manon de Massente en toda la historia que se ha cantado
hasta el momento y nos encontramos en el año 2017. Hay versiones magnificas, En
CD, una la que interpreta Beverly Sills, hay grabaciones para todos los gustos, he visto por vídeo varia interpretaciones,
recuerdo la de Nataly Dessay, en fin
grabaciones magnificas, pero hay una
cantante que sobresale por encima
de todas ellas que es la de Victoria de los Ángeles. Yo asistí en la temporada
1956-57 aquí en el Liceo y fue estratosférico, su actuación, y la de la
temporada 1966-67 fue una actuación “intimista”, para mi gusto la mejor, y sé
que tuvo por parte de algún crítico, en su contra. El personaje de Manon es muy
sensual y delicado, por lo tanto conlleva una voz íntima y delicada. La voz de
Victoria de los Ángeles es la perfecta
para este rol tan difícil de expresar y
cantar. Montserrat Caballé, podemos decir que es la que le sigue a Victoria,
también posee una voz, cálida sugestiva y con sus pianísimos, hace un alarde de
técnica vocal que el espectador queda subyugado. Como veréis Montserrat, es
otra de las grandes Manon. Una observación: voy notando que el aficionado del
Liceo, debido a la calidad de las grandes voces que van asomando por este
teatro y en especial a los cantantes, (de la casa) , tienden a fervorizarse con
una pasión algo desmedida, (para mi criterio) e interrumpen al cantante,
cortando a veces su aria, y explotando con bravos y de goce de su actuación. Esto no es un
comentario mío, es, de muchos
aficionados que les molesta que interrumpa la actuación del cantante. Hoy en
día parece ser que esto ya está solventado.
Como
os decía, la actuación de Montserrat Caballé fue de escándalo, y tuvo un
acompañante de una gran valía, me refiero al tenor Alain Vanzó, con una voz
clara, muy buena dicción y con mucha teatralidad.
La
suerte es que tengo algunos fragmentos
de estos cantantes y comprobareis que todo lo que yo os he expuesto es real.
MONTSERRAT CABALLÉ
AUDIO -Manon – Caballe –
Kraus – “Et je sais votre nom. Nous vivrons
a Paris “
AUDIO
-Manon – Montserrat Caballé – “Adieu notre petite table “
ALAIN VANZO
Os
voy a poner una grabación en video de Manon cantada en el Gran teatro del Liceo 2007 con dirección de Victor Pablo perez y con el siguiente interpretes y personajes : Natalie Dessay (Manon), Rolando Villazón (De Degrieux), Manuel Lanza (Lescaut), Samuel Ramey ( Padre de De Degrieux), Francisco Vas (Guillot de Morfontaine)
GRAN TEATRO DEL LICEO
VIDEO MANON Liceo 2007- Dessay- Villazón Lanza- Ramey
CRÓNICA DE LA VANGUARDIA
GAETANO DONIZETTI
MONTSERRAT CABALLÉ BIANCA BERINI
VIDEO -Maria Stuarda – M.
Caballe – B. Berini – Duo “Confrontación
VIDEO - Maria Stuarda- Montserrat Caballé – “Quando di luce rosea “
GRAN TEATRO DEL LICEO
VIDEO MANON Liceo 2007- Dessay- Villazón Lanza- Ramey
CRÓNICA DE LA VANGUARDIA
Montserrat
Caballé y otros excelentes cantantes en el reparto de «Manon», de Massenet
Como
ya apuntábamos en una breve información anterior, Montserrat Caballé ha
obtenido uno de sus éxitos más resonantes en el Liceo con la reaparición de la
famosa ópera de Massenet. Era de esperar, porque nuestra admirada cantante ha
llegado al punto más alto de sus posibilidades y la particela protagonista de
«Manon», vocal y expresivamente encuadra exactamente con su estilo, con la
escuela lírica de la artista.
En
el triángulo representativo de la ópera francesa decimonónica formado por
«Faust», (Carmen) y (Manon), esta última producción, aun siendo seguramente la
de menos envergadura dramática, refleja matices de la sensibilidad francesa que
no sabríamos hallar en las piezas de Bizet y Gounod antes aludidas. «Manon», de
cualquier forma cómo se juzgue, es una partitura (inspirada) y la heroína de la
novela del abate Prevost, igual que los personajes que la rodean y el ambiente
en que se desenvuelve la acción de la obra —hábilmente articulada por los Libretistas
Meilhac y Gille— se prestan extraordinariamente para la glosa musical amable,
elegantemente exaltada o suavemente melancólica que le proporcionó Jules
Massenet y que ha conmovido a tantos asiduos al espectáculo operístico desde que
se dio a conocer en 1884 en la escena parisiense de la Opera Cómica.
Si
ahora el drama de la voluble y apasionada Manon no ha llegado a conmocionarnos trasladado a la
escena, si que ha entusiasmado por la elocuencia de las voces que se reunieron
para expresarlo. E1 sábado en el Liceo los aplausos y los bravos se sucedieron
con intermitencia durante toda la representación y fueron torrenciales e
interminables al final de cada uno de los actos. No quisiéramos manifestar
ninguna reticencia respecto al triunfo, perfectamente legítimo, de Montserrat
Caballé ni tampoco refiriéndonos al merecidísimo que obtuvo el tenor Alain
Vanzo, pero, ¿no es un poco excesivo que para afirmar un éxito deba interrumpirse
tantas veces la representación con manifestaciones aprobatorias? La costumbre,
por lo visto, prolifera y en el caso de esta «Manon», como en otros, alguna vez
se ha tendido a subrayar con ovaciones más la popularidad de un aria y el
efectismo de su interpretación que el valor intrínseco de otros fragmentos y la
intención y la profundidad emotiva que les ha infundido el cantante, a veces
sólo celebrados con el aplauso tímido de unos pocos.
Aplaudidos
con más o menos insistencia, la realidad es que todos, los fragmentos substanciales
de la obra fueron dichos por los protagonistas con una fuerza persuasiva total.
Montserrat Caballé con un dominio espléndido de sus facultades, con una pureza
y una ductilidad vocal más convincentes que nunca se impuso desde el principio
al final de la representación. En el primer acto tal vez canto a la expectativa
las frases de <Je suis encoré toute etourdie> pero enseguida, en el
<air des regrets> en el <Adieu notre petite table>-, en su
espectacular intervención en el cuadro de la «Cour la Reine», en las escenas de
Saint Sulpice, en el difícil diálogo «...Ai! fuyez, douce image» y al final, en
¿Coi!,.. vous!... N’est-ce plus ma main» su entrega fue siempre admirable y su
emotividad vocal no podía memos que seducirnos, incluso admitiendo que su
manera de frasear se ajustara sólo a medias a una rígida ortodoxia vocal.
Debemos
anotar aquí que en esta (Manon) se produjo la rara circunstancia de que siendo
la protagonista femenina de la obra una artista de excepción, tuviera un
equivalente masculino también fuera de serie. Este es el caso del tenor francés
Alain Vanzo, presentado en el papel de Caballero Des Grieux. Alain
Vanzo
es un cantante de clase, refinado y musical, con una voz uniforme de una calidad
expresiva idónea para el lirismo de Massenet. No sé si en otra obra aparte de
«Manon» sus aciertos y posibilidades quedarían tanto en evidencia, pero como
«Des Grieux» le hemos admirado sin reservas, primordialmente por su rigurosa
afinación (¿cuántas veces hemos podido escuchar el melifluo (En fermant les
yeux...) verdaderamente afinado, sin calandos en los agudos?) y también por su
distinción natural que le permite expresarse sin amaneramiento pero también con
este punto de afectación sutilmente calculada que requiere el personaje.
En
el reparto se han incluido otros dos cantantes que quedan a la altura de los
citados, aunque sus papeles tengan menos preponderancia: el bajo Félix Giband
(el Conde Des Grieux) muy bueno en la voz y la dicción, y el barítono John
Darrenkamp, que se identifica inteligentemente con las exigencias del rol de
Lescaut. Los demás participantes completan con acierto el conjunto,
interviniendo Diego Monjo —que siempre está perfecto como «Guillo»—, Magda Liermann
(«Poussette»), Colette Gerardin («Javotte»), Anette Martíneau («Eosette»),
Margarita Goller («la doncella»), Jean Basset, Eduardo Soto —muy bien como «el
Hostelero»—, Francisco Paulet y Rafael Campos.
El
ballet anima con acierto la «Cour la Reine» y la presentación no escapa de las tradiciones,
sin ningún detalle que pueda hacer pensar en una renovación de la puesta en
escena. Señalamos con elogio la presencia del maestro Antón Guadagno al frente
de la orquesta, llevada con acierto, sin rigidez y con seguridad a una
estimable sincronización con los cantantes.
GAETANO DONIZETTI
MARIA STUARDA (Donizetti) Domingo
5 Enero. Director Rinald Giovanineti,
con Montserrat Caballé, Ina del Campo, Pierre Duval, John Darrekamps. R.
Torres.
Para
mí, la primera vez que veía esta ópera de Donizetti, fue una sorpresa
monumental, primero por la musicalidad que impone el maestro Donizetti y
segundo por la actuación de Montserrat Caballé, en plenitud de facultades y con
una arrogancia y seguridad que apabullan. En mi “diario” pongo textualmente
<como domina el aire en sus pulmones>. Y ahora por el tiempo me doy
cuenta que todo era debido a su gran técnica y capacidad pulmonar, y saber
expandir el aire en el momento adecuado, alargando las notas a la manera que
ella quisiera. En fin, soy un privilegiado de haber visto y oído en el mejor
momento de su carrera a Montserat Caballé, tuvo unos años fulgurantes y ha
competido en su carrera con los mejores cantantes del momento, llámense Callas,
Sills, Stella, Tebaldi, Gencer, Sutherland, Cerquetti, Gruberova, etcétera. Ha
estado considerada en algunos roles como
única, sobre todo en las óperas bel cantistas, teniendo como roles muy enconados como la ópera Norma, con María Callas. Esto nos da la
garantía que hemos estado ante una “Diosa” del canto. Y que os conste que no
soy fan de ningún cantante, pero hay que
reconocer que en su primera etapa de su carrera fue reconocida como una gran
“Diva”.
La
base de la representación fue el rol de
<Maria Stuarda> y sus acompañantes lucieron sus voces con esplendor teniendo
una gran motivación. El publico del Liceo entregado por completo, ya os he
dicho en la crónica de la Manon, el forofo del Liceo es muy entusiasta y no se
da cuenta que con sus griterío espontaneo no deja acabar las notas de la orquesta
e incluso del cantante, a mi particularmente me subleva, no soy frio pero hay
una ética que hay que respetarla, y cuando acaba la última nota de la
partitura, ahí es el momento de expresar todo tu goce.
Como
os decía ¡¡noche histórica!! Y van ya
unas cuantas.
Os
propongo unos fragmentos de Maria Stuarda, que espero os guste.
Ahora
de esta misma ópera, os pongo para que
comprobéis a Montserrat Caballé la duración de su fiato. Fijaros cuando empieza
a lanzar su fiato, en el minuto 4:36 y
termina en el minuto 4:56, es decir veinte segundos manteniendo la nota y con un
final “increscendo”
VIDEO - Maria Stuarda– Montserrat Caballe - “Escena final “
Os
voy a poner una grabación en VIDEO de Maria Stuarda celebrada en el Gran Teatro del Liceo en el año 1979 y estando comenada por Juan Lluch. Comprobareis el formato poco frecuente pues en el primer acto el rol de la protagonista no aparece y el papel central lo encarna Elisabetta, en el segundo acto después de la estupenda aria que acomete Maria Stuarda hay un concertante con la confrontación de ambas reinas. En el tercer acto uno de los momentos álgidos es la peglaria que canta Maria Stuarda junto con el coro y aqui es cuando la protagonista hace la exhibición de un fiato que pocas cantantes lo pueden acometer. Esta opea se cantó en el Liceo el año 1979 siendo su director Amando Gatto con los siguienes interprtes y personajes: Montserrat Caballé (Maria Stuarda), Bianca Berini (Elisabetta), Eduardo Jimenez (Leicester), Mauricio Mazzieri (Talbot) Enric Serra(Cecil).
VIDEO MARIA STURDA- Liceo 1979- Gatto- Caballe- Berini- Jimenez
CRÓNICA DE LA VANGURDIA
GIUSEPPE VERDI
VIDEO MARIA STURDA- Liceo 1979- Gatto- Caballe- Berini- Jimenez
CRÓNICA DE LA VANGURDIA
EL
DOMINGO, EN EL GRAN TEATRO DEL LICEO
NUEVO
ÉXITO DE MONTSERRAT CABALLE CON MARIA STUARDA
El
tercer éxito de Montserrat Caballé obtenido esta temporada no ha sido menor que
los dos anteriores conseguidos con «Roberto Devereux» y «Manon». E igualmente
legítimo y, si cabe, más contundente, porque, la interpretación de «Maria
Stuarda» exige de la protagonista femenina un derroche de facultades y una
resistencia.-física que Montserrat Caballé ha vuelto a demostrarnos que poseía
en el más alto grado.
«Maria
Stuarda» —la 44 opera del catálogo de Donizetti— ha sido exhumada últimamente
en varios teatros como una nueva muestra de la enorme facilidad creadora del
compositor de Bérgamo. Es un dato revelador el hecho insólito de que Donizetti
en el transcurso de cuatro años, de 1832 a 1835, dio a conocer «L´Elisir d’amore»,
«Maria Stuarda», «Lucia de Lammermoor» y nueve óperas más, o sea con el
promedio de una realización cada cuatro meses. Forzosamente esta premura le
obligó a explotar invariablemente una fórmula única, la que se repite en «Maria
Stuarda» y que proviene de sus creaciones anteriores, y la que después del
estreno de dicha obra en Napóles (1834), culminaría y se sublimizaría en «Lucia
de Lammermoor» (1835). Én «Maria Stuarda» hallamos la más vena lírica
donizettiana; un encadenado de melodías cuya primera frase, como es de ritual,
presenta un instrumento de la orquesta, generalmente la flauta o el oboe, y
después de una breve interrupción es reivindicada por la voz que la expone
entera con toda clase de adornos y fantasías ornamentales y con los debidos
superagudos en las cadencias finales y el acompañamiento orquestal reducido a
lo que ha venido en llamarse una «inmensa guitarra».
En
«Maria Stuarda», las arias confiadas a la protagonista, los dúos de ésta con la
coprotagonista femenina que encarna el personaje de Reina Elisabet o con el
tenor en el papel de Duque de Leicester y el barítono en el «rol» dé Talbot, son
dramáticamente gratuitas pero de una seducción «cantabile» indudable. Algún
concertante como el del tercer acto de Elisabeth, Leicester y Lord Cecil, así
como el conjunto final de las primeras figuras y el coro, son también páginas
de una positiva belleza, si aceptamos el género «bel canto» con todas sus
limitaciones. En otros momentos la partitura resulta más endeble y a ratos incluso
ridícula si se considera con una cierta exigencia musical. Con todo, la obra
siempre da lugar a un esplendoroso lucimiento de las voces y pone a prueba,
como he dicho, la fuerza temperamental de la protagonista; la resistencia de
sus facultades de cantante y la capacidad
de expresarse sin fatiga, con entrega expresiva y con una agilidad, ductilidad
y extensión vocal sin límites.
Todas
estas posibilidades radican en esta espectacular diva que es Montserrat Caballé
a quien hemos admirado ahora sin que diera lugar a que pudiésemos poner el
menor reparo a su actuación. Prodigando una infinita habilidad sus proverbiales
vocalizaciones que van desde el filado más tenue y exquisito hasta las mórbidas
intensidades de timbre en el registro medio y los graves acentos de palpitante
intensidad, la artista nos convenció totalmente, hasta el punto de que
encontráramos lógico que cada una de sus intervenciones fuera coronada por un
chorro de aplausos y gritos que interrumpió periódicamente la representación
quebrándose así el hilo dramático de la obra (cosa que tampoco importó mucho. A
quién interesa a estas alturas el argumento-pseudo histórico sobre las intrigas
dinásticas de la corte de Westminster?). «Maria Stuarda» exige otra
protagonista femenina; la que encarna a la Reina Eisabeth. El, papel fue
confiado a Ina Delcampo, soprano excelente, de verdadera categoría
internacional, como lo acreditan sus constantes actuaciones en los más
prestigiosos teatros de Europa y América. Ina Delcampo posee una voz de
indeclinable empuje, amplia de tesitura, un poco dura a veces pero de positiva
elocuencia discursiva. Estuvo siempre expresiva y muy apropiada como actriz en
sus intervenciones que son esenciales en el curso de la obra.
El
tenor Pierre Duval (Duque de Leicester), es un notable artista muy bien adaptado ha las necesidades de la escuela italiana. Tiene buena voz, de regular potencia
pero de timbre agradablemente lírico y estuvo también acertado en todos sus
solos y bien sincronizado con los demás cantantes. El barítono John Darrenkamp
(Talbot), (el Lescaut de la última «Manon») aunque nos pareció mejor en la
ópera francesa, cantó su parte con buen gusto y sensibilidad. Lo mismo podemos
decir de Raimundo Torres (Lord Cecil) muy bien de voz y en su sitio como actor.
Destacó la participación de la soprano María Coronada (Atina Kennedy).
Los
coros actuaron apropiadamente. La dirección escénica fue aceptable igual que la escenografía con decorados
realistas de positivo efecto aunque uno de ellos fuera aprovechado del (Koberto
Devereux). La dirección musical del maestro Reynald Giovaninetti pareció ayudar
al trabajo de los cantantes. Desde el punto de vista del espectador no paso de
discreta. XAVIER MONTSALVATGE
UNA BALLO IN MASCHERA (Verdi) jueves
16 de enero 1969, director Filvio Vernizze, con Carlo Bergonzi, Manuel Ausensi,
Rita Orlandi Malaspina, Bianca Berini.
Vayamos
con el cierre de la temporada. Podríamos decir
que es el colofón de todas las
operas que se han representado en este
sensacional año. Con este <Un ballo in maschera>, son ya tres
repartos distintos que he podido presenciar en lo que va de mis vivencias en
este teatro del Liceo. Los <Ricardo> que he presenciado han sido de una
gran categoría y lo ratifico al cabo de los años y yo mismo me asombro de los
tenores que he podido presenciar. Fijaros: Giuseppe Di Stefano, Richard Tucker
y Carlo Bergonzi ¿Quién da más?, pensad un poco y situaros en estos años en que
estamos (2017) y decidme ¿qué tenores hay en la actualidad que estén a la
altura de los que os he nombrado? Os lo vuelvo a repetir, hay una gran sequia
de tenores, hace ya muchos años que lo viene diciendo Placido Domingo,- ya
tendría que haber los sustitutos de
Pavarotti, Corelli, Bergonzi, Kraus etcétera- . Con esto no quiero decir que en
la actualidad no haya buenos tenores, no, lo que ocurre es que de la calidad de
aquellas voces, después de la posguerra aun no han aparecido....este es mi criterio muy personal.
Sobre <Un ballo in maschera>, que se representó
en el Liceo, os puedo decir que fue otra
noche triunfal, primero de la música del maestro Verdi, y seguidamente de la
cátedra que impuso el señor Bergonzi. Me descubro ante esta voz tan
gratificante, solida, con una dicción tan perfecta y con un gusto armónico que
el espectador cuando lo escucha le entra un relajamiento en su interior, debido
a su seguridad vocal. Es el tipo de voz que cuando lo oyes cantar no sientes la
inquietud de si va llegar o no, a las notas altas. Posee tanta seguridad en su
expresión vocal que el espectador queda prendado y embaucado en su voz. Para mi
gusto es el tenor que mejor canta e
interpreta las partituras del maestro Verdi. Recuerdo la Aida que interpreto,
aquí en el Liceo en la temporada en su debut (1958-59) y ¡!como no¡¡ en <La
forza de destino> (1964-65). Os vuelvo a repetir y no me canso de decirlo es
el tenor verdiano por antonomasia.
Os
voy a proponer unos fragmentos de esta
grandiosa ópera <Un ballo in maschera>,
primero quiero que oigáis a la soprano Rita Orlandi Malaspina, que fue
la intérprete de <Amelia>, consiguiendo de su rol una actuación
lucidísima y poniéndose a la altura de Bergonzi.
RITA ORLANDO MALASPINA
VIDEO - Un ballo – M.Gugliemi – C. Bergonzi -“Volta la terra “
VIDEO - Un ballo – Carlo Bergonzi – “É cherzo od e follia “
RITA ORLANDO MALASPINA
MANUEL AUSENSI
AUDIO - Un ballo – Manuel
Ausensi - “Eri tu che macchiavi “
Seguidamente
os voy a poner unas grabaciones en vídeo
con Carlo Bergonzi y la soprano Antonieta Stella.
CARLO BERGONZI
VIDEO - Un ballo – C. Bergonzi – A. Stella – “S´avanza
il Conte “
MARGARITAGUGLIEMI
VIDEO Un ballo – A. Stella –
C. Bergonzi – L. Danieli –“¡Amelia ¡ “
VIDEO - Un ballo – Carlo Bergonzi – “Di tu se fedele”
VIDEO - Un ballo – A.
Stella – C. Bergonzi – “Teco io sto “
VIDEO
- Un ballo – A. Stella – C. Bergonzi – “M´ami, m´ami “
Ahora,
os voy a poner en Video de la ópera de Tokyo con la Orquesta sinfónica y Coro NHK <Un ballo in maschera> , hay muy buenas grabaciones en audio y Video en YouTube, me he decantado por esta versión donde nos encontramos a un Carlo Bergonzi en todo su esplendor en plenitud de facultades, el
barítono Mario Zanasi , bueno vosotros mismos juzgareis de este brillante elenco. Está dirigida por prestigioso Oliviero de Fabritis y con los siguientes interpretes y personajes: Carlo Bergonzi (Riccardo)), Antonietta Stella (Amelia), Mario Zanasi (Renato), Lucia Danieli (Ulrica), Margatet Thacher (Oscar). Lleva subtitulo en español
TEATRO DE OPERA DE TOKYO
CRÓNICA DE LA VANGUARDIA
UN COLOFÓN DE EXCEPCIÓN PARA LA CONMEMORACION
VERDIANA DE CARLO BERGONZI
Mis
particulares limitaciones superan la buena disposición previa con que procuro
abordar obras como «Un ballo in maschera» ¿No se trata de una «limitación» el
hecho de no poder gustar de obras como «Roberto Devereux» o «Maria Stuarda»,
tan pictóricas de sonsonetes agradables al oído, o de la citada ópera verdiana,
más robusta, menos superficial que las otras, las de Donizetti? Inútil buscar
respuestas definitivas, sobre todo tratándose de cuestiones estéticas.
Personalmente, tiendo a creer que el rechace de cualquier cosa, por
insignificante que ésta sea, entraña aquel tipo de incomprensiones generadoras
de circunscripciones, doradas a veces —
¿o no son de oro ciertas cadenas?-—, mas circunscripciones al fin. De ello
deduzco —deducciones personales, claro— que si bien no hay ninguna necesidad de
abolir del repertorio las obras conocidas, las que satisfacen los cómodos
impulsos de un amplio sector de aficionados, tampoco sería ninguna proeza sin
precedentes celebrar, paralelamente a las 2.000 representaciones del admirado y
admirable Verdi, las 15 «Lulús», los 25 «Wozzecks» o las 50 funciones de óperas
auténticamente vanguardistas, por ejemplo. O que en vez de desempolvar
recalcitrantes gorgoritos donizettianos, se prestara atención a los enormes
tesoros musicales verdaderos —según los peritos— que no conocemos aún.
Pero,
con todo estos dimes y diretes, se me olvidaba el motivo principal de esta
crónica: la actuación de Carlos Bergonzi, cuya excepcional traducción del papel
de «Riccardo» hizo olvidarme de mis incompatibilidades con la obra.
Efectivamente, la voz tersa, igualada, dúctil del tenor italiano cautivó mi ánimo.
La perfección de su emisión sostenida, flexible, volátil unas veces y grávida
otras; la elegancia, la irreprochable línea de un fraseo jamás cortado, siempre
controlado con indeclinable seguridad; el donaire, el dominio de una
interpretación vigorosa y pujante, aunque sujeta —eso sí— al tributo de
bastantes concesiones belcantistás. He aquí las primordiales razones que
ocultaron casi por completo las fórmulas estereotipadas, las reiteraciones
estilísticas, las incongruencias dramáticas de «Un bailo in maschera».
Ni
siquiera los despropósitos del libreto, que nos habla de amores y pesares regios,
de retintines de los susurros palaciegos, de camarillas, de crisis y de favoritismos
y de enredos, se me antojaron pueriles, a pesar del tufillo a revoque superficial
que desprenden. Porque el empaque con que Bergonzi evolucionó por el escenario,
la calidad peculiar de su voz, unida a la prestancia de sus gestos,
consiguieron electrizar al auditorio, que se entregó totalmente. Ya en su primera
intervención, en la aria «La rivedrá nell-stasi», las salvas fueron interminables,
y así en cada uno de sus solos. Mi personal juicio me sugiere, no obstante, el
último acto como el más completo; en especial el fragmento «Ma se m’e forza
perderti», dicho con unos contrastes declamatorios de la mejor ley. En suma:
aunque se trate de un
cantante
fuertemente anclado en el gárrulo estilo atañedero a los divos de ópera, su
indiscutible personalidad artística queda al margen de toda posible discusión,
de toda pelillosa objeción.
Voz
luminosa, llena, maciza, la de Rita Orlandi Malaspina. Emisión impetuosa, un
poco envarada en el registro agudo, pero en todo momento firme y plena de
energía. Timbre vocal que se proyecta con facilidad por todos los rincones de
la sala. Dicción eminentemente operística, de recursos efectivos cara al gran
público, más algo gratuitos en su aspecto intrínsecamente musical. En general, aprecié una ligera falta
de flexibilidad en la producción de ciertos sonidos y, también, acaso como
lógica consecuencia de lo primero, una peligrosa tendencia a cortar algunas
frases, a interrumpir levemente el perfil melódico, sin justificación musical
que exculpara tal proceder. Estas son, sin embargo, pequeña lagunas en el arte
de una artista extraordinariamente dotada y de indiscutible temperamento dramático.
Así quedó patentizado en «Ma dah’arido stelo divulza», quizá las más convincente
de todas las sobresalientes intervenciones de la cantante.
Manuel
Ausensi encarnó un «Renato» de ejemplar prestancia escénica y notoria autoridad
vocal, sobre todo en medios y graves. Donde recibió los plácemes más
prolongados del respetable fue en el postrer acto («Eri tu che macchiavi que H’anima»),
que cantó con calor e ímpetu, haciendo gala de sólida experiencia, de un sutil
conocimiento dé los recursos de su oficio. Bianca Berini prestó su cálido
—aunque ligeramente desigual— timbre de contralto a «Ulrica», a la que confirió
acertados contornos esotéricos. «Oscar», personaje ligero y vivaz, halló en
Annamaria Gasparini una traductora desenvuelta y eficaz. Completaron el
homogéneo elenco de esta representación Juan Galindo, Gino Belloni, Antonio
Borras y Enrique Serra, quienes pusieron a contribución sus mejores saberes
para salir airosos del lance.
Factor
sustancial de la enjundia que alcanzó la «mise en scene» fueron los decorados
de Enzo Dehó —realistas, si, pero exentos de facilones oropeles— y los efectos
lumínicos —numerosos y bien distribuidos, de gran efecto ambiental—. La orquesta
y los coros, concertados correctamente por Fulvio Bernizzi, asi como el cuerpo
de baile, se limitaron a cumplir con sus respectivas tareas, en tanto que el
regidor de escena, Giuseppe de Tomassi, evidenció un notable conocimiento de
los recursos teatrales. .
Factor
sustancial de la enjundia que alcanzó la «mise en scene» fueron los decorados
de Enzo Dehó —realistas, si, pero exentos de facilones oropeles— y los efectos
lumínicos —numerosos y bien distribuidos, de gran efecto ambiental—. La orquesta
y los coros, concertados correctamente por Fulvio Bernizzi, asi como el cuerpo
de baile, se limitaron a cumplir con sus respectivas tareas en tanto que el
regidor de escena, Giuseppe de Tomassi, evidenció un notable conocimiento de
recursos teatrales. SOLIU
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